*Editorial
Tres expresidentes salvadoreños y varios exfuncionarios públicos se han ganado la condena social por presuntos y descarados actos de corrupción de millones de dólares que dejaron de ser escuelas y hospitales, y se volvieron campañas políticas, zapatos, radios y haciendas lujosas de particulares, según hipótesis fiscales.
A partir de ello, los salvadoreños comenzamos a conocer los agrios sabores de la corrupción en el Estado salvadoreño, un flagelo que desencadenó investigaciones e indignación social.
Pero, tras la indignación social por ver a los mesiánicos líderes del país, apropiarse de millones y millones de dólares de fondos públicos, la población ignora que sus líderes en realidad representan -algunas veces- el actuar de su misma gente, o como bien dijo alguien: el pueblo tiene los gobernantes que se merece.
Copiar en un examen es un acto de corrupción a pequeña escala; apropiarte del cambio o quedarte con la moneda que debías pagar en el transporte colectivo también es corrupción a pequeña escala.
Quebrar algo valioso en casa y ocultar los pedazos podría ser tomado como fraude procesal; quedarte con el vuelto del dinero que no es tuyo podría ser delito de Peculado; Falsificar una firma de permiso en la escuela o en una factura comercial puede ser fraude documental.
Y así a diario, nos envolvemos en una vorágine de corrupción social que solo cambia en tamaño con los millonarios lideres procesados por corrupción. ¿Qué nos garantiza que al llegar tú o yo al poder no haremos lo mismo? Si en pequeño lo hacemos, con millones de dólares de por medio que nadie fiscaliza, será más fácil y tentador.
Somos una sociedad que nos colamos en las filas, aplaudimos el soborno y la copia, magnificamos al que evadió las normas y triunfó, y nos burlamos del que sigue el debido proceso en todo.
El expresidente Antonio Saca está en prisión; Mauricio Funes es investigado por corrupción; Francisco Flores murió en medio de un proceso de investigación en su contra, y ¿Nosotros? No señales a otros solo porque pecan diferente que tú, misma acción pero en menor escala.
