Desplazamiento

Marisol huye para sobrevivir al desempleo

Frustrada por no encontrar empleo, Marisol migró hacia Estados Unidos. En México fue abandonada por el coyote. Su padre, desde El Salvador, contactó a otro coyote, quien en vez de ayudarla la hizo trabajar forzadamente sin pagarle nada más que la comida. Regresó a El Salvador y ahora quiere migrar a España para buscar empleo.

Junio 25, 2019

Por Ezequiel Barrera/Yessica Hompanera

Marisol sentó a su papá Andrés en una silla y luego, con un nudo en la garganta, puso sobre la mesa del comedor sus planes irrevocables de abandonarlo a él, a sus dos hermanos, a la abuela, la beca universitaria, al municipio de Apopa y a El Salvador. No era algo que realmente quisiera. Pero, a sus 20 años, consideraba que su única opción era marcharse a los Estados Unidos y ayudar desde allá con los gastos de la familia.

Su padre Andrés era el único de la casa que lograba juntar unos $300 cada mes, con su taxi viejo. Para una familia de cinco, ese dinero no alcanza para llegar a fin de mes. A veces, para juntar lo suficiente, Andrés tenía que trabajar hasta la madrugada y por esa razón casi siempre parecía somnoliento. Pero esa noche, el sueño se le fue de inmediato cuando Marisol le dijo, a secas, que ya tenía fecha para irse con su novio y un grupo de otros migrantes. 

“No te vayas. El camino es duro, hija. Me han contado que hay robos, narcotraficantes, violan a las mujeres y hasta las matan”, dijo Andrés, para intentar convencer a Marisol. Pero fue inútil. Estaba resuelta y no había vuelta atrás.

“Mi papá me pintaba todo lo malo que me podía pasar. Pero, claro, en ese momento no me importaba. Antes de irme me puse una inyección de los tres meses. Ya saben, de esas que si me violaban yo no quedaría embarazada”, recordó Marisol.

Cuando su padre preguntó cómo iba a pagar el viaje, Marisol explicó que su novio tenía un amigo que era coyote (persona que guía a migrantes en el camino hacia Estados Unidos). Y que ese amigo había ofrecido llevarlos hasta la ciudad de Chicago y cobrar sus $8,000, que es la tarifa que les iba a cobrar, hasta que ambos pudieran pagarle en Estados Unidos.

Unos días después, exactamente el 1 de septiembre de 2017, Marisol empacó un par de mudas en una mochila y se despidió de su padre Andrés. Prometió que llamaría cada vez que tuviera oportunidad, para informar de los avances en su camino. Antes de cerrar la puerta de su vivienda, reiteró a su padre que la decisión no era para abandonarlo y escaparse de casa por un capricho adolescente. Sino por la miseria de andar mendigando un empleo, curriculum en mano, bajo el sol ardiente que castiga a cientos de jóvenes que se apilan en una fila durante las ferias de trabajo. Lo peor de todo, según Marisol, es que la frustración viene después, cuando pasan los meses y nadie llama para anunciar que ha sido seleccionada para trabajar, ni siquiera por un salario mínimo de $300. 

“No llamaban para ofrecer un empleo, ni si quiera de esos que no tienen prestaciones, pero sí horarios estrictos de entrada y sin pago de horas extras obligadas. Ni siquiera de esos donde le pagan a uno poquito. Nada”, lamentó Marisol.

Datos que desaniman

Marisol es tan solo un caso de los 208,694 salvadoreños que en 2017 se encontraban en condición de desempleo, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), realizada por el Ministerio de Economía (MINEC). Las mujeres, de acuerdo con la encuesta, representan el 40.7 % de esos salvadoreños desempleados. En otras palabras, un poco más de 90,000 mujeres estaban sin empleo en ese año, incluida Marisol.

Todas esas personas que no tienen un empleo formal deben buscar alguna manera de conseguir dinero para alimentación y otros gastos en sus hogares. La gran mayoría, de acuerdo con la misma encuesta, sobrevive del subempleo. Es decir, de trabajos temporales o negocios informales. La encuesta detalla que dos de cada tres hogares salvadoreños sobreviven gracias al subempleo.

A las mujeres salvadoreñas les cuesta más encontrar un empleo formal que a los hombres. El informe “Estado de la región”, con datos actualizados hasta 2018, indica que las mujeres incrementaron su participación en la fuerza de trabajo, desde el año 2000. Pero eso no significa que han encontrado oportunidades para ser insertadas en el mercado laboral, sino que han tenido que crear negocios propios o buscar empleos temporales. 

Mujeres jóvenes como Marisol necesitan un empleo para apoyar con los gastos de sus familias. Entre esos gastos está la canasta básica.

Datos de de la Dirección General de Estadísticas y Censos (DIGESTYC) revelan que en 2019 el valor de la canasta básica es de $200.57, por mes, para una familia de tres o cuatro miembros que vive en las ciudades. Si en la familia hay más de cuatro miembros, el precio incrementa. La Encuesta de Hogares y Propósitos Multiples (EHPM) de 2016 ya indicaba que tres de cada 10 salvadoreños con empleo no alcanzaban a cubrir el costo.

Marisol, por ejemplo, explica su caso así: $300 que su padre Andrés conseguía en su taxi tenían que ser divididos en al menos $200 de comida al mes, $40 de recibos, como mínimo $20 en pasajes y comidas extras de sus hermanos mientras estudiaban. El resto, unos $40, era invertidos en medicinas para la abuela e imprevistos. Marisol, por sus buenas calificaciones, tenía una beca remunerada de la Universidad de El Salvador, por lo que no representaba un costo extra. No había más. Si un día se presentaba una emergencia, la familia tenía que dejar de comprar comida para solventar. No quedaba nada de dinero para ropa y zapatos.

Andrés tenía que esforzarse, trabajando hasta la madrugada en su taxi, para conseguir un poco más de los $300 y así comprar pasta dental, jabones, otros artículos de limpieza y calzado y vestimenta.

Ana Iris Martínez, de Oxfam, dijo que el tema de las migraciones de mujeres no es nuevo y que por lo tanto hay una necesidad urgente de que el Estado reconozca el fenómeno y ofrezca alternativas a las mujeres que se ven obligadas a desplazarse por factores relacionados con la economía, inseguridad y violencia sexual.

“Es sumamente importante que no veamos el tema de la migración como algo que nunca ha existido o que es un tema coyuntural, porque las caravanas que hemos tenido desde octubre del año pasado sin duda han puesto el tema en el debate público, pero no es un tema nuevo. Es un fenómeno que ha existido y que ha sido creciente y que responde a diferentes factores que fuerzan esa migración”, dijo Martínez a GatoEncerrado, durante un for sobre migraciones.

El vicepresidente de El Salvador, Félix Ulloa, se comprometió públicamente a integrar el tema del desplazamiento forzado en la agenda de trabajo del presidente Nayib Bukele. También dijo que su gobierno no cometerá el error de ignorar a las víctimas.

 “El desplazamiento forzado es un tema de responsabilidad directa del Estado. Es una situación que no ha sido abordada adecuadamente. No reconocer estos fenómenos que golpean la vida nacional no permitirá resolver los problemas que aquejan a la población. Los desplazamientos forzados de niñez y adolescencia son una mora del Estado”, dijo el vicepresidente.

El vicepresidente Félix Ulloa recibió el informe sobre desplazamiento forzado. Foto/Cortesía Cristosal

La travesía en México

Luego de despedirse, Marisol tomó sus cosas y se fue con su novio a la terminal de oriente. A las 11:00 pm, de ese 1 de septiembre de 2017, tres coyotes llegaron para guiarlos. En total, eran nueve mujeres, entre esas Marisol, y 11 hombres que buscaban llegar a los Estados Unidos.

El primer tramo del camino, entre El Salvador y Guatemala, fue tranquilo. Viajó en autobuses y comió bien.

“Ya a punto de dar el salto a México unos policías federales se subieron para registrar y bajar a alguna persona que no cumpliera con el perfil del típico mexicano de esa zona. Cuando llegó hasta donde yo iba sentada, el oficial me observó de pies a cabeza y quizá vio en mí una oportunidad para sacar lucro. Me dijo que bajara del bus”, recuerda Marisol.

El policía se le acercó y en voz baja le dijo: “Dame unos 200 pesos y ahí queda todo, no te voy a molestar”. Marisol, en cuestión de segundos, hizo cálculos y concluyó que si le daba dinero se iba a quedar sin comer en algún momento, así que se le ocurrió mentir.

“Yo le inventé al federal que no llevaba dinero en ese momento y que mis papás en El Salvador habían vendido unas vacas para que yo me fuera del país. Y, quizá, como que le causé compasión y me dijo que me subiera al bus”, relata Marisol.

Antes de subir al bus, el policía la agarró del brazo y le susurró: “mirá niña, te voy a dejar ir, pero te aseguro que más adelante te van a detener y ese cuento no te lo van a creer”.

A unos metros de la puerta del autobus, Marisol observó que otros policías abusaron sexualmente de una de las migrantes salvadoreñas que iba en el grupo hacia Estados Unidos.

“Cuando vi eso, sentí angustia y agonía. Me arrepentía de haberme ido, me fui a sentar y lloré en silencio. Me sentía frustrada porque yo dejé botados mis estudios, tenía una beca y a consecuencia del viaje la perdí”, recuerda Marisol.

Cuando finalmente llegó a la Ciudad de México, uno de los coyotes le dijo al grupo de migrantes que otro coyote fue capturado por la policía mexicana y que no podían avanzar sin él. Así que cada quien tenía que encontrar algún refugio o seguir por cuenta propia.

Marisol y su novio siguieron a un coyote al que apodaban “El Calvo”, quien les dijo que los llevaría hasta la frontera de México con Estados Unidos. Pero en el momento en que se suponía que los llevaría, les dijo que sin dinero no podía hacer nada por ellos.

Luego les propuso que si querían pasar la noche en algún motel y no en la calle, Marisol tenía que dormir en la misma cama que “El Calvo”. Marisol y su novio se negaron al ofrecimiento. Antes de que se fueran, “El Calvo” les dijo que si querían dinero para llegar hasta la frontera podían trabajar para él en su casa.

Marisol y su novio confiaron en su palabra y se fueron con “El Calvo”. Cuando llegaron, el hombre les presentó a su esposa y a sus siete hijas. Les mostró la vivienda, que mejor dicho era una mansión, y les indicó que tenían que dormir en el suelo de la sala de estar.

“Los dos le hacíamos el trabajo de la casa, junto con mi novio, y dormíamos solo una cobija que nos dieron. Yo tenía miedo porque esa gente adoraba a la Santa Muerte y tenían como un altar. Era todo bien feo, yo me sentía con un gran miedo”, relata Marisol.

Mientras tanto, el padre de Marisol contactó a otro coyote y le pidió de favor que ayudara a su hija y a su novio a irse para la frontera. El coyote se puso de acuerdo con Marisol y su novio para que escaparan de la casa de “El Calvo”.

El nuevo coyote les dijo que igual tenían que reunir un poco de dinero para llegar hasta la frontera, así que los llevó a una fábrica de esmaltes.

“Nos obligaba a trabajar. Yo creo que trabajamos más de 8 horas diarias, todo los días del mes entero que estuvimos ahí. Y no recibimos ni un centavo, porque él decía que ahí estábamos pagando la comida y la dormida”, cuenta Marisol.

Cansada de lo que tuvo que pasar, decidió que era hora de huir y regresar a El Salvador. Dejarse agarrar por policías de migración y esperar su deportación.

“Es bien difícil estar en otro país donde hay marginación por parte de los mexicanos hacia los salvadoreños, no sé por qué”, dice Marisol.

Dicho y hecho. Huyó del lugar y con la ayuda de su padre, quien le mandó $300, se regresó a El Salvador. En el camino de regreso, unos policías guatemaltecos se subieron al autobús en el que venía y le robaron los últimos $100 que su padre le había enviado para regresar.

En 2018, las autoridades migratorias de El Salvador informaron que entre enero y noviembre retornaron o fueron deportadas 22,413 personas desde México y Estados Unidos. De esas, 5,128 eran mujeres. Las autoridades aseguran que esas mujeres dijeron, cuando fueron entrevistadas, que su principal motivación para abandonar el país fue la falta de recursos económicos, seguido de la inseguridad.

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El novio de Marisol intentó llegar por su cuenta a la frontera, pero fue capturado y deportado días después. Actualmente, el novio busca llegar a España. Si lo logra y se establece, Marisol dice que se irá también.