Un reportaje de Krissia Girón
Las actividades de limpieza en una casa, cuidado de ropa, alimentación y atención de niños, niñas y personas de la tercera edad, la realizan mujeres pobres en jornadas de hasta 14 horas. Durante la época colonial las relaciones de servicio doméstico constituyeron un vínculo de lealtad traducido a condiciones de esclavitud, que se mantienen hasta hoy. En pleno siglo XXI no hay políticos salvadoreños que asuman la responsabilidad de liberarlas con leyes que promuevan el respeto a los derechos laborales de las trabajadoras del hogar, y soltarles la pesada cargada.
Esta investigación realizada en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación para las Américas, del International Center of Journalist (ICFJ), en alianza con Connectas, Radio La Klave y Revista Gato Encerrado, recoge cómo la falta de reconocimiento legal de esta actividad, el carácter privado e inaccesible del lugar de trabajo y la índole informal de la relación laboral, provocan que la única salida de la pobreza se convierta en una vida plagada de abusos explotación.
Nota versión Radio
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Capítulo 1: Las Agencias de domésticas
—Me llevó una muchacha de la colonia, me dijo que era fácil conseguir trabajo allí y me fui a ver cómo es. Pero ahí la trataban a uno como que era perro. La comida era bien poquito lo que nos daba. Cuando llegué me dijeron que me tenía que quedar allí unos días porque nos iban a conseguir el trabajo. Ahí se tiene que estar una a esperar a que llegue la persona que se lo va a llevar a uno. Ahí no dan ni cama ni nada, ahí dormíamos en el suelo, solo una colchita para todas, y habíamos como 20 muchachas esperando. A veces comíamos frijoles, otros días arroz, porque la señora decía que no podía gastar por gusto. Solo cuando uno lleva dinero que puede comprar una cora ($0.25) de tortillas, pero la que no lleva tiene que estar conforme a lo que le dan. También nos daban un balde con agua al día para lavar ropa y para bañarnos con el mismo balde. Después de 15 días llamó una señora que quería muchachas para echar tortillas, y nos fuimos con otra muchacha porque no podíamos regresar sin dinero—.
Marina, es una trabajadora doméstica quien decidió irse con una amiga a una agencia de domésticas. Ella tenía a su cargo a su madre y a su pequeña hija de dos años, así que no tuvo opción más que aceptar la oferta. Como nunca había estado en una agencia, no se imaginaba la experiencia que le esperaba en el lugar.
Y es que uno de los primeros eslabones en el camino de las trabajadoras del hogar son las agencias de domésticas: casas intermediarias entre las familias o personas que contratan a las empleadas. En El Salvador existen más de 20 agencias que ofrecen este servicio. Según datos brindados por el Ministerio de Economía y el Ministerio de Trabajo a través de solicitudes de acceso a la información pública, no existen a la fecha agencias de empleo doméstico registradas en el país. Sí, ninguna.
¿Cómo funcionan?, Cientos de mujeres acuden a estas casas a buscar empleo. Ahí las reciben los dueños del lugar, por lo general siempre es una mujer quien atiende estos negocios. Ella pide a las trabajadoras sus documentos y en la mayoría de casas, las mujeres deben quedarse a dormir en el lugar ya que los empleadores llegan ahí para hacer las entrevistas de trabajo.
El Art. 4 del Código de Trabajo dice que “intermediario es aquel que contrata, o interviene en la contratación de otras u otras personas, para que presten servicio a un patrono”. La dinámica de las agencias es a simple vista común. Este es el diálogo donde por medio de una llamada telefónica, solicitamos los servicios de una empleada doméstica.
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PERIODISTA: Hola Buenas tardes, ¿estoy llamando a la Agencia Levis?
AGENCIA:Sí, a la orden.
—P: Ah, muchas gracias. Fíjese que vi su anuncio de Internet y quería saber cómo hacer para conseguir una empleada doméstica.
—A: Ah, cómo no, ahorita yo tengo personal disponible. No sé si la quiere joven o la quiere señora ya mayor.
—P: ¿Entonces puedo escoger entre jóvenes y señoras?
—A: Claro. ¿Para hacer todo lo del hogar?
—P: Sí, las cosas del Hogar.
—A: ¿Y para cuántas personas?, ¿y solo limpieza o para todo?
—P: Fíjese que ahorita quisiera ver si puede llegar por horas, porque solo vivimos mi esposo y yo, pero trabajamos todo el día.
—A: ¿La quiere por días?
—P: Toda la semana, pero que llegara de 8 a 5, puede ser.
—A: Aja, y ¿Cuánto pagaría usted?
—P: Eso quisiera preguntarle, ¿en cuánto están los precios?
—A: No sé usted cuánto está dispuesta a pagar
—P: ¿yo pongo el precio?
—A: Sí, aquí pagan de $165 a $250, hay gente que paga $300, pero aquí lo que usted quiera pagar.
—P: ¿Y cómo hago para pagarles, le pago a usted o a ellas?
—A: A la agencia le tiene que dar una comisión de $40 dólares, y luego a ella le da el salario, y ya con ella queda de acuerdo cada cuanto le va a pagar, quincenal o mensual. Los 40 dólares es por el servicio que le da la agencia, que busca personas honradas.
—P: ¿Y esos 40 dólares son por mes, o cómo?
—A: No, solo cuando contrata a la empleada, cuando ya se la lleva. Y ahí usted se lleva a la empleada que desea tener.
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Según el estudio “Reconociendo el trabajo del hogar remunerado en El Salvador”, realizado por el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), las agencias mantienen a las empleadas viviendo en esas casas donde esperan a ser contratadas por alguna familia. Roxana Marroquín, coordinadora de investigaciones del IDHUCA, plasmóen esta investigación que las agencias de domésticas actúan desde la ilegalidad.
“Hicimos una lista, eran como 30 las que aparecían en Internet, en los periódicos, y solo cuatro logramos constatar. Por aquí por el Estadio Cuscatlán hay otra que las mujeres están ahí en esa casa; cuando nosotras llegamos había como 23 mujeres y empezamos a hablar con ellas. Las trabajadoras ganan entre $90 y $100 dólares dependiendo también de lo que hagan”, expresó Marroquín.
Mapa de las principales agencias de servicios domésticos de San Salvador
Esta investigación logró enlistar 10 agencias de domésticas, de estás, solamente dos funcionan como tal. La mayoría de los datos brindados en los anuncios clasificados en periódicos y sitios de Internet son números equivocados o direcciones falsas. Roxana explica que al trabajar desde la ilegalidad, estas empresas tienen la ventaja de no ser vigiladas por las instituciones del Estado. “Son empresas fantasmas, por lo menos las que nosotras encontramos, inclusive una donde habían dos niñas cargando agua cristal, niñas pequeñas, y cuando nosotras llegamos tuvieron miedo y no nos quisieron dar la entrevista, incluso dijeron que eran familia. Entonces nosotros lo que hicimos fue coordinar para que se pudiera inspeccionar porque nos dio temor que estuviera siendo una casa con fines de trata. Pero las instituciones no lo asumen como tal, no hubo visita de la Policía Nacional Civil (PNC), no se inspeccionó; inclusive la casa funciona como una casa particular, no como una agencia de empleo”.
En las historias recabadas en esta investigación a trabajadoras del hogar, todas expresaron haber recibido algún tipo de maltrato y violencia en las agencias donde acudieron para buscar trabajo, o también fueron testigos de cómo las demás mujeres recibían maltrato por parte de los encargados de estos locales, que por lo general son mujeres.
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Para recoger las historias de estas mujeres que han sufrido en carne propia la violencia normalizada que existe para las trabajadoras domésticas, nos adentramos en su realidad y viajamos al municipio de Tacuba, en el departamento de Ahuachapán, al occidente salvadoreño. Ahí también conocimos a Griselda Asencio, quien a sus escasos 18 años, y luego de haber sido despedida de su trabajo anterior, no tuvo más opción que buscar la ayuda de una agencia para conseguir un nuevo empleo. De camino a su natal Tacuba, conoció a otra mujer, una trabajadora del hogar como ella. Este factor en común les dio la confianza necesaria para fijar una fecha donde se verían de nuevo, esta vez será para que Griselda conozca un lugar donde su nueva amiga acude cada vez que pierde un empleo.
—Me llevo ahí, solo recuerdo que era de noche y tomamos dos buses en San Salvador. Mi amiga tuvo que irse a trabajar, me dijo que me iba a dejar y que no me moviera de ahí porque me iban a llegar a traer para trabajar. Pero nunca me fui con nadie porque no me ofrecían lo que yo quería. Todas las personas me entrevistaban y me decían que pagaban $70 y les decía que muy poco lo que pagaban. Así pase cuatro días. Pero en ese lapso de tiempo, la señora de la agencia me puso a hacer limpieza, y no me pagó solo porque me daba una tortilla, y a veces crema. Me tocaba dormir en una colchoneta que estaba en el suelo. La señora me decía: “No podes pasar sentada, el tiempo no se pasa así. Ayúdame a lavar, a barrer y trapear”. Ella siempre estaba atendiendo el teléfono. Le dije a mi amiga que no me parecía lo que hacían ahí y que me fuera a traer, y me fui de regreso para Tacuba—, comenta Griselda como quien no quiere seguir recordando lo vivido.
Isabel tenía 17 años cuando partió una tibia mañana desde su natal Tacuba, hacia Santa Tecla, junto a una amiga que le había comentado sobre un lugar donde podría conseguir un empleo lo antes posible. La necesidad económica apremiaba: su madre estaba embarazada y sin empleo, sus hermanos y ella estaban prácticamente en el desamparo. Una escena usual en el municipio de Tacuba, si tomamos en cuenta que es el tercer municipio con altos índices de pobreza extrema a nivel nacional.
—En esa agencia me tocó dormir en un cartón, yo le pregunté a la señora que si allí iba a dormir, y me dijo que sí. Yo fui cuando tenía 17 años, y lo primero que me pedían era el estudio, pero como yo no tuve la oportunidad de estudiar. Antes no pedían documentos en las agencias como NIT, DUI, o recomendaciones de personas, pero hoy sí. Ese día me dijeron que me iban a recoger a las seis de la tarde, pero no me recogieron y ahí pase hasta el siguiente día. En la mañana le pregunté a la señora que a dónde estaban los baños y me dijo: “Aquí con huacal se baña uno porque ustedes no están ni trabajando”—, comentó Isabel, quien agrega que fue una de sus peores experiencias como trabajadora doméstica.
Isabel recuerda que una vez llegó a una agencia y lo primero que le preguntaron es si podía leer, y cómo quedó huérfana de padre a los 8 años, no recibió educación, dejándole como única alternativa, el trabajo.
Marta Zaldaña, Secretaria General de la Federación de Asociaciones y Sindicatos Independientes de El Salvador (Feasies), colabora con la organización que se ha instalado en Tacuba. Ahí, nos comenta que ha conocido miles de historias de mujeres que, sin pensarlo dos veces, acuden a estas agencias para buscar empleo y garantizar así mejores condiciones de vida. Sin embargo en muchas ocasiones, esto resulta ser un engaño.
“Hemos platicado con algunas compañeras que han llamado a los anuncios que salen en los periódicos, quedan de contactarlas en determinada zona para que lleguen a tal hora, y tuvimos un caso específico de la hija de una compañera que ella llamó y le dijeron que la recogerían en la Ceiba de Guadalupe, se presentaron dos tipos en una camioneta donde venían otras muchachas y se la llevaron para San Miguel, ahí le quitaron sus documentos, la tuvieron una semana incomunicada, y ella se escapó, porque prácticamente la tenían encerrada. Hay muchas cuestiones oscuras detrás de estas agencias. Pero eso es lo que hemos escuchado, a nivel institucional el Ministerio de Trabajo tampoco tiene registros de agencias legalmente constituidas, como dice la ley, que toda empresa tiene que plantear su registro en el Ministerio de Trabajo pero no hay registro de agencias, pero si ve en los periódicos hay miles de anuncios para este trabajo”, afirma Zaldaña.
Pese a la gran cantidad de agencias de domésticas que funcionan en la ilegalidad, donde han pasado muchas trabajadoras del hogar que expresan haber sufrido malos tratos, engaños, malas condiciones de vida y de trabajo, entre otras violaciones a los derechos laborales, las instituciones del Estado aún no se preocupan por regular estas casas donde las mujeres incluso, son vulnerables a sufrir otros delitos como la trata de personas.
El siguiente eslabón en la vida de una trabajadora es el hogar de aquellas familias que buscan los servicios domésticos, una realidad que no está muy distante de las agencias de domésticas. Esta, la conoceremos en la siguiente entrega.
[Fin de la primera entrega]