El Estado salvadoreño ha sido incapaz de sistematizar y reconocer a víctimas del conflicto armado del sector LGBTI, según los miembros de esa comunidad. Organizaciones sociales conmemoran a las víctimas, pero también investigan con testimonios y anécdotas de sobrevivientes que cuentan lo duro que fue ser LGBTI y estar entre la guerrilla del FMLN y el Ejército en la década de 1980. Los ocupaban como “carne de cañón”.
Por Marvin Díaz y Mario Beltrán
Carolina Escobar seca con sus manos una lágrima que recorre su mejía derecha mientras relata en público los vejámenes y las torturas que vivió durante la guerra civil salvadoreña entre 1980 y 1992 cuando en su juventud, además de lidiar con la violencia del conflicto armado, lidiaba con la discriminación y el rechazo social por su condición de transexual.
Bajo la lluvia de una tarde fría y convulsionada de junio en San Salvador, William Hernández, de la Asociación EntreAmigos LGBTI, se asoma al evento. Camina un par de pasos hasta donde se han ubicado una hilera de sillas plásticas que poco a poco se van llenando de personas de la comunidad LGBTI, que atendieron un llamado para conmemorar a las víctimas conocidas y desconocidas del conflicto armado salvadoreño y que pertenecían a la comunidad.
Parado a un lado de las sillas, William afirma que, según un estudio realizado por la organización Amate, durante la guerra ambos bandos contaban con personas LGBTI para actividades denigrantes.
“Hasta en la guerra estuvimos involucrados y fuimos parte de la carne de cañón que ambos bandos utilizaron para continuar la guerra”, dice William a Revista Gatoencerrado.
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Según investigaciones de Amate, el 26 de junio de 1984 se realizó una masacre efectuada por el Batallón Bracamontes, en la que fueron recogidas muchas personas de la 2° Avenida, hoy avenida Monseñor Romero, y fueron desaparecidas en la zona de El Playón, en donde se encontraron los pedazos de sus cuerpos y fueron torturados antes de ser asesinados.
También, esa organización encontró indicios de una desaparición masiva ocurrida en lo que hoy es el centro comercial La Campana, sobre la Avenida Roosevelt en San Salvador, en la que desaparecieron entre 12 y 20 mujeres trans trabajadoras sexuales en 1980. Los autores de esos crímenes se desconocen.
William expresa que algunas personas que se involucraron en los movimientos sociales o comandos urbanos del FMLN en la guerra, vivieron en condiciones de extrema violencia. Muchos fueron obligados a ir a primera fila de batalla cuando se les identificaban como personas LGBTI
#lgbti| @Williamvhdez de la Asociación @entreamigoslgbt habla del rol de personas LGBTIQ que participaron en la guerra civil salvadoreña. En este momento conmemoran a víctimas de este sector durante la guerra. pic.twitter.com/RbwFOGHOsG
— RevistaGatoencerrado (@GatoEncerradoSV) 27 de junio de 2018
Si no fuese por Amate, no existiría un registro mínimo que visibilizara a este sector social y su participación y sufrimiento en la guerra. Actualmente el Estado salvadoreño, según los datos de Amate, es incapaz de contabilizarlos, visibilizarlos o reconocer que personas LGBTI también fueron víctimas de la guerra.
William considera que la impunidad o el desdén social por las víctimas LGBTI en la guerra y en la actualidad, solamente tiene un origen: “No nos consideran parte de esta ciudadanía. Algunos nos consideran aún gente de segunda categoría. La Constitución de la República reconoce a la sociedad salvadoreña en general como una sola pero hay desinterés y mucha vinculación personal de los funcionarios sobre sus cuestiones religiosas y morales, que no deberían de afectarnos a nadie”, señala.
“Aquí todavía tenemos a presidentes de la Asamblea Legislativa coronando imágenes de yeso asumiendo que son vírgenes. Esa doble moral es la que nos afecta en el acceso a la justicia no solo a la comunidad LGBTI, sino también a mujeres en riesgo por aborto. Aquí hay un montón de cosas que son intervenidas con base a prejuicios morales”, agrega.
Nicola Chávez, investigadora y una de las fundadoras de Amate, dice que ha sido complicado obtener información fidedigna en sus investigaciones iniciadas en 2014. Debido a la falta de registros oficiales, han recurrido a testimonios de familiares o sobrevivientes.
En 2014 iniciaron a buscar sobrevivientes y localizaron a cuatro personas que vieron lo que sucedió o ellas mismas fueron raptadas
“Son muy contadas las personas que pueden dar información verídica de primera mano de lo que sucedió”, dice Chávez.
Explica que las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual y empezaron a vestirse como mujer en la década de 1980, tenían una vida muy precaria, insegura y por lo general expuesta a violencia y enfermedades
“Hasta ahora no se nos ha acercado nadie, de hecho como movimiento hay personas que han tenido interés de llevar esta demanda ante el Estado porque todo los indicios dan a que pudieron haber sido elementos de la Guardia Nacional o Paramilitares, pero como no se ha hecho una investigación debida, no se sabe quiénes fueron las que personas que desaparecieron”, subraya Nicola Chávez.
El acto de conmemoración de las víctimas se realizó en el estacionamiento del Centro Comercial La Campana en la cercanías del Monumento al Divino Salvador del Mundo, y en vísperas de edición número 22 de la marcha del orgullo LGBTI en El Salvador.
El evento fue organizado por la Federación Salvadoreña de personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Transgéneros e Intersexuales (FESLGBTI)
Las organizaciones afines se unen a los reclamos de las víctimas y sobrevivientes de los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante el conflicto, y exigen justicia y esclarecimiento de los hechos que afectaron al sector LGBTI.