“Robá poquito”, gritó un fan a Bukele mientras exigía a los adversarios que devuelvan lo robado

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La investidura presidencial de Nayib Bukele estuvo marcada por el hartazgo que la población pudo recriminar en vivo y en persona a políticos que representan 30 años de gobiernos corruptos, pero también por seguidores de Bukele que le gritaron que tiene derecho a “robar, pero poquito”.


Por Mario Beltrán

“A continuación, le será tomada la protesta al Presidente electo, Nayib Bukele…”, repetieron los altavoces en una abarrotada esquina de la Plaza Gerardo Barrios, en el Centro Histórico de San Salvador. La multitud está excitada y no paran de aplaudir, mientras sudan a mares por la húmeda y calurosa mañana de este sábado 1 de junio de 2019.

Bukele se levanta, camina al estrado y alza su mano derecha en señal de protesta frente al presidente de la Asamblea Legislativa, Norman Quijano. Esta no es la primera vez que están frente a frente para un traspaso de poder. En 2015, Quijano entregó a Bukele la vara edilicia de la Alcaldía de San Salvador. Hoy, lo inviste como presidente de la República.

“Sí, prometo”, dice Bukele y otra vez la euforia se encende en medio de la gente,  como si  celebrasen un gol de la Selecta ante Brasil o España. Gritan y aplauden extasiados porque coronando a su político. La multitud casi tiene una reacción parecida a la de adolescentes fanáticas de las estrellas del K-Pop en concierto.

“No vayas a robar. Si robas, robá poquito. Tenés derecho. Pero si nos robas, nosotros mismos te vamos a sacar”, grita un hombre de gorra negra y camisa desteñida por el sol, mientras ve por la pantalla gigante cómo Bukele ascendía al poder.

Es el momento en que Salvador Sánchez Cerén, el último presidente del FMLN, se despoja de la banda presidencial. La dobla, la observa y la entrega a Norman Quijano.

No solo entrega una banda. Entrega diez años de gobierno del FMLN  manchados de corrupción, falta de liderazgo y políticas insuficientes que, según encuestas, no alcanzaron para mejorar la vida de la población.

“Andate ya nuégado. Apurate, bajate ya de ahí”, grita el hombre de gorra junto a la multitud, mientras silba “la vieja”, sopla vuvuzelas y gruñe: ¡fuera! ¡Devuelvan lo robado!

No era la primera vez, en esta misma mañana, que a Sánchez Cerén lo abucheaba la multitud. Más temprano, cuando hizo su ingreso a la tarima y lo anunciaron en los altavoces, la gente lo abucheó.

El FMLN se retira con la más baja aceptación de la gente que, harta de sus políticas de gobierno, decidió no darles un tercer período.

Por fin, Quijano coloca la banda presidencial a Bukele, se la acomoda. La pareja presidencial se da un beso y saluda a la multitud. Ahora son los jefes de Estado. La gente grita. Un mujer, que está cerca del hombre con gorra, carga a su hija en hombros y grita: “sí se pudo”.

Mientras tanto, aviones de la Fuerza Aérea salvadoreña irrumpen en el cielo y la gente no deja de aplaudir.  Cada vez que Norman Quijano interviene, el hombre de gorra y la multitud vuelven a gritar a una sola voz: ¡Devolvé lo robado!

La multitud se deja ver, orgullosa, sus binchas de Nayib. Un vendedor ofrece póster con la foto del nuevo presidente a un dólar, y las camisas cianes eran la moda. El cian es el color del partido Nuevas Ideas que creó Nayib, aunque al final llegó al poder de la mano del partido GANA, que nació cuando algunos miembros de Arena se separaron y fundaron un ese instituto político.

Otras personas de la multitud volvieron realidad los memes y llegaron vestidos de árabes, en alusión a la ascendencia palestina del nuevo mandatario salvadoreño.

Sánchez Cerén y Quijano no fueron los únicos abucheados. Cuando los diputados entraron al evento, más temprano, el hombre de gorra y la multitud también les silbó “la vieja” y el fantasma de “devuelvan lo robado” volvió a aparecer.

Bukele, un empresario de 37 años, tras asumir el poder ejecutivo salvadoreño, camina nuevamente al estrado para dirigirse por primera vez como mandatario al pueblo salvadoreño y el hombre de gorra con la multitud no para de aplaudir. El éxtasis político que experimenta la multitud es similar al de la época cuando Mauricio Funes asumió la presidencia en 2009. Ese político se vendió como el cambio, vendió humo y cosechó corrupción.

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