Opinión

Todo el poder, ¿para qué?

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Ricardo Castaneda Ancheta

@Recasta

Economista salvadoreño graduado de la Universidad de El Salvador. Posee un máster en Gobierno y Gestión Pública en América Latina de la Universidad Pompeu Fabra/IDEC Barcelona y una maestría en Política Mediática, Mapas y Herramientas de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor universitario. Autor de múltiples investigaciones sobre política fiscal, niñez y adolescencia, desarrollo rural, pobreza y desigualdad. Actualmente es economista sénior y coordinador de país para El Salvador y Honduras del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).

El simple hecho de que el oficialismo controle el Estado no significa que los problemas del país se van a resolver, de hecho, es posible que se agraven. Y, hasta ahora, quienes quieren todo el poder lo que parece que tienen definido es un plan para ganar las elecciones, pero no un plan para gobernar.

Por Ricardo Castaneda Ancheta*

Aunque en política nada está escrito y las encuestas no son más que fotografías parciales de un momento específico, entre más pasan los días y más salen resultados de las encuestas, el paisaje político parece más claro. Tan imposible es que los partidos aliados al Ejecutivo obtengan 70 curules en las próximas elecciones, como tan imposible es que no vayan a ser la fuerza mayoritaria en la próxima legislatura. 

¿Qué podría explicar este resultado? La respuesta no es tan simple, no obstante, hay factores que dan pistas: la forma y resultados de las administraciones de Arena y el FMLN, el actuar de los diferentes partidos políticos en la Asamblea Legislativa, el éxito de la propaganda gubernamental, el poder ejercido desde las élites económicas sobre el Estado y, por qué no decirlo, también el papel de los medios de comunicación, las universidades, los centros de pensamiento, los sindicatos, el sistema judicial y el rol de cada uno como parte de la sociedad; es decir, cada uno deberíamos reflexionar nuestro rol dentro de este proceso que puede desembocar, que en el marco de los 200 años de independencia, un hombre, junto a su familia, logren concentrar el poder como nunca nadie antes lo ha tenido.

Ahora bien, una vez se confirme esto y el Presidente, y su círculo íntimo, tengan prácticamente todo el poder, ¿para qué lo van a usar? Desde el Ejecutivo estarían frente a un escenario por el que han estado trabajando, pero para el que —parece— no están preparados. Desde el 1 de junio de 2019, el trabajo de la actual administración gubernamental ha sido para ganar las elecciones del 2021, incluyendo muchas de las decisiones para enfrentar la pandemia de la COVID-19 y la crisis económica. Es decir que, a partir del 1 de mayo de 2021, en principio, ya no podrán usar la excusa de que alguien está bloqueando su trabajo –por supuesto siempre pueden “buscar” enemigos internos o externos–. Pero esto no es un detalle menor. 

Pues, por el simple hecho de que el oficialismo controle el Estado no significa que los problemas del país se van a resolver, de hecho, es posible que se agraven. Y, hasta ahora, quienes quieren todo el poder lo que parece que tienen definido es un plan para ganar las elecciones, pero no un plan para gobernar. En el ámbito fiscal, por ejemplo, las quejas del bloqueo son porque no se han aprobado unos préstamos; pero, según las estadísticas del propio Ministerio de Hacienda del 1 de enero al 31 de octubre de 2020, la deuda pública se ha incrementado en USD2,847.30 millones (11.3 % del PIB), es decir, que lo del bloqueo financiero no es más que una fakeexcusa. Otra cosa que no se le ha aprobado es la legalización de unas transferencias que realizó el Ministerio de Agricultura sin el aval previo de la Asamblea Legislativa y de lo cual una investigación rigurosa mostraría que no se debió hacer. Es decir que, en cualquier caso, lo que se ha bloqueado es un intento de blanqueo de errores y hasta de ilegalidades. 

Pero, ¿se han bloqueado propuestas para resolver los problemas fiscales? No, no se ha bloqueado ninguna reforma fiscal, ni siquiera una reforma tributaria, porque no se ha presentado y ni siquiera se ha empezado a discutir públicamente. Y lo mismo se podría indicar sobre la educación, salud, el medio ambiente, la generación de empleo, la reducción de la pobreza, del hambre y un gran etcétera. 

Y esto es realmente preocupante porque si buena parte de la población, como indican las encuestas, aunque dicen que su situación personal y familiar ha empeorado, tienen la esperanza de que esta administración va a solucionar los problemas del país, pero conforme pase el tiempo y no vean respuestas, entonces lo que vendría sería una mayor ingobernabilidad democrática, algo que no le conviene al mismísimo gobierno. Puede ser que, desde el Ejecutivo, sean conscientes de este escenario y por eso han realizado un extraordinario incremento presupuestario y le han dado un enorme protagonismo a la Policía y al Ejército para utilizar la represión como disfraz de su fracaso. Pero, ¿para eso querían todo el poder? ¿Para pasar a la historia como un régimen autoritario?

Hoy más que nunca el Presidente y su círculo deberían reflexionar sobre cómo usarían un control total del Estado y, digo Presidente, porque tal parece que la propuesta de los candidatos oficiales se resume en hacer lo que diga el Presidente. Pero también debería ser uno de los puntos centrales del debate de las próximas elecciones, no solo entre los partidos, sino en el trabajo, en la familia y en cualquier otro espacio. Porque más allá de bukelismo o antebukelismo, el debate, frente al escenario de un poder total, ¿para qué? ¿Más opacidad y corrupción o más transparencia y rendición de cuentas? ¿Más democracia o autoritarismo? ¿Mayor libertad de prensa o más censura? ¿Más derechos garantizados o más violaciones? ¿Mayor regresividad del sistema tributario o más progresividad? ¿Más empleos formales o más precarización? ¿Menos desnutrición o más hambre? ¿Mayor protección al medio ambiente o un mayor deterioro? ¿Más diálogo democrático o mayor persecución a las voces opositoras? ¿Más estadista o más autoritario, señor presidente? 

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@Recasta

*Economista salvadoreño graduado de la Universidad de El Salvador. Posee un máster en Gobierno y Gestión Pública en América Latina de la Universidad Pompeu Fabra/IDEC Barcelona y una maestría en Política Mediática, Mapas y Herramientas de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor universitario. Autor de múltiples investigaciones sobre política fiscal, niñez y adolescencia, desarrollo rural, pobreza y desigualdad. Actualmente es economista sénior y coordinador de país para El Salvador y Honduras del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).

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