¿Qué sucede una vez las empleadas domésticas entran a la casa donde van a trabajar? El mismo Ministerio de Trabajo reconoce que no cuentan con un programa de inspecciones para trabajadoras domésticas. La Constitución de la República protege “al patrón” en un país donde los derechos laborales y sociales de estas mujeres simplemente no existen.
Por Krissia Girón
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Capítulo II
Luego de tres horas de viaje y 120 kilómetros recorridos entre los valles y volcanes característicos de la zona Occidental de El Salvador, llegamos al municipio de Tacuba, en el departamento de Ahuachapán. En esa calurosa mañana de diciembre, en la sede del Sindicato de Mujeres de Tacuba, nos espera Mercedes Pineda, una mujer de 43 años que se dedica al trabajo doméstico desde los 18. Mercedes tiene ocho hijos e hijas, dos de ellas son también empleadas domésticas.
Con melancolía y tristeza por lo vivido en 24 años de ejercer este oficio, Mercedes nos comenta cómo sufrió violencia física y psicológica con una de sus primeras patronas.
—Lo que no me gustó a mí fue que en ese tiempo ella (su jefa) trabajaba en Telecom, y cuando llego se quitó el chaleco y me lo aventó en la cara, y los botones del chaleco me dieron en la cara y me hirieron. Yo me puse a llorar y pensaba: Dios mío, pero si yo no trabajo para mis hijos, quién lo va a hacer, tengo que aguantar. Pero de tanto maltrato ya no aguanté y le dije: “¿Entonces no me va a pagar?”, “No, no te voy a pagar” “Pues me pague o no me pague, yo me largo”, “Pues no te pago; ni $10 dólares te voy a dar”. Tres años estuve con la señora que me tiraba el chaleco. Yo me encerraba en el cuarto a llorar y a pensar que si yo no trabajo, nadie les va a dar de comer a mis hijos. Eso lo hacía en la noche y en la mañana amanecía con los ojos rojos, y ella me preguntaba: “¿Y qué te pasó?, ¿estás decepcionada, verdad?” “Sí, es que ya no aguanto, mejor me voy a ir”. “No Mercy, no te vayas, algún día me voy a componer y te voy a aumentar el sueldo”, pero nunca lo hizo, nunca me pagó un aguinaldo, ni vacación, ni nada —, recrea el diálogo infértil que tuvo Mercedes con su jefa.
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La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el convenio 189 sobre Trabajadoras y trabajadores domésticos, señala que el trabajo doméstico sigue siendo infravalorado e invisible, realizado principalmente por mujeres y las niñas provenientes de comunidades desfavorecidas, quienes son vulnerables a la discriminación y otros abusos de los derechos humanos. Situación que se complica aún más al realizarse en un ámbito privado como el hogar.
El Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), en su estudio sobre el Trabajo doméstico, encontró, entre otros abusos a los derechos de estas mujeres, que el 22.68 % no puede llamar a sus familiares ni recibir llamadas, el 19 % de estas no puede recibir visitas, y el 14 % se alimenta de cosas diferentes a la familia, así como ocupar utensilios diferentes a ellos, en ocasiones desechables, lo cual expone que ellas viven en condiciones de discriminación por su oficio.
Mercedes nos cuenta que sus hijos, sus condiciones de pobreza y las dificultades para encontrar empleo, hicieron que soportara todos estos maltratos en silencio. —Yo he llegado a partes donde he sufrido, me han tirado el chaleco en la cara, no me han pagado, pero como una es bien ignorante, y nosotras lo que hacemos es callarnos, agarrar nuestras cositas e irnos. En eso he sido así, cuando me decían algo mejor me quedaba callada por mis hijos, tengo que sostener a mis hijos, decía yo, aunque no coma, pero a mis hijos los voy a sostener yo y de todos modos me toca sufrir. Así es que ahora estoy sin trabajo, y en mi cantón ando haciendo lavaditas y planchaditas, me gano mis cinco o seis dólares, y como donde vivimos es cantón, en San Francisco, ahí la gente siembra frijoles y maíz, y ahí anda uno sembrando también, porque Tacuba es un lugar bien pobre—.
En efecto, Tacuba, que es un municipio del departamento de Ahuachapán, tiene el 42.2 % de pobreza extrema, el tercero más alto a nivel nacional. Ahí convergen 31, 209 habitantes. Además, sus índices de analfabetismo son altos, el 25.9 %, aunque este último se ha visto reducido gracias a diferentes programas implementados por el Ministerio de Educación. Aquí también se concentran una gran cantidad de mujeres que optan por ofrecer servicios domésticos. La mayoría trabaja en San Salvador e inicia su vida laboral entre los 11 y 16 años de edad.
Organizaciones como FEASIES han trabajado en los últimos años en la organización sindical de las trabajadoras del hogar. Marta Zaldaña, Secretaria General de esta organización, comenta que las experiencias de cada una tienen factores comunes, entre ellos, la discriminación por su lugar de procedencia, por ser mujeres, y una infravalorización de la labor doméstica.
“Es muy lamentable escuchar historias de vida de algunas marcadas por la violencia sexual, mujeres que han sido abusadas por sus patronos, por los hijos de sus patronos, algunas han salido embarazadas de estos señores; de cómo las tratan respecto a la alimentación, algunas hasta traen sus comidas de su pueblo porque la comida que les dan en esas casas no les satisface, toda esa lógica de discriminación que hay hacia ellas de tener que utilizar ciertos platos, muchas duermen donde duerme el perro de la casa.
Toda esa lógica diferencial que hay en ese trabajo es bastante difícil, bastante marcado. Hay unas que se han salido de la casa porque les han quitado sus documentos y han dejado hasta sus cosas en la casa porque no se las regresan, bajo amenazas de que las van a demandar por ladronas, cosa que es común de parte de los empleadores. Hemos escuchado a compañeras que han iniciado este trabajo a los 7 años, que se las trajeron con la lógica de que iban a jugar con la niña de la patrona, solo venían como dama de compañía, pero después había que comenzar a cocinar, lavar, etc. Hay una compañera que la embarazó un patrono y lo que hicieron fue ir a dejarle una cama y un ropero para que no denunciara. Son una gran cantidad de historias difíciles para ellas”, nos expresa Marta.
Muchas trabajadoras viven de manera permanente en los hogares donde trabajan por diferentes motivos, entre ellos, porque su hogar queda lejos de su trabajo y su ingreso no les permite costear los gastos de transporte. Según la investigación del IDHUCA, el 30.5 % de las trabajadoras dijeron dormir en su lugar de trabajo, aunque la mayoría (69.5 %) duerme fuera. Además, algunas de estas mujeres provienen de municipios como Tacuba, Cuisnahuat, Nahuizalco, entre otros municipios que registran los más altos índices de pobreza del país.
Otra organización que trabaja de cerca con la realidad de ellas, es el Movimiento de Mujeres Sindicalistas “Febe Elizabeth Velásquez”. Para su representante, Vilma Vásquez, estas violaciones comienzan desde las legislaciones, y pasan también por patrones culturales en nuestra sociedad. “El mismo Código de Trabajo dice que las trabajadoras domésticas tienen que tener fidelidad a su patrón.
Esto significa que la trabajadora tiene que ser fiel, significa que ahí puede haber todo tipo de violaciones en el encierro, violencia física, y todo tipo de violencia, entonces las mujeres tienen que guardar silencio, tal como lo hacemos en nuestras casas, la mujer guarda silencio con el marido haga lo que le haga. Una mujer va a una casa con los mismos mandatos que las relaciones de parejas o afectiva, aun si es pisoteada.
“La semana pasada acompañamos dos casos de compañeras que los empleadores las acusan de que le han robado, sin pruebas. Además de ser indignante, es una difamación, es una forma de aterrorizarlas para que no hagan movimiento de denunciar a las instancias donde se denuncian los derechos laborales. Ellos fácilmente las acusan de robo. Es una práctica generalizada de los patrones la humillación y las violaciones de los derechos de las trabajadoras, que responden al sistema patriarcal en el que vivimos.”
Luego de platicar con Mercedes, en ese mismo lugar conocimos a Isabel, una mujer habitante del cantón San Rafael de este municipio, quien al contarnos su historia, nos comprueba lo dicho por las organizaciones sociales: Ellas sufren violaciones a sus derechos humanos y laborales, y además no son sujetas de derechos.
—En la colonia Escalón trabajé cuidando una niña que tenía 13 años, y ella era bien malcriada conmigo, me gritaba, la comida y la bebida quería en la cama, cuando la mandaba a bañar me decía que no, me dejaba toda la ropa aventada. Cuando le dije al papá que su hija era demasiado rebelde me salió enojado y me dijo que yo no servía para nada, que para qué me había contratado: “Para qué te contraté si no servís para nada, -“pero lo que usted vale, valgo yo, usted puede tener dinero, pero todos valemos igual”. –“Mañana te voy a ir a aventar a la terminal”. -Vaya, está bien, vaya a tirarme, pero págueme mi tiempo”, -“No, te voy a pagar solo el día que has trabajado, pero mañana te voy a ir a aventar a la terminal”. El me gritó y me decía las grandes palabrotas, y la comida que me era peor: Un pan para el desayuno, para la cena era un plátano con queso. Imagínese como iba a aguantar si yo me levantaba a las cuatro de la mañana y me acostaba a las 10 de la noche, y pasar todo el día con un pan y una tortilla que me daban para el almuerzo. —, revive Isabel sus momentos en esa casa.
Para las organizaciones sociales y las mismas instancias gubernamentales, la falta de regulación de este sector laboral permite que estas violaciones queden impunes. El mismo Ministerio de Trabajo reconoce que no cuentan con un programa de inspecciones para trabajadoras domésticas, según nos comentó Carla Bonilla, Coordinadora de Inspecciones de esta instancia, quien asegura que, al trabajar ámbito privado, el artículo 20 de la Constitución de la República, protege a los patronos de esta mujeres, al decir que la morada es inviolable, para no dar paso a inspecciones de las autoridades. “Ese es un caso bien especial, porque en ellas podemos ir a verificar el cumplimiento de sus derechos laborales únicamente a petición de la parte trabajadora, si yo empleada doméstica vengo y solicito una inspección especial, pero que podamos hacer un plan para verificar los derechos es bien complicado, porque si nosotros no tenemos una orden, estaríamos entrando a un lugar sin una orden, entonces estaríamos incurriendo en un delito”, comenta Carla
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La violencia en el trabajo doméstico remunerado debería llamar la atención del Estado. Hasta la fecha, únicamente la Ley de Igualdad y Equidad, así como La Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia Para las Mujeres, señalan que las instituciones gubernamentales deben crear mecanismos para la atención y prevención de la violencia laboral, específicamente hacía las trabajadoras domésticas. Sin embargo, este terreno poco se verifica y explora por parte de las autoridades. Las trabajadoras del hogar se encuentran desamparadas ante la falta de legislaciones que las protejan, ¿sabe por qué?
Descúbralo en el siguiente capítulo.
Esta investigación fue realizada en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación para las Américas, del International Center of Journalist (ICFJ), en alianza con Connectas, Radio La Klave y Revista Gato Encerrado