La gente no sabía cuándo se le caía su niño, le gente lo que era es que se iban. Por todo yo encontré 18 niños, me fui por una quebrada que está allá abajo, ¿se recuerdan? ¿Cómo se llama esa quebrada, vos? Una quebradita que está allá abajo. Vaya, es quebrada, me fui hacia abajo pensando que el enemigo iba allá. Entonces me fui por una media baguaga a rodarme, porque esta era una gran zacatera. Pues, el trabajo de nosotros era rezar y rezar. Ahí nos quedaba lugar para rezar. El Padrenuestro me lo aprendí bien con los niños, el Ave María, rezar y rezar. No había comida, solo agua que yo bajaba. A los tres días volteé a ver para abajo y vi una mata de huerta. Solamente salía una hoja. Yo les dije, quédense acá, porque los niños eran bien apegados, no les gustaba quedarse. Sino que, donde yo andaba, querían andar ellos por el miedo, pues va. Que yo los fuera a dejar. Me bajé y yo encontré, Dios lo puso un tallo de guineos como de unas seis ruedas. Gruesos, como uno que está allá abajo. Y ese tallo de guineo yo les dije: nos vamos a comer el guineo, después nos vamos a comer la cáscara. Dicho y hecho. Nueve días duramos así, ¿verdad, vos?