Foto/Emerson Flores
RELATO
Soy José Amparo Martínez. Yo iba a tener 30 años cuando ocurrió la masacre en La Joya, que es un caserío aledaño a El Mozote, en Morazán. Recuerdo que nos sacaron de la casa a bombardeos. Eso fue el día 10 de diciembre de 1981, por la tarde. Para intentar sobrevivir, algunos nos fuimos a los montes y no volvimos a llegar a la casa. Pasamos esa noche entre balaceras. Los militares tenían todititos los cerros tomados y tiraban a las casas directamente. Esa misma noche, nos trasladamos con cuatro señoritas y mi esposa a un lugar que le dicen Cerro Brujo. Ahí estuvimos hasta el siguiente día.
En la tarde volvieron a bombardear. Al oscurecer, bajamos de ese cerro y pasamos por La Joya, y ya estaba la masacre, ya habían matado a bastante gente y pasamos encima de ellas, entre lo oscuro. Me salí de ahí, porque ya todos no soportábamos el zumo a muerto y ya habían matado a mi mamá y a mi hermana con cuatro niños.
Teníamos mucho miedo. Andábamos en lo oscuro, porque si los militares veían una luz tiraban morterazos. Yo andaba una niña pequeña, de seis años. A ella le reventaron los oídos y quedó sorda. Se golpeó un bracito y le quedó pandito. Nosotros sufrimos todo eso. Nos dimos cuenta quiénes murieron y quiénes sufrieron esa masacre y también quiénes la cometieron: que fueron los del Batallón Atlacatl. Dejaban escrito en las paredes de las casas y ahí identificaban que eran del batallón.
Había militares buena gente, nos decían “váyanse, que atrás vienen unos militares que no los van a perdonar. Los van a matar, váyanse”. El que venía atrás era el Batallón Atlacatl y cabal, la gente que no quiso salir, la mataron. Mi hermana estaba embarazada, el diagnóstico decía que en enero iba a nacer el bebé, pero fueron asesinados en diciembre.