Foto Exposición sobre Salarrué Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI)/Tania Primavera
Este 22 de octubre se conmemora el natalicio del ilustre escritor salvadoreño, Salvador Salazar Arrué (Salarrué). Hoy estaría cumpliendo 116 años. Salarrué nació un 22 de octubre de 1899 en Sonzacate, Sonsonate, al occidente de El Salvador, y murió el 27 de noviembre de 1975. Por ello, GatoEncerrado retoma un poema que el también ilustre escritor salvadoreño, Roque Dalton, dedicó para describir y agradecer el aporte invaluable de Salarrué a la cultura salvadoreña.
“Larga vida o buena muerte para Salarrué” Por Roque Dalton.
Dios lo bendiga y lo haga un santo Don Salarrué
muchas gracias por sus dulces guáshpiras
por los tetuntazos de ternura
con que me ha somatado las arganillas del corazón
que si se muere mañana es viernes
las Animas Benditas lo cundundeyen
y lo hagan seguir camino
que San Pascual Bailón me lo ampare
y me le tape las veredas del chimbolero
y que la Virgen de Candelaria
me lo mande bien a la llama para el cielo
caballero en un caballo bien maiciado
que no sea sombriíto
ni tan entelerido como el de mi General Claramount
y que para mientras tanto
en la vida me lo tengan galán y chelón
que no le falte la salud el pisto ni el amor necesario
que coma sus tres tiempos
y le sobren amigos la pura mar y sus conchas
como si hubiera obtenido la piedra azul
que vomita la culebra zumbadora
cuando es derrotada por un hombre de bien
que me le caiga también la bendición del Cipitillo
y la del Cadejo Blanco
no liunque que ahora estén un poco caídos de la moto
frente a los cantantes peludos de la televisión
todos ellos medio mirame y no me tentés
y que también le lluevan y le valgan
las bendiciones de Don Gerardo Barrios y doña Adelaida
de los indios Anastasio Aquino y José Feliciano Ama
de Don Pedro Pablo Castillo y el maishtro Felipe Soto
de Catuta y el Choco Albino
del Negro Lagos
la María Jacobo
Firuliche
y el viejo cascarita de Don Chico Gavidia
todas ellas
entre una tronazón de cohetes de vara
y la silbazón de las buscaniguas
y gritos de viva Romero hijos de puta
santo remedio
para que se pueda echar a la rabadilla otros setenta años
y allá por su ciento cuarenta aniversario
yo pueda disponer de algunas maracandacas
(y de permiso para entrar al país)
y nos podamos enzaguanar juntos un par de talaguashtazos
del mejor chaparro de Oriente
con boca de chacalines
y chilmol de jícama de Cojutepeque
cutuquitos de caña
y una pailada de pedazos de marañón japonés
Seguro que para entonces habrá ya en el mundo menos truncias
y nadie dirá ya que aparten a la catapulta a un lado
para continuar siguiendo
y la señora Guaramba aún irá diciendo por los caminos
“[¡Ve pué!”
pero de pura contentura y sabiduría
y nadie les pegará en las nalgas a los cipotes
por ispiar por los hoyitos de la carpa del circo
más bien todo el país será una chulada de circo para niños
con payasos cosmonautas y mistiricucos de Saturno
con repartición de sorbetes de mora y caramelos
[de leche de burra
de puro choto para todos
y chilate con nuégados para los papases y las mamases
[a la salida
y bolsas de alboroto quiebradientes y güishte vitaminado
y panes con chumpe de tres chunchucuyos
y pupusas de loroco automáticas
envueltas para llevar a las casas de cada quien
casas bien pintaditas y tiperías
con traspatio para jugar escondelero y aprietacanuto
y los hombres serán milagreros exactos
no tan desproporcionados como San Isidrito el hijuepuerca
y considerarán el “para vos nuay” como un insulto
[incomprensible
usado allá en un tiempo viejo y más cuico que el cuico Gómez
en una época más gedionda que un muerto gediondo
nacido de la terrible reprimenda de la papamama papamama
tiempo y época felizmente finados para siempre
¿y sabe desde cuándo Don Salarrué?
desde el momento en que alguien
aunque sea aquel cipote aprietado y cabeza de huizayote
ponga en manos del pueblo la honra de la Juana
el puñal con mango de concha
y el Tata Pueblo mira la hoja puntuda con cara de vengador
y diga “pues es cierto”
y cierre la noche
Así que ya le digo Don Salarrué
Y ya con esta me despido
entre triste y alegre como currunchiche mareño
me aparto revira contra clubis por las dudas
y ahí lo dejo
en la felicidad de su cumpleaños.
Del libro: Historias Prohibidas del Pulgarcito (1974). Un archivo de la familia Dalton Cañas
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