Sobre los Acuerdos de Paz (Aporías del pasado y pendientes del futuro)

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*Los conceptos a continuación son de responsabilidad de la persona que los expresa.

 

*Por Fénix Leviatán

Para los pueblos, la historia es una corriente permanente de avances y retrocesos. En cada momento histórico hay aspectos de las sociedades que parecen no cambiar, hay otros que cambian inesperadamente y hay cambios esperados porque hay una lectura correcta del entorno.

Hay cambios de época y época de cambios. Lo primero se refiere a un cambio de las ideas hegemónicas que interpretan la realidad y las relaciones humanas, el segundo se refiere a cambios que se dan en el seno del mismo sistema de ideas imperantes.

Por ejemplo, las luchas feministas, movimientos LGTBI, indígenas, afro-descendientes, ambientalistas, sindicalistas, han conseguido logros importantes, pero aún dentro de la misma época, es decir dentro del mismo sistema imperante: el capitalista-patriarcal, feminicida, ecocida y etnocida.

El último cambio de época que la humanidad experimentó fue tras la revolución industrial y el descubrimiento de América, pues esa realidad material produjo nuevas formas de producción, nuevas clases sociales y con ello, cambió el sistema de ideas imperantes que interpretaban la realidad. Cambió la interpretación católica-feudal (Feudalismo) y surgió la interpretación protestante-industrial (Capitalismo).

Por tanto, las revoluciones socio-culturales, son parte de una época de cambios, que sumados enrumban inexorablemente el destino de la humanidad a un cambio de época. Los pueblos deben saber esto. Los cambios no son buenos ni malos per se, sino depende de la posición en la realidad y en la historia que ocupe cada persona que interpreta dicho cambio.

En la historia siempre han sido los poderosos quiénes han ejercido activamente su poder de cambiar o mantener la realidad a su conveniencia. Entonces, los pueblos deben asumir protagónicamente su poder para impulsar los cambios posibles y necesarios en cada época, para hacer su aporte al futuro de la humanidad. Pero la capacidad de asumir esa tarea, solo es posible si cada generación logra hacer una lectura adecuada del momento histórico.

En este mar eviterno e impredecible, valoro la importancia de los Acuerdos de Paz, para el pueblo de El Salvador.

Hay que dejar claro que la paz social es un producto directo de la justicia y una virtud de la libertad, por tanto, estos acuerdos no tienen nada que ver con eso.

Los acuerdos de paz, que es el título del documento firmado en Chapultepec, fue la razón por la que se salvaron muchas vidas del pueblo salvadoreño, evitando que esos 75 mil muertos de la guerra aumentaran exponencialmente.

Es decir, una negociación política que puso fin a la guerra, porque la comunidad internacional presionaba a ambas fuerzas, y porque ya había un cansancio en las filas de ambos lados. La negociación fue la medida más inteligente en ese momento. Para el gobierno, la masacre jesuita caldeó la animadversión de los demás países en su contra.

Para la guerrilla, si bien demostró fuerza en la ofensiva del 89, supo que las condiciones no existían como para impulsar una insurrección general del pueblo salvadoreño. Las condiciones objetivas eran adversas, y las condiciones subjetivas insuficientes como para realizar una revolución similar a Cuba o Nicaragua. Es irresponsable entonces, no reconocer que los “acuerdos de paz”, concebidos como acuerdos políticos para poner fin al conflicto armado, fue necesario e inevitable.

Es cierto que la violencia ejercida por la oligarquía continúo tras los acuerdos. Prescindieron de sus títeres represivos (Guardia Nacional, Policía de Hacienda, Batallones) y cambiaron sus formas de represión: políticas económicas.

Tras los acuerdos de paz, perdió poder la oligarquía terrateniente y emergió la oligarquía financiera-comercial. Surgió una nueva élite que hasta el día de hoy domina el país. Por eso, cambiaron sus formas de represión. Entendieron que el uso de las ideas es mejor que el de las armas. Contra las armas, el pueblo cansado se rebela, contra las ideas, el pueblo sin formación y educación las asume como propias y llega al colmo de defenderlas (de aquí surge la actual generación de jóvenes que se quejan por todo y son torpes e ingenuos ante la política).

Esta reconfiguración del poder hegemónico solo fue posible porque el pueblo social no trascendió al pueblo político. No asumió protagonismo en su momento histórico. Las fuerzas organizadas del pueblo no pudieron leer oportuna y adecuadamente su realidad. Y no los culpo, no es cosa sencilla tener visión a largo plazo cuando lo que querías era que las balas y morterazos dejaran de explotar en los cantones, caseríos y marginales. Dieron lo que las circunstancias les permitió dar.

Cada generación se enfrenta a la aporía de su futuro, y contra ello, difícilmente logra leer holísticamente la realidad. Así, logra avances en ciertos aspectos, retrocesos en otros, y aspectos que no logra cambiar. La generación que le sucede, es quién debe defender los avances de sus predecesores y empujar los pendientes. Así es la historia y así deben actuar los pueblos.

El Comandante Marcial tenía razón de llegar al poder por la vía armada, pero no se dieron las condiciones adecuadas a pesar de tanto derramamiento de sangre, torturas y desapariciones, por eso negociar un “acuerdo de paz” era imperante.

A 25 años, entendiendo la fenomenología de la historia, los avances solo son, en tanto mi generación como las posteriores no vivimos esa brutalidad del Estado. Puedo andar cabello largo, aretes, estudiar en la UES, escuchar la música que quiera, criticar al gobierno, sin temor a que el Estado me busque y me desaparezca. Todos los tuiteros y feisbuqueros críticos del gobierno deberían estar agradecidos, pues ellos serían cabezas cercenadas a orilla de carretera.

Hay avances, en tanto la gente dejó de dormir en montes y cuevas para huir de los combates, o escapar de la guardia o los batallones. Hay avances en tanto desaparecieron los escuadrones de la muerte como la Unión Guerrera Blanca.

Hay avances, en tanto se dieron las condiciones para que el movimiento social pueda expresarse y manifestarse. No reconocer eso, solo lo haría alguien ignorante o idiota.

En los acuerdos de paz quedó pendiente la atención psicológica tanto a los combatientes de ambos lados, como a quiénes no combatieron. Muchas personas llevan arrastrando más de 25 años de traumas, dolores, temores y penas.

Quedó pendiente crear medidas para distribuir la riqueza y evitar la concentración en pocas manos, pues de ahí se origina el actual problema de violencia, narcotráfico y pandillas que tenemos.

A mi generación le compete: valorar los esfuerzos de quiénes lucharon en el pasado, exigir ética en los que hoy tienen un comportamiento incoherente, honrar la memoria de los caídos, defender los avances que dejaron nuestros predecesores y cambiar aquellos aspectos pendientes que en el futuro serán los avances que nuestros sucesores deberán defender. Así, los acuerdos de paz, es solo el eslabón de una cadena que aún se sigue construyendo entre aporías y pendientes.

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