"El Americano" fotografiado junto a su moto
Detrás de cada homicidio en El Salvador hay una historia, hijos que se quedan sin padres, madres que lloran al saber de la muerte de sus hijos, y amigos y vecinos que a quienes la ira y la impotencia de no poder hacer nada, los invade en un país con 20 homicidios promedio al día, con pocas o nulas esperanzas de justicia, y con bajísimos índices de resolución de casos. Detrás de cada cinta amarilla policial, no solo hay un cuerpo, hay un historia.
Humberto Reyes de 51 años de edad, fue víctima de la violencia luego de que sujetos a bordo de una motocicleta pasaron disparando en su contra según versiones policiales, pues se encontraba en una de las entradas principales de la universidad donde trabajó durante 13 años como vigilante de seguridad. Por este caso la policía no reportó capturas.
En esta oportunidad, Gato Encerrado comparte una historia de vida de un vigilante de seguridad de una universidad privada de San Salvador, quien murió tras ser atacado a tiros la noche del 3 noviembre de 2015. Un estudiante de la carrera de Comunicaciones de dicha universidad, habló con él ocho meses antes de su muerte, y nos cedió su texto. Acá te contamos su historia.
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Por Enrique Alas
Azul oscuro es el uniforme de uno de los vigilantes que desde hace 13 años ha resguardado la Universidad Cristiana de las Asambleas de Dios (UCAD). Con unas botas agrietadas por el sol “El Americano” como lo conocen algunos, se pasea por el parqueo de la universidad viendo que todo se encuentre en orden, y atento a cualquier situación que requiera que entre en acción.
A sus 51 años, Humberto Reyes se muestra como una persona muy servicial y quien se define como alguien tranquilo, amable y respetuoso, “Al cantar del gallo, a las 4:30 de la mañana inicia mi día”, cuenta el americano sobre su vida diaria. A las 5:30 de la mañana se dirige en su caballo de metal, una moto Honda la cual desde hace dos años le sirve para transportarse desde su residencia ubicada en San Martin hacia su trabajo. “Llego temprano y es menos peligroso” comenta con una sonrisa don Humberto. “Desde hace dos años ya no hago turnos de 24 horas. Siento que gracias a mi trabajo me valoran”.
Don Humberto inició sus labores como seguridad en una empresa en la cual la paga no era muy buena. “Un día me encontré a un ingeniero y me dijo que había trabajo en la UCAD” recuerda este hombre con un uniforme azul, gorra negra y unas botas más desgastadas que su misma piel, quien brinda seguridad a las instalaciones de la UCAD.
“Antes en el Ejército me decían centinela” me dice con una sonrisa que más que sonrisa es una expresión de nostalgia. Don Humberto prestó servicio militar por dos años en el Ejército. “Puedo utilizar toda clase de arma y me capacitan cada año”. Entre las capacitaciones que el americano ha recibido destacan las psicológicas y las de Derechos Humanos.
“Cuando era joven viera como me seguían las bichas” me cuenta en medio de carcajadas, “Hasta que por fin llegó la que me atrapó”. Don Humberto es padre de tres hijos los cuales espera que un día sean profesionales y puedan salir adelante.
En todo el tiempo que Humberto Reyes lleva trabajando de vigilante de la UCAD no ha tenido la necesidad de disparar su arma. “Hace tres años se quisieron meter a robar, yo ya había visto al baboso que se iba subiendo por el portón del parqueo. Dejé que se metiera, y cuando estaba adentro le caí y lo encañone… después con mi compañero de turno se lo entregamos a las autoridades”, comenta.
-Por ahí me llegaron rumores que asustan de noche en la universidad- le digo con intención que me confirme si es cierto. “Pues mire, a los otros "tigres" los han asustado; a mi nunca me pasó nada”. “Sabe yo le tengo un gran aprecio a la universidad” -me dice antes de irme-.
El americano deambula con mirada aguda y con perspicacia por los pasillos de la UCAD, a la espera de no tener la necesidad de entrar en acción, de usar su arma, su capacitación o su adrenalina, pero el día que sea necesario, con una sonrisa y con firme voz, estaría dispuesto a actuar para defender su trabajo, y más que su trabajo, sus amigos, sus compañeros, los estudiantes, los decanos, los maestros. A todos.
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Como don Humberto, veintenas de casos al día se quedan en la memoria, en la impunidad, en un nudo en la garganta y en el recuerdo de quienes debido a estar en el lugar y momento equivocado, son víctimas del país más violento del mundo. Este es un texto a manera de tributo a su memoria, a su trabajo y a su dedicación por la seguridad de otros. Descanse en paz "Americano".