Opinión

La gestión gubernamental de la pandemia como pensamiento grupal

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Carlos Iván Orellana

Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.

En las dinámicas de pensamiento grupal, si el líder expresa sus deseos y opiniones por adelantado, esto presiona al grupo hacia la conformidad y al silencio. Desde este punto de vista, el uso frecuente de Twitter, más que un medio de comunicación, constituye una herramienta de control y sumisión.

Por Carlos Iván Orellana*

El enfrentamiento de la pandemia por parte del gobierno ha recibido críticas desde diversos sectores. La gestión de la crisis, entre otros señalamientos, ha sido catalogada de autoritaria, punitiva, confrontativa y polarizante: opaca en términos informativos y financieros, desconectada de la realidad, jurídicamente infernal, mentirosa y cerrada a la crítica o la asesoría de especialistas.

Aun concediendo el necesario margen de error que afrontar un evento tan extraordinario conlleva, la gestión desarrollada ha dado vergonzantes palos de ciego (e.g., encierro masivo y prolongado de miles de personas, el uso del miedo como mecanismo de persuasión, los “varados”, la desorganizada entrega del subsidio, construir un hospital desde sus cimientos antes que priorizar la instalación rápida de hospitales de campaña). Estas decisiones muy probablemente también contribuyeron con los contagios o al menos con el clima de crispación e incertidumbre colectiva. La gestión de la pandemia cabe considerarla como una concreción del fenómeno conocido como pensamiento grupal.

En 1972, el psicólogo social Irvin Janis publicó un texto cuyo título podría traducirse del inglés como Víctimas del pensamiento grupal: un estudio psicológico de las decisiones y fiascos de la política exterior. El análisis de fracasos monumentales de gestión -el ataque de Pearl Harbor o la guerra de Vietnam- por parte del gobierno de Estados Unidos, derivó en la identificación de procesos decisionales corrosivos al interior de los grupos responsables de responder ante tales circunstancias.

El factor común en todos estos eventos fue lo que Janis denominó pensamiento grupal. Se trata de un fenómeno que sufren grupos a cargo de decisiones de alto nivel que se encuentran bajo presión y cuyos miembros, al anteponer la valoración de su membresía personal y el grupo mismo, sucumben a la unanimidad fácil y al hermetismo bajo la figura de un líder vertical. Un escenario que puede derivar en verdaderos desastres por no admitir voces alternativas ni la apertura para corregir cursos de acción elegidos.

El fenómeno requiere condiciones instigadoras (e.g., un liderazgo directivo, atención selectiva de la realidad; aislamiento grupal) y presenta concreciones características: ilusión de infalibilidad y optimismo excesivo; racionalización de cuestionamientos; creencia en una moralidad superior del grupo; estereotipación de adversarios como indignos de ser considerados en procesos de negociación; presión sobre cualquier forma de disidencia; autocensura; ilusión de unanimidad; guardianes mentales autonombrados.

En este proceso, el papel del líder es fundamental. Se impone con su estilo beligerante e impone sumisión, invulnerabilidad y cohesión. El desempeño autoritario de Bukele sería una pieza clave en lo que de pensamiento grupal pueda tener la actual administración gubernamental. Por ejemplo, en las dinámicas de pensamiento grupal, si el líder expresa sus deseos y opiniones por adelantado, esto presiona al grupo hacia la conformidad y al silencio. Desde este punto de vista, el uso frecuente de Twitter, más que un medio de comunicación, constituye una herramienta de control y sumisión.

La buena noticia es que el pensamiento grupal se puede contrarrestar con la elección intencional de miembros críticos, la apertura a voces externas y disidentes, haciendo descansar las decisiones en grupos independientes o procurando liderazgos democráticos. Las malas noticias son que la crisis que experimentamos es de largo aliento, el gobierno actual parece vivir en una burbuja de superioridad condescendiente, el presidente es un líder autoritario y los miembros del gabinete son obedientes, la fricción y la ruptura con ciertos sectores (incluyendo algunos expertos y académicos) parece irreconciliable y, en general, parece que se carece de la madurez democrática necesaria que requiere la que ya tenemos encima y la que se nos viene.  

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Carlos Iván Orellana

Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.

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