El castillo de láminas y los artistas que defienden a la comunidad El Espino

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Hasta las estructuras de cartones y plástico, donde se refugiaban los habitantes de la comunidad de la finca El Espino, en plena calle, los artistas de teatro y músicos llegaron para hacer reír a los niños y jóvenes. Eso, claro, mientras a sus espaldas los policías cumplían con la orden que habían recibido de desalojar a las 77 familias y entregar el terreno a los Dueñas.


 
Por Mónica Campos

Una fortaleza de cartones, plástico y láminas es lo único que este domingo resguarda a los habitantes de la comunidad El Espino, a pocos metros del edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Bajo el cielo nublado y amenazante, una mujer y tres hombres mayores trabajan en una construcción, que visiblemente es más fuerte que las demás. Este castillo es donde los desalojados guardan todo lo que reciben de quienes les ayudan con alimentos y otras cosas.

“Nos organizamos con la necesidad de hacer una tienda de campaña donde podamos recolectar la ayuda que algunas personas o instituciones hayan tenido a bien darnos. Estamos casi por finalizar esta obra a la que nosotros le llamamos El Castillo”, comentó Carlos Cortez, de 46 años, a quienes los otros dos hombres llamaban, entre risas, el arquitecto.

El arquitecto de El Espino se ríe del título que le dan sus compañeros y casi se excusa por ello.

“Nuestros padres se criaron trabajando en este lugar y nunca tuvieron la oportunidad de darnos estudios superiores, pero aprendimos muchas cosas que ellos nos enseñaron y una de esas es construir para poder sobrevivir”, afirma.

Cortez lamenta que los agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) no les permitieron sacar del terreno sus láminas para resguardarse de la lluvia. Así que dentro de la estructura, las bolsas plásticas, con logos de productos de primera necesidad, hacen las veces de láminas y cubren las paredes de cartón.

Las otras estructuras son de igual forma ingeniosas. Una familia de cuatro adultos y tres niños hicieron un tendedero sobre la cabeza del militar y político colombiano Francisco de Paula Santander. Su busto sostiene al menos dos carpas de plástico negro que resguardará la noche de este domingo a dos familias de la lluvia.

El castillo de la comunidad El Espino. Fotos/Mónica Campos

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Artistas defienden El Espino

Para atenuar la situación, artistas y activistas vinieron este domingo 20 de mayo a la comunidad El Espino. El show, con la expectativa de que fuera para los habitantes de la comunidad, resultó ser un acto integrado entre los talentos más jóvenes que fueron desalojados el pasado 16 de mayo y los jóvenes universitarios que los visitaron.

El grupo musical Las Musas Desconectadas tocó acompañado de dos niñas de la comunidad como vocalistas, un hecho que Tatiana Alemán, del movimiento Los siempre Sospechosos de Todo, asegura que surgió de manera espontánea.

“Para todos fue una sorpresa, porque fue una respuesta espontanea de los niños de querer participar. En la actividad previa al show descubrimos que algunos tenían varias habilidades. Unas niñas dijeron yo quiero cantar y les dijimos entonces hagamos una banda”, explicó.

Las familias desplazadas y otras familias que llegaron a dejar sus donaciones se integraron en un baile que culminó con la huída del público y los artistas a causa de la lluvia. Los colectivos de artistas planean más acciones como estas para recaudar fondos en los próximos días.

Mientras tanto, los habitantes de El Espino se refugian en el castillo de cartón y otras fortalezas hechas con bolsas plásticas.

Los artistas que defienden la comunidad El Espino. Foto/Mónica Campos

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Breve historia de los colonos

 Todo comenzó en la década de 1970, cuando la familia Dueñas buscó trabajadores para que trabajaran en la finca El Espino. A esas personas que encontró para trabajar la tierra les dijo que podían construir un rancho, una vivienda de lámina o lodo o cartón, en donde podían vivir junto con sus familias.

A esos trabajadores, la familia Dueñas les llamó sus colonos. A ellos les pagaba entre 9 y 15 colones. Es decir, una miseria. Pero no se los daba en efectivo, sino que en un vale. Para que solamente dieran la vuelta, en la misma finca, y lo canjearan en la despensa de los Dueñas. 

Eso fue así hasta los inicios del nuevo siglo, cuando los Dueñas decidieron hacer de esos terrenos otra cosa, menos trabajarla con los colonos. Así que para sacar a toda la gente que había llevado a ese lugar, acudió a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Los magistrados resolvieron que esas tierras tenían que ser devueltas a la familia Dueñas.


El Gobierno, según el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), tendría que haber proveído alguna solución al problema de vivienda de los antiguos colonos de El Espino. Pero las opciones que dio el Gobierno no logró satisfacer a los antiguos colonos. De manera que ahora mismo están en la calle, esperando nuevas propuestas.

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