Irene: la mujer que siembra paz entre los frijoles

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Irene es una mujer de Ahuachapán. Se esfuerza cada día por el desarrollo de su cantón, de su municipio, de su país.


 Por Mario Beltrán

Estaba de pie, rodeada de hombres y de adolescentes. La cálida y escasa brisa secaba el sudor de su frente. Su mano derecha empuñaba un corvo, y estaba decidida a comenzar. El calor no era impedimento ni mucho menos pretexto para no trabajar. En medio del murmullo y plática de voces masculinas, su voz irrumpió; levantó su mano y exclamó: “No han pedido mi opinión pero yo la voy a dar…” su comentario dibujó sonrisas sorpresivas entre los presentes.

Ahí estaba, hablando, vestía una camiseta de camuflaje tipo militar, un short y una gorra morada. Sus pies eran protegidos por un par de zapatos sencillos, poco femeninos, y no es para menos, el campo no es un lugar para modelar.

Estaba ahí porque ese día vendrían personas de la ONG Cáritas de Zacapa, Guatemala, y agricultores de Honduras a participar en un intercambio de conocimientos acerca del proyecto “Gestión del agua para la reducción de riesgos y desastres” específicamente en temas de agroecología y la permacultura, actividades que ella, y varios agricultores y agricultoras de Guaymango, municipio de Ahucahcpán, conocen.

A través de las asesorías de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), agricultores del cantón Morro Grande de Guaymango, se capacitan en huertos caseros y preparación de fertilizantes y repelentes naturales que no dañan la tierra ni los cultivos. El objetivo es que las familias de la zona garanticen sustentabilidad alimentaria trabajando sus propias tierras.

Irene Martínez es madre de dos hijos. Dice que decidió organizarse desde el 2008 para prevenir la violencia contra las mujeres de Guaymango, y prevenir que los jóvenes se involucren en malas acciones de delincuencia. “Yo seguido voy a la escuela <Morro Grande Arriba> Y veo que los muchachos de noveno grado querían hacer un cultivo en una parcelita de tierra, pero la tierra no sirve, y es un pedazo pequeño; yo vi que el frijol no se les pegó. Así que el mismo día nos reunimos con los padres y el director para apoyarlos.”

Irene no solo trabaja por la erradicación de la violencia en su municipio, sino que se capacita para que a través del cultivo casero o a gran escala, las mujeres y los jóvenes cuenten con herramientas de sobrevivencia y desarrollo económico.

“Mucha gente cree que andamos metidos en todo lo de la comunidad porque somos desocupados o nos están pagando mucho. Si en la comunidad no hay líderes ni liderezas, no hay desarrollo ni nada. No hay satisfacción más grande que servir por el bien común” expresa.

Dejó de cortar zacate y maleza con su corvo, se secó el sudor de su frente, aceptó charlar con nosotros. “El zacate es para que el suelo no se reseque” aconseja.

Afirma que como agricultores se han visto afectados por la sequía temporal que afecta a gran parte de El Salvador. Entre lo sembrado se encuentra rábano, loroco, maíz, frijol, plátano, etcétera. Espera que lo que se cultive se reparta entre las organizaciones y sus familias, a fin de beneficiarles económicamente.

“Para regar lo sembrado acarreamos agua del río Copinulo que está a unos quince minutos de lo que hemos sembrado. Traemos agua solo para regar todo lo que tenemos”

Irene es presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de las Mujeres de Guaymango (ASDIM). Dice que no tienen fondos para trabajar, pero que a través de asocios con otras organizaciones como el Colectivo Feminista para el Desarrollo, realizan sus actividades.

Más tarde Irene estaba aprendiendo a mezclar los ingredientes necesarios que le permitirían obtener repelentes y bioestimulantes naturales. En un momento tenía sus manos metidas en sales minerales, ajo, chile, cebolla, agua, y estiércol de vaca. Aprender la mezcla le garantizaba ahorrarse algunos centavos por la compra de los agroquímicos dañinos en los agroservicios.

“El intercambio ha sido muy enriquecedor. Tanto ellos han aprendido a cómo manejar situaciones en distintos climas, como nosotros que nos hemos entusiasmado que gente de afuera quiera conocer lo que hacemos en El Salvador. Esperamos que más personas vengan y conozcan sobre este proyecto” afirmó Francisco Castillo, ingeniero agrónomo de la UNES.

Irene Martínez es de esas salvadoreñas que no le tienen miedo a los retos, al trabajo, a lo desconocido; es del pensar que si se quiere cambiar, hay que hacer cosas diferentes, hay que tener voluntad. Quizá nuca alcance la fama o la fortuna por lo que hace, quizá nadie se lo agradezca, pero es un ejemplo vivo del poder de la organización y la voluntad para mejorar nuestro entorno.

“Vamos a poner en práctica lo aprendido, y si se puede alguna vez, me gustaría ir a aprender y compartir a otros países” concluye.

Irene es Guaymango, Irene es contra la violencia hacia las mujeres, Irene es a favor de la soberanía alimentaria y del medio ambiente. Irene es El Salvador.

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