Manlio Argueta: es decepcionante que no haya pasión por leer y escribir

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Una charla con uno de los más reconocidos literatos salvadoreños. Después de Roque Dalton y Salarrué, Manlio Argueta es quizás el escritor salvadoreño que más ha recorrido las universidades del mundo con su inmortal obra “Un día en la vida”. Ahora expresa sus perspectivas políticas, sociales y culturales de un El Salvador que se aleja a diario del fortalecimiento de su cultura y memoria histórica.


Por Clanci Rosa y Alejandra Rodríguez

 ¿Cuáles fueron sus inicios como escritor?

Yo tenía un cuaderno de poemas cuando estaba en cuarto grado pero a medida que fui creciendo, leía los periódicos porque antes tenían una sección literaria, no como ahora que los diarios solo muestran muertos, extorsiones o violaciones, si no hubiera sido por este medio nunca hubiera leído poesía, mi familia era humilde y no tenía tanto acceso a libros.

En sexto grado participaba en certámenes de poesía de algunas radios de San Miguel que eran para adultos pero como yo siempre fui bien curioso me metía a participar, gané varios, nos daban canastas navideñas.

Sin embargo, cuando llegué a noveno grado empecé a leer filosofía, conocí a jóvenes de mi edad que ya publicaban en los diarios y a mí me daba envidia pero como no tenía máquina de escribir no podía escribir de manera formal si no que solo en mis cuadernos.

Ya en primer año de bachillerato fundé mi periódico que se llamaba “Inquietud”, era estudiantil pero llegamos a tener publicidad, la cual nos servía para sostenernos y seguir publicando. Aquí publicaba mis poemas pero como a veces eran de amor utilizaba pseudónimo porque era bien tímido.

En 1955 entré a la Universidad de El salvador, muy entusiasmado porque yo quería seguir estudiando, entré en la carrera de Derecho porque era la única que me permitía trabajar y  porque en ese entonces no existían letras ni periodismo.

Me fui a Ciudad Delgado a vivir en pupilaje, ahí el dueño tenía una máquina de escribir y yo le dije que me la prestara para escribir mis poemas porque querían someterlos a unos concursos. Así fue concursé y gané, pero nadie sabía quién era Manlio Argueta, todo el mundo pensaba que era un pseudónimo, que quizá yo era algún maitro y nada que ver, pero ganar me llevó a mi primer encuentro con Roque Dalton.

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A sus ochenta años Manlio Argueta conserva un carisma juvenil, sentado en su escritorio de la Biblioteca Nacional de El salvador donde funge como director, revisa un calendario donde ha marcado sus actividades mientras atiende una llamada telefónica de un amigo que lleva tiempo sin ver; marca su encuentro en un día de junio para no olvidarlo.

Cuelga el teléfono y pide disculpas preguntando: ¿En qué nos habíamos quedado?…

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Sí,  le preguntaba ¿Cómo fue su encuentro con Roque Dalton?

Bueno Roque ya era un líder, él estudió en el Externado San José, había ido a Chile, en cambio yo apenas había salido de San Miguel. Nuestro primer encuentro fue a través de nuestros escritos porque yo ya lo había leído y él cuando se enteró de que Manlio Argueta ganó los concursos de poesía empezó a preguntarse que quién era.

Pero no era solo Roque, sino que con Roberto Armijo quienes pertenecían al Círculo Literario Universitario decidieron buscarme para que me integrara. Se rebuscaron para dar conmigo y así fue cuando nos encontramos Roque me dijo: ”mira vos has ganado dos premios y queremos que te unas a con nosotros”.

Así fue como nos hicimos amigos los tres, Roque, Armijo y yo.

Usted formó parte de la Generación Comprometida así como Roque y Armijo ¿Cómo es que usted se integra a ese colectivo artístico literario?

Roque le puso  Circulo Literario Universitario. Lo fundó con Otto  René Castillo, un poeta Guatemalteco; él prácticamente fue el maestro de Roque, murió igual que Roque, porque  era un político de 17 años.

Ítalo López Vallecillos es quien le pone el nombre de Generación comprometida. Nosotros no compartíamos esa idea, nos damos el taco de ser  solo Círculo Universitario, por que  de ser universitario en aquellos tiempos daba caché, pero después empezamos a necesitar de ellos, y nos integramos en la segunda generación comprometida.

Según ha contado usted escribe desde muy joven ¿Qué implica escribir literatura?

Se puede escribir una carta, los periodistas escriben de una manera rápido, la poesía es algo interior y la literatura, el cuento, la novela como tal es algo de vocación,  más estético, el periodista se parece al novelista porque escriben sobre una realidad.

Sin embargo, la diferencia se puede resumir en una frase de Vargas Llosa ” lo que se hace son mentiras verdaderas”, por ejemplo si en un accidente murieron tres personas, el periodista dice eso, en cambio el novelista puede decir que hubo 100 muertos o que nadie murió, dependerá de la estética y la imaginación del escritor.

Escribir es una vocación que se forma a partir de un estudio literario concreto, para escribir literatura  hay que leer mucho, pero por leer no quiere decir que ya soy escritor, eso solo sirve de guía para conceptualizar, así como las computadoras que uno les pone muchos software al disco duro para después poderlas utilizar para crear algo.

“hace frío sin ti pero se vive” eso no se puede decir en periodismo

“Cuando tú no estás hay soledad y frío hasta en la música, cuánto no te dicen esas líneas. La literatura es lenguaje estético y vocación”

Sus obras como un día en la vida o Cuzcatlán  donde Bate la Mar del Sur  reflejan  patrones culturales y conflictos sociales muy propios de la sociedad salvadoreña ¿Cómo logra integrar estos elementos en sus obras?

Como te decía la poesía es algo que tenes en el interior, yo puedo irme a sentar una hora a algún lugar y escribir un par de poema en cambio la novela es algo que necesita más tiempo, más información, más elementos y un estilo muy estético.

Cuando viví en Costa Rica comencé a platicar con campesinos que se encontraban en un refugio que las Naciones Unidas había organizado durante el conflicto armado aquí en el país; ahí fue donde conocí a Guadalupe (personaje principal de un Día en la Vida), ella aun vive y de vez en cuando platicamos.

Uno puede reelaborar todas esas historias, por ejemplo si ella me dice que no tiene marido yo le pongo tres, por eso recalcó lo de Vargas Llosa de mentiras verdaderas. Me apropié de varios testimonios de los campesinos para poder escribir.

Fundé un instituto cultural en Costa Rica con todos esos refugiados que se sentían desconcertados por estar en un lugar que no les era propio; imagínense un día estar  allá en Chalatenango y al siguiente estar en la ciudad de San José, ósea era otro rollo para ellos.

En este instituto pusimos una pupusería, una venta de frescos, se hizo un teatro para que ellos mostrarán sus danzas, esto se hizo con la intención de mostrarle a los ticos que el salvadoreño también tenía cosas buenas, porque estos dos países tienen una gran diferencia cultural y lo otro era que me permitía conocer la vida de los campesinos. Es decir, se logra integrar esos patrones estando con la gente, compartiendo con ellos, es la única forma; a veces me asombro de cuánto sé de los campesinos.

Sus novelas claramente constituyen una crítica y denuncia al sistema político de la época, entonces se puede decir que los escritos no se separan del tema de la política y que al final es una forma de expresión.

Claro, porque la ideología siempre está en el pensamiento. Nosotros quisimos mostrar la realidad del país, fuimos un medio de denuncia porque  vivimos una época previa a la guerra donde había censura. También fuimos los primeros en ver  la necesidad de que el escritor pudiera aportar algo más a la realidad del país.

Creo que logramos plasmar los problemas de la gente, que como ya saben en aquel tiempo uno de los  principales era el abuso de poder de las autoridades militares y el poco acceso que tenían los campesinos a las tierras por aquello de las reforma agrarias.

Pero eso de que los soldados mataban es bien complicado, porque se puede decir que eran pobres contra pobres, los militares eran sirvientes de la oligarquía, al final solo tenían que obedecer órdenes de su patrón como cualquier empleado.

La novela “Un día en la Vida” es una de las más conocidas en el país y también fuera.  Cuando la  escribió ¿se imaginó todo ese reconocimiento?

Yo no pensé nada, solo quería ayudar a Guadalupe a difundir lo que andaba haciendo en Costa Rica que era un atentado por parte del ejercito hacía Monseñor Romero, porque él ya había tomado más consciencia, estaba molesto porque habían matado al padre Rutilio Grande, se dio cuenta pues de todo el sufrimiento de la gente pobre.

A Guadalupe le hice una entrevista para publicarla en un periódico, así fue y me quede con el testimonio que me sirvió después para escribir un día en la vida, fue mi idea central pero retomé varias opiniones de los campesinos.

Todo puede ser punto de inspiración para un escritor, en aquel tiempo el atentando del Estado hacía la población civil  y hoy en día se vive lo de las maras pero el Estado se puede considerar un maestro de la criminología por todos los atentando que realizó en el pasado.

Pero nunca me esperé el premio por “Un día en la vida”. Unas amigas en Costa Rica me dicen leímos tu obra ¿Quieres que te la tradujimos a holandés? imagínate a quien han traducido aquí, apenas Salarrué le habían traducido al ruso “Cuentos de cipotes”  y Claudia Lars al inglés “Tierra de infancia” que eran los dos maestrotes, y yo joven con 35 años, darme esa oportunidad, imagínate lo que significaba para mí.

Fue un éxito en Holanda, ahí he recorrido todas las universidades.  Yo lo digo algo desconsolado e irónico, yo he andado en decenas de universidades en Estados Unidos, en Holanda, en Francia, y aquí en el país,  me cuesta más ir a las universidades porque no me invitan a ningún evento, quizá no les interesa, ni la UCA me invitan que es donde se publican mis libros, pero es nuestra realidad también, no podemos pedirle peras al olmo.

“Un día en la vida” era una obra sencilla, nunca esperé todo ese reconocimiento, era de Chalatenango, como esperar su trascendencia en Alemania o en Estocolmo. Es la obra de Chalatenango, ¡y la escribí sin conocer Chalate, me da pena decirlo!

De todas las novelas que ha escrito ¿Cuál es la que más le ha gustado?

“Milagro de la Paz” y “Siglo de Oro”, porque son dos novelas gemelas sobre mi vida, son dos caras de la misma moneda. Las hice como pensando la misma idea, cuando hice milagro de la paz dije lo haré de mi infancia pero me desvié eso le pasa a uno de escritor, me fui por otro lado, en esa obra hay un niño que ese soy yo, pero en al final le di mas participación a las abuelas a las mujeres, al miedo que sufren, entonces yo hablo de las mujeres con miedo. Como me desvié entonces escribí siglo de oro, ahí si, conté mi historia.

Cómo ve la producción literaria en el país, muchos se quejan de que aquí no hay espacio para los nuevos escritores.

Hoy en día casi no se produce. Antes se quemaban los libros y se enterraban porque si los encontraban nos metían presos. En El Salvador aún pesa el síndrome antilibro y anticultura literaria. Es decepcionante que no haya pasión por leer y escribir porque es una sociedad prácticamente sin expresión en esta rama del arte.

Sin embargo, se ha avanzado un poquito, hay algunos escritores que han salido del país, varios se dedican al periodismo pero hay mujeres como Elena Salamanca o Ana Escoto que tienen que salir fuera del país para poder encontrar apoyo.

El apoyo al arte es muy lento pero poco a poco se debe ir aumentando una cultura diferente en el país, una donde la gente prefiera leer que ir a un centro comercial.

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De todas sus obras ¿Cuál ha sido más criticada?

Un día en la vida, criticada es decir más analizada, comentada en Holanda, en Francia, todavía voy a EEUU, me invitan algo seguido.

Uno de los críticos a la obra de Manlio ha sido el profesor Nicasio Urbina de la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, “Manlio Argueta crea un discurso de gran complejidad narrativa y alto contenido, cuyos paradigmas pueden encontrarse en las grandes narrativas burguesas de los siglos XIX y XX”

Se dice que el salvadoreño no lee ¿A qué se debe que se siga reproduciendo ese patrón?

A la falta de políticas publicas que fomenten la lectura.  Antes si te encontraban con “Un día en la vida” te llevaban preso, desde ahí quedó en el marco cultural salvadoreño que la literatura es mala es malvada, de forma inconsciente. Hoy ya no te llevan preso por andar un libro, pero en la mente ha quedado metida la idea negativa.

Gran diferencia con Nicaragua, donde ser poeta es una gran cosa, escribe hasta el mismo presidente, aquí no, aquí ser poeta es ser bajo, afeminado, haragán. En Costa Rica es diferente, el Estado dice vamos a dar ocho premios al año para incentivar el arte,  aquí solo un premio al año por rama de arte. Es decir el de literatura será en el 2020.

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Manlio ha sido editor y profesor universitario en Costa Rica, Estados Unidos y El Salvador. Fue Director de la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), Costa Rica, editora donde trabajó por más de doce años como jefe de producción. Fundador y director de la Editorial Marca, San José, Costa Rica. Trabajó como editor en otras tres editoriales de Costa Rica.

Las novelas de Manlio pueden analizarse desde la cultura popular, pues sus personajes principales han sido siempre personas sencillas, pertenecientes a la clase popular, es decir el salvadoreño del pueblo, el salvadoreño sufrido que se ha llevado la peor parte de la historia del “pulgarcito de América”.

Recientemente se publicó el libro ‘De la hamaca al trono y al más allá: Lecturas críticas de la obra de Manlio Argueta”,  es una recopilación de ensayos de profesionales estadounidense.

El Antropólogo de la Universidad Tecnológica Ramón Rivas considera que las obras de Manlio son un referente socio histórico y cultural del país, porque en cada una de las historias que narra se trastoca las relaciones sociales y la cultura imperante e imprime un espíritu crítico y realista.

Su obra es testimonio de lo que la gente hace, dijo, vivió, pero también de lo que la gente cree y siente. Él hace además una denuncia de los hechos sociales que afectaron y afectan en gran medida la dignidad y convivencia del salvadoreño.

Al leer a Manlio Argueta podemos conocer los hechos que han marcado a la sociedad salvadoreña durante cinco décadas, específicamente la de los años 60 hasta el 2000,  los cambios en la cultura y la sociedad en general.

“A veces mi pensar son los pequeños, pues uno puede privarse de los frijoles y comer tortilla con sol pero a los cipotes no les puede faltar su comidita por lo menos cuajada o requesón con frijoles, aunque últimamente no alcanzamos por ello vale la pena sacrificarse, sin embargo son los que más hacen sufrir y si no hay para la comida y hoy que les voy a dar y si se enferman ya no se diga” ”Guadalupe , un Día en la Vida”.

Epílogo 

”No hay día de Dios que no esté en pie a las cinco de la mañana, cuando el gallo ha cantado un montón de veces hay voy para arriba, cuando el cielo está todavía oscuro y solo es cruzado por el silbido de un pájaro volando me levanto”.

Así inicia Un día en la vida,  una de las novelas más representativas del escritor y novelista Manlio Argueta.

[Fin de la entrevista]

cc

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