Por Óscar González

Por Óscar González

Los bosques de manglar, también conocidos como bosques salados, son ecosistemas costeros que se desarrollan entre la frontera entre la tierra firme y el mar, que se caracteriza porque provoca agua salobre (una mezcla de agua salada y dulce).

El biólogo Alberto González explicó a GatoEncerrado que los manglares son ecosistemas que evolucionaron hace millones de años y se adaptaron a condiciones diferentes. “En su momento fueron bosques terrestres. Con las desglaciaciones, que generaron inundaciones en las zonas cercanas al mar, los bordes costeros comenzaron a sufrir modificaciones”, dijo. “Son bosques que se adaptaron para vivir en ambientes con extrema salinidad”, agregó.

En El Salvador, los manglares se ubican a lo largo de la zona costera del Pacífico. Entre los más importantes se encuentran el de la Bahía de La Unión, la Bahía de Jiquilisco (ambos de la zona Oriental del país), Bahía de Jaltepeque (zona Central) y Barra de Santiago (zona Occidental).

Los tipos de manglar que se encuentran en el país son, principalmente, cuatro: mangle rojo, mangle blanco, mangle negro o istatén y botoncillo.

Los manglares son considerados, según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), entre los ecosistemas más prominentes y productivos. De hecho, son fundamentales para las especies costeras. 

González afirmó que entre el 80 y 90% de la biodiversidad de las zonas costeras pasa alguna fase de su ciclo de vida en los manglares, ya sea como larvas, como juveniles o como adultos. MARN señala en el documento “El ecosistema de manglar” que aves, mamíferos, moluscos, peces, reptiles y otros invertebrados los utilizan para refugio, alimentación y reproducción.

Por otro lado, estos bosques actúan como barrera de protección ante eventos como los huracanes. “El manglar sirve como un colchón ante los fuertes vientos y las fuertes lluvias”, aseguró González. Jensi Escobar, de la UNES, aseguró a GatoEncerrado que esta barrera impide, además, que el mar no llegue a las comunidades o que el agua salada se infiltre en las aguas subterráneas (que son agua dulce).

También son relevantes para la economía familiar y la seguridad alimentaria de las comunidades que habitan las zonas costeras. El consumo o venta de peces y cangrejos, la utilización de leña para fuego o madera para construcción, son algunos de los beneficios que los manglares proveen a las personas locales. 

El MARN, en 2013, estimó que los manglares ostentan un valor económico potencial de $18,505 por hectáreas por año; además determinó que los servicios ambientales que ofrecen son, “por mucho, superiores a cualquier actividad productiva que los sustituya”.

Pero la importancia de los manglares va mucho más allá. Estos ecosistemas destacan porque son fuentes de oxígeno, con niveles superiores a los que generan otros bosques. González explicó que la fotosíntesis de los manglares es 100 veces más acelerada que la de un árbol terrestre. Por ello, la captación de CO2 y la producción de oxígeno es mucho mayor. “Se compara con los arrecifes y un fitoplancton que hace también fotosíntesis”, dijo. Sobre este aspecto, Juan Antonio Campos de ProBosque expuso que un árbol de manglar purifica el aire 30 veces más que un árbol terrestre. 

Esta capacidad de producir altas concentraciones de oxígeno hace que tengan una importancia para atenuar los efectos del cambio climático, señaló González.

Como apunta Naciones Unidas, cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. Esta situación está generando una crisis climática que impacta de distintas formas: aumento de la temperatura, prolongación de la época seca, aumento en la intensidad de las lluvias, degradación del suelo.

En este sentido, el papel de los manglares, por su capacidad de capturar carbono, es fundamental frente al cambio climático.

Sin embargo, a pesar de la relevancia y beneficios de los manglares, estos se han ido reduciendo en El Salvador. Según MARN, desde 1950, se ha perdido un 60% de la cobertura de los bosques de manglar, pasando de 100,000 hectáreas a 40,000. Y es que estos ecosistemas son afectados por la contaminación, la deforestación, la expansión agrícola, los proyectos acuícolas, y el desarrollo urbano y turístico. 

Al reconocer su importancia, tanto para las dinámicas sociales, ambientales y económicas, así como frente al cambio climático, existen comunidades que se han organizado para protegerlos y restaurarlos. Un ejemplo es la Asociación ProBosque en Barra de Santiago, Ahuachapán, que ejecuta diferentes acciones para compensar el aprovechamiento que hacen de los manglares. En la zona, inciden además otras organizaciones locales como  la Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago (AMBAS). 

Para desarrollar sus acciones o para ampliar sus impactos, estas entidades reciben el apoyo de organizaciones y de instituciones nacionales, tanto de la sociedad civil como gubernamentales, e internacionales.

Este artículo hace parte de la serie de publicaciones resultado de la Beca de periodismo de soluciones de la Fundación Gabo y gracias al apoyo de Open Society Foundations, institución que promueve el uso del periodismo de soluciones en Latinoamérica.

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