Detalle pintura de Luis Lazo/colección privada.
Por Tania Primavera
Salió descalza. Aunque lo había soñado. Caminó hacia la arena clara, donde las piedras pómez abundan, las conchas nacaradas blancas, las de color rosa. Los pelicanos y gaviotas. En el ocaso, caminó junto a Alice buscando un coco. Dejó la zona de confort y hoteles, buscó la comunidad, no tenia miedo, ya nada le da miedo en Cuscatlán. Al llegar a las champas, preguntó y nadie vendía un agua de coco.
Le gusta estar en la mar, sumergirse, caminar sin nadar entrar hasta donde pueda, como Alfonsina Storni para poder hablar con los animales que comparten las aguas y vivir en el fondo. Pasar una semana en esa soledad, cuando no hay nadie, donde puede caminar y caminar sirvió para saber que amaba estar fuera de la gran ciudad contaminada. No entró a la piscina, ¿para qué? si había enfrente las aguas violentas esperándola y que amaba esa violencia, sola estaba en un punto del universo. Escucha las voces, los sonidos del silencio en el agua. La voz del caracol. Su voz misma. Las aves salpicando las espumas marinas. Su piel bronce.
La playa parecía un desierto. La música de la mar. Quería llegar al manglar. Habían restos de “plumas de mar” que son las semillas que caen y se encuentran en las playas cercanas a los esteros. Como lápices para escribir sobre la arena.
Decepcionada, después de preguntar en la comunidad, donde la gente fue antipática, asombrada por no encontrar un coco. Una chucha blanca aguacatera le comenzó a seguir. Mientras caminaba, la seguía, y al final comenzaron a jugar, necesitaba atención. Estaba todo el tiempo ahí y le llamó “Fortuna”. En esos pocos momentos, la chucha se moría de alegría, por mostrar sus piruetas, sus reverencias, y llamaba a continuar siguiéndola, como mostrando “su playa”. Al llamarla, entendía su nuevo nombre.
Sundari camina viendo los cambios de colores del cielo. Se despidió de Fortuna. La chucha se quedó en el portal, pero por horas esperó afuera, como diciendo “venite” “entráme” “me voy con vos”… “no me dejés sola”. No puedo llevarte, ya tengo tres chuchas Fortuna. Al final sos feliz Fortuna. Tenés ese paisaje, te bañás en esas aguas a diario y corrés libre, y entró a darse un chapuzón de nuevo en la Costa del Sol.