Se tiene, además, el registro de 14 especies de anfibios y reptiles, 26 especies de aves, 6 especies de mamíferos, 7 especies de peces, un total 4 especies de plantas acuáticas en la rivera del lago. En donde habitan 9 órdenes de insectos acuáticos, además, de la especie Pseudothelphusa magna, única especie de cangrejo reportada para la cuenca y la cual es el platillo emblemático de los lugareños y que sirve de sostén para muchos pescadores.
El ecosistema natural en la cuenca del lago de Coatepeque ha venido cambiando por la acción del ser humano, originando problemas como la deforestación, erosión, contaminación, suelos frágiles y vulnerables; y sobre áreas de alto riesgo de sufrir las consecuencias de fenómenos naturales como deslaves, inundaciones o erupciones volcánicas.
La situación se agrava cuando los titulares y empresas constructoras despojan de su cubierta original a los cerros, volcanes y cordilleras con el objetivo de hacer uso mercantilista del suelo. Ocasionando con ello el debate sobre: ¿En manos de quién está la vigilancia y garantía de nuestros recursos naturales?
El cerro Afate está ubicado bajo la jurisdicción de la alcaldía de Santa Ana, que carece de ordenanzas o reglamentos que regulen la explotación de los recursos naturales. Sin embargo, existe una Ley de Medio Ambiente que exige permisos ambientales para el desarrollo de proyectos de expansión urbanísticos.
Ahora, nos encontramos con el problema de que la negligencia otorga los permisos para el desarrollo de estos proyectos nefastos que conlleva a irreparables perdidas ambientales, pero ¿quiénes son estas personas que pueden conseguir ventajas o favores? ¿Cómo es que se les otorgan permisos ambientales por parte de nuestros tomadores de decisiones en lugares donde sería imposible pensar o imaginar que se pudieran adjudicar?
Son como parasitoides. El ciclo de vida de los parasitoides puede resultar algo macabro para quienes no están familiarizados con el estudio de los insectos. Sin embargo, existen y tienen hábitos similares a estos explotadores de nuestras cuencas, cerros y áreas de recargas hídricas. Se desarrollan a expensas de nuestros recursos naturales, causándoles la muerte, luego al no tener más que extraerles se mudan a otras áreas repitiendo su ciclo de vida una y otra vez valiéndose de artimañas para lograr posición y favores que les facilitan su estilo de vida.
En conclusión, en el caso del cerro Afate los municipios tienen, después de esta dura lección, la responsabilidad directa, inmediata e ineludible hacia el medio ambiente, que hasta hace pocos años no reconocían como primordial sino como una función secundaria.
Hoy es más que una obligación jurídica, es un compromiso social del nivel de gobierno más cercano a la sociedad. Los servicios de agua potable, drenaje, saneamiento, tratamiento de aguas negras, desechos sólidos, ordenamiento territorial son aquellos que inciden sobre el bienestar y sobre el estado del medio ambiente de la cuenca del lago de Coatepeque. No deben mantenerse en segundo plano porque el precio que pagan las comunidades y la naturaleza es inmenso.
En otras palabras, debemos cambiar el modelo de la administración municipal hacia el propósito del desarrollo sostenible.
Ante la extraña e inexplicable manera como en su momento los titulares del proyecto obtuvieron sus permisos se puede sospechar de algunas dinámicas, por medio de las cuales se entrelazan servidores públicos, consultores, empresarios y políticos, en relaciones que benefician a sus arcas personales, en pos de un modelo de “desarrollo”, para la acumulación de capital de una élite.
Esta historia de la protección de una de las áreas de alto valor ecológico en el lago de Coatepeque se vuelve una vitrina de otros casos a nivel nacional en donde los técnicos y autoridades del momento en el que se emitieron los permisos por parte de las instituciones que deberían velar por el cuido del medio ambiente, sistemáticamente obviaron su deber ministerial (y constitucional) de promover la protección ambiental y el bien común, omitiendo sus propias leyes y reglamentos y revirtiendo decisiones previas de conservación– para favorecer a los parasitoides del medio ambiente de los que también formaron parte.