Señor candidato, los vendedores informales no somos el problema de San Salvador

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El Salvador es un país en eternas elecciones. Previo a las elecciones para elegir al nuevo alcalde de San Salvador (Actualmente Nayib Bukele), Este medio conversó con Guadalupe, quien con su hijo en brazos y atendiendo su venta de ropa para bebé en las cercanías de la Plaza Morazán, habló con Gato Encerrado y contó su visión de la capital, soñando que cualquier alcalde que llegase, los debería de tomar en cuenta. Por su parte, Peddro Julio Hernández, representante de este sector, asegura que no retrocederán por luchar por sus lugares de trabajo.


 

Por Ezequiel Barrera /Mario Beltrán

Él frota sus ojos, toma una bocanada de aire, infla sus pulmones, se estira y trata de despertar de una vez, porque ya son las cuatro de la mañana en punto y debe arreglar su puesto de venta en el centro histórico de San Salvador. Antes que el sol salga, ella ya ha salido con su venta de café y pan sobre su espalda que ofrecerá a la avalancha de salvadoreños que comienzan a aparecer. Un par de niños toman en sus brazos unos periódicos y los comienzan a vender a cuanto transeúnte pasa.

Los primeros buses que aparecen atiborrados de personas son invadidos por vendedores de verduras, frutas, dulces… y así, estas y otras escenas similares se instalan antes de las 6 de la mañana en el centro de la capital salvadoreña, donde aproximadamente treinta mil vendedores del sector informal se preparan para trabajar. Es que en esta ciudad, hasta en el último recoveco amanece más temprano.

Estas personas dicen no tener otra opción, ni otra oportunidad y tampoco otra manera de ganar lo suficiente para sobrevivir en un país donde la desigualdad económica es evidente. Donde hay pocos muy ricos y muchos muy pobres. Donde son parte de los siete de cada diez empleos generados por el sector informal, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Un ejemplo de eso es Guadalupe Rivera quien como todas las mañanas a las seis treinta, camina a grandes zancadas para llegar a su puesto de venta en la calle Delgado, cerca del Teatro Nacional. Una travesía que le cuesta casi una hora porque al despedir a su hijo mayor, que se dirige a la universidad, también va a dejar a sus otros dos hijos al colegio y a la guardería. El más pequeño, Nelson, la acompaña al puesto, y lo mete en una especie de cuna hecha de palos de madera mientras arregla la venta de ropa para bebé que tiene en un espacio de escasos dos metros con cuarenta centímetros cuadrados. Esta parece ser una repetición casi exacta de cuando ella era bebé.

Guadalupe nació un 4 de diciembre, y para el 12 del mismo mes su mamá ya la tenía en su puesto de venta. Y como en aquellos entonces, a eso de las ocho de la mañana, si acaso, compra un café y un pan que comparte con su niño de un año y medio. Quien por cierto, al ver un par de periodistas que se acercan para conversar, le entra esa curiosidad infantil por conocer el artefacto que cuelgan en el cuello.

Al interior de la cuna lo acompaña una vecinita de puesto de 5 años de edad que también se muestra interesada en la cámara fotográfica. Solicitan ser fotografiados, y con cada flash vienen sus carcajadas inocentes.

—¿Qué quieres ser cuando seas grande?— le preguntamos a la niña.

—Quiero vender en la calle— responde.

Llegado el mediodía, Guadalupe aparta $2 para comprar un almuerzo que deberán compartir su hija, que recién regresa de estudiar, con el bebé. Cosa que podría mejorar en los meses de noviembre y diciembre que es temporada alta. Guadalupe vende según la temporada: en diciembre, artículos navideños; en enero, cuadernos; en febrero, rosas y peluches…

A Guadalupe, como a los casi treinta mil vendedores, le embarga la incertidumbre. No sabe qué hará el nuevo alcalde de San Salvador con el tema del reordenamiento. Y no es para menos, ya ha tenido que vivir experiencias duras en ese tema.

—La experiencia más dura de mi vida —suspira— fue cuando nos levantaron y nos echaron el CAM, nos dispararon como a animales, fue un desalojo y salieron varios compañeros heridos. Mi niña tenía 6 meses y  yo corrí para protegerla del gas lacrimógeno. Vivimos en incertidumbre porque no sabemos con qué viene el alcalde. Nos dicen “un reordenamiento” y nos meten a un mercado y usted ve que no hay gente que compra en un mercado— expresa Guadalupe.

—Cuando oye a los candidatos decir que van a hacer un ordenamiento en el centro ¿qué piensa?

—Yo me pongo a llorar y a pedirle a Dios porque de aquí mantengo a mis hijos. Soy madre soltera, tengo que pagar guardería, colegio… entonces sufrimos, porque no tengo de dónde más. Es que, quizá solo en estas fechas de fin de año, que las ventas se ponen mejores, puedo comprarles zapatos o algo a mis hijos.

niño

Nelson de un año y medio de edad, asoma su mano y espera la fotografía, mientras su madre, Guadalupe, es entrevistada. Foto/Mario Beltrán

Historia del comercio informal en San Salvador

El comercio informal en San Salvador es histórico. Desde 1920 hasta 1960 las ventas se concentraron en la Calle Rubén Darío, desde las inmediaciones del almacén Simán hasta el Palacio Nacional, según el informe de la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (Fundasal): “El comercio informal en el centro de San Salvador”. Con el estallido de la guerra civil, durante los 80, el centro histórico se inundó de vendedores informales, muchos de ellos llegados de otras ciudades.

La construcción del mercado Central, bajo la administración del ex alcalde y ex presidente José Napoleón Duarte, propició que el sector informal se tomara la 4a. y 6a. Calle Poniente, la Calle Gerardo Barrios, la Avenida 29 de Agosto y la Plaza 14 de Julio. Fue allí donde se dio el primer e histórico enfrentamiento entre los vendedores ambulantes y la Policía Nacional.

Desde entonces todos los acaldes de San Salvador han impulsado el ordenamiento del centro histórico. Tarea que no ha resultado sencilla y que incluso para su realización se han atropellado derechos humanos. Los candidatos a alcalde de la capital para el periodo 2015 – 2018 ya han dicho que también están comprometidos con el ordenamiento de la cuidad. Aunque cabe destacar que han afirmado que trabajarán en conjunto con los vendedores, y que no usarán la fuerza para desalojarlos. Pero ¿realmente se logrará un reordenamiento consensuado con los vendedores?

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Para Pedro Julio Hernández, representante de la Coordinadora Nacional de Vendedores, el tema del comercio informal debe tener una connotación más allá del ordenamiento de la ciudad, debe analizarse como un problema estructural que trasciende a la alcaldía y en el que deben participar el Estado y la empresa privada.

—Para miles de familias pobres de este país, la única fábrica de empleos son las calles. Eso es producto de la falta de empleos y oportunidades. Si el gobierno se reúne con la empresa privada, también debería reunirse con nosotros para ver qué planes vamos a seguir, pues somos los que más generamos empleos— opina.

Cuando Pedro Julio habla y opina, trata de dar argumentos sustentados en estudios e investigaciones. En su oficina, mientras no vende, se dedica a ayudar a sus compañeros y a leer, documentarse. Cuando llegamos a entrevistarlo, estaba leyendo noticias en su computadora y sobre su escritorio había un estudio de comercio informal.

En la Coordinadora Nacional de Vendedores vela por un centro de bienestar infantil para los hijos de sus compañeros, está al tanto de un centro de computo, clases de inglés gratis, y dice que ya tienen pláticas con una universidad privada para conseguir medias becas, administra una escuela de artes marciales mixtas y otros beneficios de la Coordinadora para los vendedores. Cabe destacar que  existen al menos 32 organizaciones de vendedores.

Él es enfático en decir que la situación de cada vendedor es crítica. Que no puede hablar de la violencia y delincuencia que sufren porque se metería en un problema, y que también tiene incertidumbre acerca de lo que el nuevo alcalde pueda hacer en pro del ordenamiento del centro de San Salvador.

—¿Estaría de acuerdo con el ordenamiento que proponen los candidatos?—interrogamos.

—Todo mundo quiere ordenado San Salvador, también nosotros. Pero un ordenamiento que no se traduzca en desalojo. Vemos que los candidatos, hasta este momento, ven a los vendedores como un problema de orden o desorden, nos ven con ojos de un ordenamiento estético. Pero eso es absolutamente falso, el tema de los vendedores es un tema de carácter social y estructural. El comercio informal se ha vuelto la subsidiaria de empleo en este país. Nosotros somos la válvula de escape que este gobierno tiene para entregarnos empleo que ellos no generan.

Pedro Julio es enérgico en decir que si hay un desalojo forzado volverán a vender allí mismo. Afirma que no están casados con las calles, que su lucha nunca ha sido defender calles, parques ni aceras, que ellos solo defienden el trabajo.

—¿Habrá objeción ante la propuesta de llevar los vendedores a los edificios abandonados que serán remodelados para mercado?

—Si a mí me dicen que hay un edificio abandonado sobre la 4 calle oriente, inmediatamente digo no. Nuestro nicho de venta es donde la gente pasa. Nosotros estamos dispuestos a escuchar alternativas, pero además tenemos propuestas.

—¿Cuáles son esas propuestas?

—El Hula-hula debe convertirse en buen centro comercial. Este predio frente al ex cuartel, deberían hacerle una planta baja para vehículos, una segunda planta para ventas y un tercer nivel para centro de bienestar infantil para nuestros hijos, más un centro de convenciones. Bien cabemos mil vendedores. Tenemos el espacio frente al Palacio Nacional, son edificios perfectos.

Pedro Julio dice sentir preocupación también por la entrada en vigencia del Sistema Integrado de Transporte del Área Metropolitana de San Salvador (Sitramss), porque la calle Arce se alimenta de todo el flujo de gente que viene en los buses que serán sacados de circulación en el centro. Pedro Julio piensa que, bajo la lógica del Sitamss, el flujo de gente pasará por la Alameda Juan Pablo II. De manera que los vendedores deberían moverse para ese lugar. Y los edificios para mercados deberían estar ubicados sobre la Alameda.

—Pedro, ¿qué pasaría si el próximo alcalde resuelve que para el ordenamiento de San Salvador tiene que moverlos quieran o no?

—Nos vamos a dar verga. Quizá lo dije mal, pero ya lo dije. Y es porque vamos a defender nuestro trabajo, es que con la comida de nuestros hijos nadie puede jugar. Podrán quitarnos la champa, pero vamos a seguir vendiendo allí. Al próximo alcalde se le va a complicar cuando una avalancha de vendedores quiera establecerse en la Juan Pablo II. Es que aquí no se trata de verguear vendedores, de combatir vendedores en la calle, se trata de combatir las causas que generan que miles de personas se vuelvan vendedoras en la calle. Y pueden decir que hay ladrones, hasta en la Asamblea hay ladrones. Aquí hay más que eso, hay familias decentes.

—¿Cree que el gobierno actual y los anteriores han hecho algo para combatir estas causas estructurales?

—No he visto nada. Es que hubo cambio de gobierno, pero el modelo sigue siendo el mismo. Excluyente y marginador. Rojos y tricolores son igual de opresores.

Según Pedro Julio, el Estado debería empezar a dictar políticas públicas en favor del comercio informal, que deberían implicar declarar a este sector como bien público y de carácter social sujetos de derechos a prevención social, seguro medico y seguro de vida.

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Mientras no hayan políticas públicas en favor del comercio informal, los casi treinta mil vendedores del centro seguirán en la misma situación. Y mientras aparece el nuevo alcalde de la capital, los vendedores seguirán en incertidumbre, así como Guadalupe Rivera que por hoy seguirá trabajando de igual forma. Construyendo un negocio que quiere heredar a sus hijos porque está convencida que difícilmente encontrarán un empleo.

Y como todos los días, se irá de su puesto a las siete treinta de la noche. Y al día siguiente continuar con la misma rutina.

—Trabajo de domingo a domingo. No puedo darme el lujo de dejar de venir un día, porque una trabaja con pisto prestado, por ley tengo que estar acá para no atrasarme en el pago y tener comida para mis hijos.

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