El poeta urbano que desafió las críticas y al ‘Gran Imperio’

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Agentes de seguridad municipal lo han querido desalojar. Los taxistas se han burlado y la gente simplemente lo ignora. Wally, subido en una silla en la Plaza Morazán de San Salvador, alza más fuerte la voz para desafiar en un duelo entre poesía y el regetón que proviene de un almacén cercano.


 

Texto y fotografías por Xochitl Acevedo

Antes de salir cada tarde desde el café cultural Maktub en San Salvador, Wally ordena sus libros desgastados y las páginas sueltas con poesía; las sostiene con firmeza junto a su determinación y carga una silla que le servirá como escenario, como plataforma o como un lugar para sobresalir en una ciudad a la que no le importa la poesía. Para cualquier persona una simple silla de madera puede significar solo un objeto para sentarse a comer, pero para Waldemar Romero es su arma de expresión.

“Wally” pensó un día en agarrar una silla de madera y dos páginas de papel en donde escribió:‟Poesía por arte, arte por poesía, vivan los gatos” ‟Poesía en la plaza, la plaza es poesía, los gatos son poesía, vivan los gatos” pegarlos en ella, tomar sus libros y salir a la Plaza Morazán a recitar poemas arriba de la silla.

Wally, quien se considera como una persona insistente, paciente y amante de los gatos; no ha llegado hasta donde está así por así. Desde que tenía siete años afirma que su mamá, con cualquier otro fin, menos el de que se interesara por la cultura, lo matriculó en la básica de cultura en El Centro Nacional de Artes(CENAR).

Acción que lo llevó a ver su vida de una forma distinta, afirmando que dicha institución lo marcó hubo una ruptura cuando empecé relacionándome con las artes, la literatura… desde niño me llamo la atención, ya en la adolescencia me llamo a ir a cine-foros, exposiciones de pintura, literatura y arte porque me llamaba la atención—.

Marcando su propio recorrido llegó a ser partes de círculos de poesía y literatura, y llego trabajar a La Casa de La Cultura del centro de San Salvador, dando talleres de pintura cuando Obed Alfaro, amigo de Wally le mencionó sobre un proyecto cultural al que lo estaba invitando ser parte.

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Este proyecto consistía en un espacio cultural en San Salvador en el que nació en la Casa Tomada y que actualmente ya ha sido demolida.  La iniciativa se trasladó al Café Cultural MAKTUB,llegué una semana después de la inauguración y luego me dieron la oportunidad de estar coordinando los talleres de literatura en Maktub dice Romero, pero además de ser parte de este, afirma ser un ave de paso en el café, pues espera comenzar nuevos ciclos de vida cuando se le dé la oportunidad de partir.

Mientras tanto, Maktub le despierta muchos sentimientos por ser un lugar en el cual interrelaciona con muchas personas, aprendiendo de cada una de ellas, y considerando que es importante que las personas incidan culturalmente, ya que al ir al café son parte de un grupo en el que difícilmente hubieran podido ser en instituciones culturales con personas más selectivas.

Maktub, los libros y los gatos son parte de la vida de su diario vivir. Explorando nuevas aventuras y nuevas enseñanzas que alimentan su ser que por ahora son su presente, yendo cada tarde a la plaza la que él considera es una plaza de intervención poética.

Sin embargo, no para todas las personas el hecho de pararse en una silla y declamar sus poemas es digno de aceptación.

Al artista lo han intentado golpear tanto borrachos como personas que transitan la plaza, los taxistas lo han agredido verbalmente, pero lo más grave los agentes del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM) lo han intentado desalojar en tres ocasiones, así como la eterna guerra con El Gran Imperio (Venta de ropa usada al otro lado de la calle) que intenta opacar sus versos subiéndole volumen a su música. Regetón para ser más exactos.

Pero con el paso de los días, las personas han aprendido aceptar este tipo de arte diferente a los que se dan en el lugar habitualmente como exposiciones de pintura, estatismo y recitales de jazz, pues él, simplemente con su poesía día con día ha convertido las tardes en la Plaza Morazán como un espacio de expresión libre y cultural.

Incluso, afirma que señoras y señores, niños, poetas jóvenes de otros lugares, vendedores y hasta los mismos taxistas que antes lo agredieron verbalmente, le han pedido la dicha de poderse subir a la silla a leer algún texto de su agrado, demostrando el nivel de influencia que ha llegado a tener.

La iniciativa que comenzó en un primer momento en conjunto con algunos de sus compañeros de Maktub, ahora es algo más individual y todos los días toma sus objetos de expresión poética y camina de Maktub hacia la plaza, aunque uno que otro compañero lo acompaña en ocasiones.

Entre el indecente volumen del regetón, las amenazas del CAM y las indiferentes miradas de la gente, este joven artista mata la rutina en el Centro Histórico de San Salvador, subido en una silla de madera declamando versos, combatiendo la contracultura, las malas mañas, el regetón, generando conciencia social y mostrando como la poesía puede hacer un cambio significativo en las personas.

Y terminando su jornada en la plaza Wally siempre parte con un ¡VIVAN LOS GATOS!

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