Rememorando la marcha del 30 de julio, con pies en la lluvia por el boicot

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“Tú no estabas sino en el vapor que me recubría de vaho la memoria...” Rafael Lara-Martínez

Por Tania Primavera/@TaniaPreza

El cielo estaba gris. Salí a ver la marcha a  la esquina de la 25 avenida norte en San Salvador. A cuarenta años de la masacre de la Marcha de Estudiantes del 30 de Julio de 1975.  Al fin, ya al atardecer, comenzó a caer la tormenta en San Salvador. No me preocupé estar en un “paro del transporte”, pues ya tenía una cita con un taxi. Pero nunca llegó. Lo esperé, pero se tardaba, y cuando vi, comenzaba a oscurecer.

Salí y comencé a caminar, me puse mi sombrero negro de fieltro. Había olvidado mi paraguas púrpura, y mi bolso con la pintura de Klimt; comenzó a mojarse.  Las calles estaban con mucho tráfico. Pero era como que nadie te miraba. Como que todo mundo solo quería ver dentro de sus cápsulas móviles. Ni un taxi. Ni un bus. Me quedé en la esquina de pie un momento. No es la ruta que tomo al salir del santuario de la memoria, si no otra. Estando en la esquina, una vendedora ambulante con techo de plástico, sin querer, se movió y su techo que tenía agua retenida, cayó sobre mí.

Atravesé la calle, aquí los carros se te tiran encima. Uno tiene que enseñar las reglas, y exigir el paso de cebra. Mis pobres sandalias hindú, empapadas. Entre charcos, entre basura, y el viento. Pero no estaba mal caminar. Aunque quizás no era el mejor momento, en medio del paro, mas bien boicot de las pandillas al transporte público que inició desde el lunes 27 de julio, y duró cuatro días. Misterio. Seguí caminando intentando encontrar un taxi, nada, la noche se asomaba, seguía lloviendo. Ojos me miraban.

Arboles de ciudad me  invitaban a quedarme junto a ellos y abrazarlos. Estaba cansada. Y tenía que caminar, caminar, caminar. Al llegar al árbol de Ylang-Ylang, me detuve con el aroma de sus flores que ya no corto. Y me di cuenta ahí de la ofrenda, ofrenda de caminar por los que han caminado, ofrenda mía. Se detenían frente a mi, quizás me veían rara, sombrero negro, ropa de lino claro, sandalias doradas orientales, bolso de diseñador, ya no tengo miedo, estas calles son mías. Del pueblo. De la historia. Tuyas y del que quiera sentirlas y saber que son testigo silencioso.

Cada cuadra, algo tendrá que decir. Pero casi llegué al Hospital Bloom, y antes de desviarme hacia el Boulevard de Los Héroes, me dije: -si no encuentro taxi, entraré a la U. Ahí esta la vigilia para recordar a los estudiantes muertos en la marcha, y seguro me encuentro a alguien-. Seguía lloviendo, y yo comencé a hacer carita de chivita ahorcada como decimos, más bien como cara de oh ohhh… Ahí, frente a los antros de barra show, frente al hospital nacional para la niñez, al fin, un taxi pirata. Igual, quería llegar a casa.

Mi papá, también estuvo en esas marchas, él, era un brillante estudiante y también instructor de matemáticas, luchó y expresó su sentir contra la opresión militarista en la época. Imposible olvidar la marcha que cumple 40 años. Mamá ¿usted me olvidaría si me hubieran matado en una marcha así? ¿Iría a la marcha cada año si me hubieran matado? ¿Perdonaría y olvidaría?. – ¡No hija!, nunca te olvidaría.


 

Tania Preza2Tania Primavera Preza: Integrante del Consejo Editor de la Revista Trasmallo. Ha participado en jornadas lúdicas con jóvenes utilizando el “Juego Los Izalcos” sobre cultura ancestral indígena, la edición de exposiciones museográficas, producción de cápsulas radiales, publicaciones y talleres con jóvenes sobre derechos humanos y memoria histórica. Actualmente es responsable del Área de Comunicaciones del Museo de la Palabra y la Imagen, y conduce junto a un equipo del MUPI la  Red de Jóvenes en Defensa de los Derechos Humanos.  Desde agosto de 2014, es autora del audio espacio Entrevistas EN OFF en www.contrapunto.com.sv

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