Opinión

El Congreso de Honduras persiste en vender el país

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Dany G. Díaz Mejía

Hondureño, licenciado en ciencias políticas por la universidad de John Carroll, máster en políticas públicas por la universidad de Carnegie Mellon (EE. UU.), y consultor en temas de evidencia en políticas públicas en Honduras, Guatemala y El Salvador. Facilitador de talleres de liderazgo para jóvenes en América Latina. Apasionado de la libertad de expresión en Centroamérica. Autor de La Quebrada. Correo electrónico: ddiazmejia@alumni.cmu.edu

Una zona autónoma que responda a un Comité de Buenas Prácticas, encabezado por parte de nuestra élite política y extranjeros desconocidos me genera desconfianza, porque las ZEDES pueden convertirse en focos de exclusión, lavado de activos o un refugio para criminales transnacionales. Y, sobre todo, porque vender el país me parece miserable. 

 

Por Dany G. Díaz Mejía*

El 28 de enero del 2018 Juan Orlando Hernández, JOH, comenzó su segundo período presidencial. En su discurso saludó a «los que están aquí y a los que están allá en Honduras», generando una serie infinita de memes. Este percance es la manifestación más clara del modelo de desarrollo que promueve esta administración: crear dos Honduras. Una sometida a la pobreza, el crimen organizado y una debilísima institucionalidad y otra «Honduras de allá», que funcionará como una suerte de Estado autónomo, con sus propias reglas, mínima intervención estatal y un sinfín de exoneraciones. 

La «Honduras de allá» se construye bajo la fantasía de ciudades modelo atribuida a Paul Romer. Zonas autónomas dentro de países más grandes donde la política y la corrupción han llevado al fracaso del Estado. La idea es que estas ciudades modelo se conviertan en focos de inversión extranjera, fuentes de empleos para las personas del país anfitrión, y un paraíso de la eficiencia para inversores agobiados por gobiernos cada vez más ineficientes. Romer estuvo involucrado al inicio del movimiento en Honduras, pero se retiró por la falta de transparencia, según reportó Bloomberg City.   

En el 2012, cuando JOH era presidente del Congreso Nacional, Honduras pasó una ley de ciudades modelo, pero la Corte Suprema de Justicia (CSJ) la declaró inconstitucional, entre otras razones porque violaba el principio de soberanía del país. El Congreso respondió destituyendo a cuatro de los cinco magistrados que votaron en contra de la ley, reconfigurando la CSJ y pasando una ley casi idéntica bajo el nombre de Zonas Especiales de Desarrollo (ZEDE). Esa misma corte fallaría en el 2015 que un presidente puede buscar la reelección, aunque la constitución lo prohíba. En el 2020 «la Honduras de allá» se concretó con la ZEDE Próspera en Islas de la Bahía y Ciudad Morazán en Cortés, la zona norte del país. 

Las ZEDES se están construyendo sin consulta previa, violando el derecho de pueblos originarios en el norte de Honduras y socavando la lucha histórica por los bienes comunes en zonas como Zacate Grande en el sur del país. Yo estoy en contra de las ZEDES porque no se puede expulsar a la gente de sus tierras sin consultarles o involucrarlas en el proceso. Una zona autónoma que responda a un Comité de Buenas Prácticas, encabezado por parte de nuestra élite política y extranjeros desconocidos me genera desconfianza, porque las ZEDES pueden convertirse en focos de exclusión, lavado de activos o un refugio para criminales transnacionales. Y, sobre todo, porque vender el país me parece miserable. 

Me recuerda a los tórsalos, esas larvas de moscas de cabezas negras que pueden entrar en el tejido humano, moverse dentro de tu cuerpo y alimentarse de vos hasta crecer. Cuando tenía ocho años se me insertaron varios en la pierna izquierda. Fue doloroso. Nuestras vecinas tenían distintos remedios caseros que iban desde acercar un cigarrillo a la pierna hasta echarle gas encima para asfixiarlos.  Las propuestas tenían una sensatez común: salvar mi pierna. A nadie se le ocurrió que lo mejor sería arrancármela.  Al final mi mamá optó por llevarme donde Honoria, quien muy cuidadosamente removió cada uno de los tórsalos y previno una infección. 

La propuesta de la ZEDE carece de esa sensatez básica. En vez de hacer el duro trabajo de reconstruir el país, de luchar contra la corrupción, de convertirnos en una sociedad incluyente, el Congreso propone vender el país, lo cual sería lo mismo que dejar que el cuerpo se pudra por los tórsalos en vez de salvarlo.

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Dany G. Díaz Mejía

Hondureño, licenciado en ciencias políticas por la universidad de John Carroll, máster en políticas públicas por la universidad de Carnegie Mellon (EE. UU.), y consultor en temas de evidencia en políticas públicas en Honduras, Guatemala y El Salvador. Facilitador de talleres de liderazgo para jóvenes en América Latina. Apasionado de la libertad de expresión en Centroamérica. Autor de La Quebrada. Correo electrónico: ddiazmejia@alumni.cmu.edu

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