Opinión

Foto/Carolina Amaya

Los efectos no previstos del COVID-19

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Cristina Hernández

Historiadora ambiental de REDIA El Salvador

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Cristina Hernández

Historiadora ambiental de REDIA El Salvador.

El 23 de marzo murió una señora, tras sufrir un infarto, en San Francisco Lempa, Chalatenango. La gente del pueblo decía que fue por la cuarentena domiciliar que todos los salvadoreños deben que cumplir para evitar la propagación del COVID-19. Los hijos de la señora de 73 años, llamada Carmen, cuentan  que el paro cardíaco ocurrió mientras veía en la televisión que el Gabinete Ampliado de Salud confirmaba cinco casos de personas que dieron positivo en las pruebas para detectar el virus. (Cuando esta columna se publicó, ya iban 13 casos confirmados).

Las campanas de San Francisco Lempa repicaron a las 10:00 a. m. y nadie corrió a dar el pésame. Tampoco a comprar flores, a la misa o a comprar pan para el velorio. Los habitantes simplemente se dedicaron a escuchar, encerrados en sus casas, el triste sonido que anuncia la muerte de un vecino.

A Carmen la declararon muerta a las 7:00 a. m. y a las 4:00 p. m. la enterraron. No hubo velorio y sus familiares capitalinos la despidieron desde las butacas de una ruta 44, escoltada por policías. Nadie pudo bajarse de la unidad del transporte por medidas de seguridad sanitaria en este contexto de cuarentena domiciliar. A Carmen no la mató el COVID-19, la mató el miedo, el pánico y la desesperación de cada día ser considerada el sujeto más vulnerable de la familia.

Diario de cuarentena: Impacto psicológico y adultos mayores. Chalatenango.

Hicimos dos pruebas de casos sospechosos. Una salió negativa y la otra, positiva. Oficialmente, tenemos el primer caso de COVID-19 en El Salvador

Nayib Bukele. 18 de marzo, 2020. 

Desde que el presidente de la República efectuó las primeras medidas de prevención ante la nueva amenaza sanitaria mundial llamada COVID-19, en distintos puntos del país iniciaron las acciones -algunas comprensibles, otras irracionales- por ejecutar dichas medidas, principalmente abastecer sus hogares de artículos de limpieza y sanidad. 

Los medios de comunicación y la oficialidad dirigieron su atención a las principales ciudades del país -San Salvador, Santa Ana y San Miguel- como posibles focos de contagio ante la inminente entrada del virus al territorio salvadoreño. Esta atención también la tuvieron el aeropuerto internacional, fronteras terrestres y marítimas. 

El 18 de marzo, mediante una cadena nacional el presidente Nayib Bukele anunció el primer caso de COVID-19, localizado en el municipio de Metapán, al occidente del país. Esta noticia fue trágica para muchas personas, triste y desesperante. A las 10:00 p. m. de esa noche, en San Luis del Carmen, un pueblo del departamento de Chalatenango, se dio otra defunción bajo las mismas características que la de la muerte de Carmen. Víctima del pánico, sufrió un ataque de pre infarto que minutos más tarde también le quitó la vida, según el acta de defunción.  En ambos casos, los familiares aseguran que los infartos fueron producto de las impresiones ante los anuncios y noticias alrededor de la pandemia. 

Fernando Díaz, psicólogo y rescatista de Cruz Roja Salvadoreña, explica que los impactos psicológicos que la cuarentena puede generar en la población mundial se basan principalmente en Trastornos adaptativos. Es decir, estados de ánimo depresivos, nerviosismo, angustia, inquietud o despreocupación. La salud mental del ser humano es tan importante como la física. La salud mental de muchas personas es dañada debido al mal uso de la información por parte de distintos actores.

La histeria colectiva y los problemas en la salud mental del colectivo no solo se ven reflejados en simples estados por redes sociales, sino en acciones como los desabastecimientos en supermercados, tiendas, farmacias, etcétera. Así como los cientos de insultos dedicados a personas que entraron a territorio salvadoreño por puntos ciegos.

En El Salvador y en el mundo se ha visto trastocada la cotidianidad de las personas. Por lo tanto, el padecer cualquier tipo de síntoma e inestabilidad emocional es comprensible para cualquier población.  Analizando el rango generacional que está viviendo el confinamiento, las estimaciones desde profesionales de la salud mental consideran que a futuro pueden presentarse casos severos de estrés postraumático.

Siendo aún más específicos, los adultos mayores son un bloque poblacional de mayor fragilidad, puesto que en repetidas ocasiones se puntualiza en que corren mayor riesgo al momento de contraer COVID-19. Teniendo en cuenta que buena parte de los adultos mayores están desprotegidos, sin hogar o viven solos; es de suma importancia tratar de mantener algún tipo de lazo comunicativo con ellos de parte de vecinos y allegados.

Díaz asegura que buena parte de los adultos mayores sufren de problemas de salud físicos y mentales debido al interminable bombardeo de información donde se asegura que son la población más vulnerable y expuesta al COVID-19. “Debemos de tener conciencia, no se debe usar la información para intimidar o alarmar. Los adultos mayores no son los únicos expuestos en esta realidad, todos somos vulnerables ante el COVID-19”, dice Díaz.

El Estado debe tener mucho cuidado con los medios oficiales y pensar en el receptor, que es múltiple y variado. No se trata simplemente de hablar de cientos de muertos, gobiernos y economías golpeadas por esta crisis sanitaria, o peor aún: ver este escenario como la oportunidad para ganar votos a posteriori. Sino difundir y canalizar la información de mejor manera. El Gobierno -específicamente Presidencia y Ministerio de Salud- puede ayudar a mejorar la salud mental en la población confinada si brinda información clara, informada y si se detalla en avances, resultados, etcétera. Estos datos ayudan a aliviar la cuota de crisis diaria a la que está sometida la población.

Los impactos psicológicos son una arista importante para abordar desde las humanidades el tema del momento. Investigadores del King's College de Londres realizaron un estudio para identificar los impactos de la cuarentena. Los resultados, que fueron publicados en la revista médica británica The Lancet, aparecieron bajo el título: “El impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirlo: revisión rápida de la evidencia”. Los investigadores concluyeron que los factores que provocarían mayor estrés, de acuerdo al análisis, son el alargar las cuarentenas, temor de contagiarse, frustración, aburrimiento, suministros inadecuados, información inadecuada, pérdidas financieras, etcétera. En experiencias vividas bajo el brote del ébola y el SARS, se identificaron efectos duraderos, que se prolongaron incluso cuando pasaron varios años del confinamiento.

Finalmente, el psicólogo Díaz concuerda con las recomendaciones proporcionadas por los expertos del King's College en donde explican la importancia de la implementación de psicología positiva entre los núcleos familiares, el atender medidas de limpieza e higiene, NO SALIR DE CASA, volverse amigos de la lectura, el arte, los juegos de mesa, charlas en familia, actividades entre el colectivo y de alguna u otra manera el mantener -de forma virtual- reuniones con amigos y otras personas.

El rumor de “las señoras muertas por las noticias del coronavirus” ronda –a pesar de que calles y avenidas están vacías- por San Francisco Lempa y San Luis del Carmen, en el departamento de Chalatenango. A ninguna la mató el virus, pero las enterraron como si eso fuese un hecho.

Estos sin duda son los efectos sociales no previstos del COVID-19, los que no se ven, de los que no se habla, los desde abajo. Escenarios que sin duda nos hacen reflexionar y preguntarnos: 

¿Qué otras medidas se están tomando desde la oficialidad para apalear estos efectos sociales?

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