Una imagen inédita: el presidente de la República, Nayib Bukele, sentado en el lugar asignado al presidente del Congreso, rodeado de militares dentro del Palacio Legislativo. La sesión extraordinaria a la que convocó Bukele el domingo pasado ha abierto el debate: ¿fue legítima?
Álvaro Artiga, politólogo y catedrático en Ciencia Política de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” UCA, platicó con GatoEncerrado sobre el choque de poderes ocurrido en los últimos días, especialmente el domingo 9 de febrero. Artiga dice que el problema de fondo no es que el presidente Bukele no tenga la correlación de fuerzas en la Asamblea para aprobar el préstamo de $109 millones, con los que pretende suplir los gastos del Plan Control Territorial fase III, sino que se esté buscando cambiar la Constitución de la República a través de una Asamblea Constituyente.
Mientras la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) da una sentencia definitiva a las demandas interpuestas en contra de Bukele y su Consejo de Ministros, lo que pasó en el Salón Azul podría ser el preámbulo de otro escenario en donde el conflicto institucional se multiplique. Artiga es claro: “Los hechos del domingo estarían marcando un momento de crisis importante en el país, como no lo hemos tenido en todos estos años desde 1992”.
En sistemas presidenciales como el de El Salvador, ningún Órgano puede disolver al otro, al ser elegidos por voto popular. En ese sentido, cuando el presidente no controla la mayoría en el Congreso, entonces, los choques entre el Congreso y la Presidencia son frecuentes.
“Aquí hay un problema cuando el presidente no controla, y no digo este presidente, sino en general (…). Si a eso le agregamos que la Constitución del 83 y los constituyentes, para evitar que Napoleón Duarte tuviese una mayoría legislativa en el año 84, que fueron las elecciones presidenciales, crearon esta separación de elecciones”, explica en esta entrevista.
Para cambiar la Constitución y convocar a una Constituyente, Artiga alerta a que el procedimiento tiene vacíos: para comenzar, habría que trabajar para especificar el proceso de convocatoria de la Constituyente, porque ni eso está regulado.
Lo mismo sucede en el caso de referéndum. Pero, a la vez, insiste: “Si alguien quiere la reforma de la Constitución, por las razones que sean, pues el procedimiento constitucional está establecido, que es el de las dos Asambleas”.
Hay una imagen que pasó a la historia: la de las fuerzas militares dentro de la Asamblea Legislativa. ¿Qué implicaciones acarrea para el sistema político salvadoreño?
Primero, podría hablarse de una toma del Palacio Legislativo. Está clara la intromisión: físicamente, ingresa el Ejecutivo y toma el control del Órgano Legislativo, del sitio donde se reúne el Órgano Legislativo. Ahora, que después se fue y se fueron las tropas, no quiere decir que ya haya pasado todo o que ya se estabilizó el país. Ahora depende de cuál sea la reacción de los diputados y del Congreso, ante acciones que riñen con la legalidad. Yo me imagino que si el Congreso reacciona, pide explicaciones, inicia procesos ante la Fiscalía, esto se va a escalar. No era necesario que llegáramos a esta situación. Aun cuando ya había convocado el presidente al pueblo, él pudo haber desactivado eso. Que lo consultó con Dios y Dios le pidió paciencia, tal vez lo que le habría faltado al presidente es consultarle el día sábado. La respuesta de Dios habría sido la misma: “ten paciencia”. Entonces, podría haber desactivado una cosa que casi se le va de las manos. Ese es el problema, estamos jugando con fuego en el país sin tener claro las consecuencias.
¿Qué queda ahora dentro del sistema institucional instalado? ¿Cómo debería reaccionar cada actor que está involucrado, pensando en no hacer más grande el fuego?
Lo que pasa en esta situación, ya en perspectiva, es que cualquier acción legal, según lo establecido en la Constitución, en las leyes, que suponga un desafío al Ejecutivo y al presidente, el presidente cuenta con un apoyo de la población, de una gran parte de la población.
Y eso él lo sabe.
Él lo sabe. Será un enfrentamiento entre las instituciones y el soberano. Esa es la gravedad del asunto. Aquí el asunto es que el presidente cuenta con apoyo popular y su discurso es recibido, según él lo plantea. Él puede movilizar al ejército, a la policía, al brazo armado del poder político y puede movilizar a la población contra las instituciones. Por eso es bien delicado.
Hay que entender que hemos llegado a una situación que es previsible, dado el diseño institucional que tenemos. En los sistemas presidenciales cuando el presidente no controla la mayoría en el Congreso, entonces, los choques entre el Congreso y la Presidencia son frecuentes. Si a eso le agregamos que la Constitución del 83 y los constituyentes para evitar que Napoleón Duarte tuviese una mayoría legislativa en el año 84, que fueron las elecciones presidenciales, crearon esta separación de elecciones.
En esos escenarios de presidencialismo, elecciones separadas, multipartidismo, la gobernabilidad depende de la capacidad de negociación de los líderes, en la presidencia y en el Congreso. Eso es lo que tenemos: un problema en la capacidad de negociación. Este escenario podría no ser con Bukele, podría ser con otro presidente. De hecho, así ha sido, lo que pasa es que otros presidentes de Arena negociaron con el PCN, así montaron todo el sistema neoliberal en el país; el Frente se apoyó en Gana y así continuamos con las medidas neoliberales. Ahora, este llega en una posición todavía en mayor desventaja, porque no tiene partido político. Y hay otro problema que no es del presidente Bukele, está en el diseño constitucional: nuestro presidente salvadoreño tiene de los menores poderes constitucionales si uno lo compara con presidentes de la región. Las reformas de 1991 a la Constitución del 82 y 83 implicaron una reducción de los poderes del Ejecutivo frente al Legislativo y de los militares frente a los partidos. Las reformas constitucionales del 91 le dan más poder a la Asamblea y a los partidos, frente a los militares. ¿Por qué? Porque antes de esta Constitución, el presidente y los militares tenían el control de todo. Es el diseño institucional nuestro. Si queremos evitar situaciones futuras como esta, es el que debe de ser revisado.