Al norte de San Salvador se encuentra un territorio de 1,800 hectáreas -una superficie igual al tamaño de la laguna de Olomega, en San Miguel- conocido como Valle El Ángel. Según informes técnicos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) el valle pertenece a la cuenca río Lempa, subcuenca río Acelhuate y microcuenca del río Tomayate.
Informes técnicos del ministerio identifican que a lo largo de 100 kilómetros cuadrados, el Tomayate recibe agua de 51 ríos y quebradas que vienen del volcán de San Salvador y los municipios de Santa Tecla y Apopa.
Esta zona de recarga hídrica es una de las más importantes para el acuífero de San Salvador, después de la fragmentada Finca El Espino, explicó Julio Quiñónez Basagoitia, hidrólogo independiente y punto focal del Programa de Aguas de la Red Interamericana de Academia de Ciencias (IANAS, por sus siglas en inglés).
Las características hidrogeológicas del valle lo vuelven un tesoro hídrico; sus suelos jóvenes y sueltos, más la cobertura arbórea generan el ecosistema de infiltración ideal para el paso libre del agua directo a los mantos acuíferos subterráneos.
Pero la zona de recarga se verá afectada al construir más de 3,000 casas, edificios de tres niveles, una escuela y hasta una catedral, para el proyecto Dueñas, y al menos 549 casas en la primera etapa de lado de los Poma. Así lo prevén los mismos estudios de impacto ambiental.
Entre 2013 y 2016, el MARN realizó el Plan Nacional de Gestión Integrada (PNGIRH), cuyo objetivo principal fue realizar el Inventario de aguas superficiales y subterráneas. En el inventario se registró que algunos de los suelos del valle datan entre los 500 y 2,000 años atrás; que se terminaron de formar con la última erupción del volcán de San Salvador en 1917.
El inventario, a través del análisis de masas de aguas subterráneas, ubica al Valle El Ángel en la unidad hidrogeológica ESA 06-12, que pertenece al acuífero de San Salvador. Con el tiempo, el crecimiento poblacional y urbanización de los suelos, esta unidad hidrogeológica ha reducido su capacidad de infiltración.
Sin embargo, se mantienen algunos parches importantes de recarga como la microcuenca Tomayate, que es a donde se instalarán las ciudades Los Luceros y Valle El Ángel.
El hidrólogo explica que la capacidad de producción de agua de las tierras de la zona norte van en una escala de los 400 a 800 milímetros (mm) de recarga anual. Se estima que una persona (en el área urbana) usa diariamente un promedio de 150 litros de agua al día. En tal caso, 800 mm en un terreno de 355 hectáreas como el megaproyecto Dueñas, equivaldrían al consumo diario de 52,000 personas.
Para comprender la superficie que tendrá Ciudad Valle El Ángel, hay que imaginarse que será como la laguna de Metapán, en Santa Ana, que mide 360 ha; es decir, hay solo cinco hectáreas de diferencia del megaproyecto con ese cuerpo de agua.
En esas 355 ha, que desde la prolongación del bulevar Constitución se ven en forma de tierra blanca y cañales, se infiltran anualmente 400 mm; que equivalen a 1.4 millones de metros cúbicos. Esa cantidad serviría para abastecer diariamente a 26,000 personas, calculó el hidrólogo.
La proyección de los daños en la zona de recarga ya es tangible en la calle hacia Mariona, al otro extremo del Valle. Ahí, ya se construyó la residencial de Grupo Roble conocida como el Paseo del Prado, la primera etapa de la Ciudad Los Luceros.
Según el estudio de impacto ambiental, esta primera fase, se desarrolló en un espacio de 189,537.08 metros cuadrados, es decir 19 hectáreas; una superficie similar a la laguna de Alegría en Usulután que mide 20 hectáreas.
El documento revela que esa área tenía la capacidad de infiltración natural 389 mm anuales; es decir, 73, 730 metros cúbicos al año, que equivalen al agua que abastecería diariamente a 1,350 personas, añadió Quiñónez.
La zona de recarga del valle se verá afectada por el cambio de uso del suelo, que pasaría de ser cultivos de café y caña, para la construcción de ambas ciudades.
Expertos en hidrología explican que todos los suelos, aún con cultivos agrícolas, filtran distintas cantidades de agua; menos aquellos suelos con cemento, que lo que generan es escorrentía.