Es falso que los medios defienden a las pandillas en El Salvador

Los funcionarios de gobierno, y principalmente el presidente Nayib Bukele, insisten en que los medios de comunicación y los periodistas que explican el fenómeno de las pandillas y la violencia son “defensores de pandillas”. Expertos, académicos, abogados y periodistas consultados por GatoEncerrado coinciden en que ese discurso oficial es falso y también peligroso porque el propósito es manipular la opinión pública y una invitación tácita a que se ataque a los medios y periodistas por hacer su trabajo.

El presidente de la República, Nayib Bukele, se ha encargado de desprestigiar a varios medios de comunicación diciendo que “defienden a pandilleros” cuando, a través de investigaciones periodísticas, señalan al gobierno y sus brazos armados de cometer violaciones a derechos humanos de personas que ni siquiera son miembros de pandillas. Como efecto cascada, los funcionarios y diputados oficialistas hacen eco de ese discurso y también acusan públicamente a periodistas y medios de ser “defensores” de las pandillas.

El pasado 11 de abril, el presidente escaló un nivel más alto en su cruzada contra los medios de comunicación y calificó como “basura” al antropólogo y periodista Juan Martínez, quien por más de 10 años ha investigado desde la academia y los medios de comunicación el fenómeno de las pandillas.

El ministro de Justicia y Seguridad, Gustavo Villatoro, siguiendo los pasos del presidente, afirmó en su cuenta de Twitter que “existen medios que protegen los intereses de las estructuras criminales” y luego agregó que son: “¡Hipócritas!”.

El jefe de la bancada oficialista de Nuevas Ideas en la Asamblea Legislativa, Christian Guevara, aseguró el 10 de mayo pasado que “los periódicos que defienden a las maras están en campaña de defender a las madres de los pandilleros”.

Pero… ¿Es cierto que los medios de comunicación que el presidente Bukele, sus funcionarios y sus diputados atacan son defensores de las pandillas? Expertos en seguridad pública, investigadores académicos, abogados y periodistas consultados por GatoEncerrado coinciden en que ese discurso oficial encaja en la definición de “Falso”, que es una de las seis categorías bajo las que esta revista hace verificación del discurso público. No solo eso, también señalan que este tipo de discursos son “peligrosos” porque manipulan la opinión pública y es una invitación implícita a que se atente contra los medios y periodistas.

¿Por qué es falso?

El antropólogo Martínez explicó a GatoEncerrado que considera “un error de percepción de algunos funcionarios, y creo que es un error malintencionado, decir que porque hay medios o periodistas que publican acerca del fenómeno de pandilla automáticamente las están defendiendo”. 

Martínez aclaró que su trabajo no tiene relación con las acusaciones que recibe desde el gobierno: “Mi idea es tratar, desde la academia, de aportar conocimiento útil; es decir, aportar conocimiento que pueda servir a la hora de elaborar mejores programas y mejores proyectos y, en general, mejores estrategias para ir solventando un problema que venimos arrastrando (como país) desde hace varias décadas”. 

El problema, como expone Martínez, es que el gobierno ha ignorado deliberadamente ese conocimiento generado por sus investigaciones, las de otros periodistas y académicos a lo largo de los años. 

“Que no me hayan escuchado ni a mí ni a los otros académicos y pensadores, y que le hayan apostado a hacer acuerdos clandestinos, matanzas o capturas indiscriminadas ya no es responsabilidad mía. Yo nunca propuse eso”, argumentó.

Agregó que, en el fondo, los gobiernos prefieren la represión como estrategia en vez de invertir recursos y esfuerzos en implementar medidas con soluciones reales: “Es mucho más sencillo (para los gobiernos) meterlos presos o pegarles un tiro. La mayoría de gobiernos están comprometidos con su permanencia en el poder y con encontrar atajos fáciles para dar la impresión de que están resolviendo los problemas”. 

Amparo Marroquín, investigadora especializada en procesos culturales y comunicación, consideró que esa narrativa en la que se coloca a las pandillas como “el enemigo público número uno” es parte de los denominadores comunes de los gobiernos de la posguerra: “La retórica gubernamental de la posguerra lo que hace es señalar y culpabilizar a los que complejizan el discurso (de las pandillas)”. 

La académica explicó a esta revista que un discurso simple, como el de los gobiernos de la posguerra, es un discurso de causalidad única; es decir, que responsabiliza de todos los males del país únicamente a las pandillas y “no busca, en cambio, explicar que las pandillas pueden, por ejemplo, ser consecuencia de otros males”. 

En el análisis de Marroquín, hablar de lo que sucede en la sociedad no debería ser censurado ni atacado desde los gobiernos:  “Los medios de comunicación deben contar lo que pasa dentro de una sociedad y las pandillas son parte de la maquinaria criminal que la sociedad salvadoreña vive en la vida cotidiana”. 

Dennis Muñoz, abogado penalista, respalda esa opinión y asegura que el hecho de que un medio de comunicación cuente una historia determinada, que involucre o no a pandillas, no quiere decir que ese medio defienda a esos grupos.

“En ningún momento está defendiendo, es más, lo que se está ejerciendo por parte del medio de comunicación es el derecho a informar a la sociedad”, dijo Muñoz.

El investigador y académico de la Universidad Francisco Gavidia, Óscar Picardo, cree que el objetivo principal de esa estrategia del gobierno de atacar a los medios se reduce a deslegitimar su trabajo periodístico: “Usan esa información para afectar la imagen, la credibilidad, para dañar la reputación y minar la veracidad de sus notas. Después de repetir tanto que defienden a pandilleros o que son pandilleros, después cualquier cosa que digan o publiquen pasa a ser vista con sospecha (por las audiencias)”. 

Un discurso peligroso 

Los expertos también coinciden en que el discurso del presidente Bukele y sus funcionarios en contra de los medios no solo intenta manipular la opinión pública, sino que es peligroso porque se vuelve una invitación tácita a atacar a los periodistas y sus fuentes. 

“Lo más grave es que esa narrativa que han establecido, que han elaborado alrededor de mi persona y de mi trabajo, ha terminado afectando a algunos líderes comunitarios que han sido fuentes mías durante varios años, pues estas personas han tenido problemas en sus barrios”, lamentó el antropólogo Martínez. 

Muñoz, por su lado, explicó que no le ve ningún problema a que los periodistas, para explicar a las pandillas, platiquen con miembros de pandillas, siempre y cuando se cumplan con la ética y no se haga apología del delito: “Según la fuente de información confidencial y bajo el principio de la privacidad no debería haber problema; sin embargo, en el contexto actual, en mi opinión, es arriesgado que un periodista entreviste a alguien como una fuente de esta manera”.

El abogado advirtió que el riesgo legal se debe a las recientes reformas realizadas al Código Penal, específicamente con la creación del artículo 345-C, aprobadas el pasado 5 de abril por la Asamblea Legislativa, en el que se inserta el delito de “Elaboración y reproducción ilegal de mensajes, señales, denominaciones o propagandas alusivas a maras o pandillas”. Esa reforma se hizo para dictar condenas de 10 a 15 años de cárcel por “cualquier tipo de manifestación escrita que haga alusión a las diferentes agrupaciones o asociaciones criminales terroristas de maras o pandillas”.

El problema de esa reforma, como comentan los abogados consultados por esta revista, es su ambigüedad. Danilo Flores, Coordinador General del Observatorio Universitario de Derechos Humanos, profundiza en ese tema y afirma que un periodista en la actualidad debe ser “cuidadoso” en la manera en cómo presenta la información. Sino, podría caer en alguno de los supuestos que menciona la ley, como generar “zozobra a la población” o “transmitir un mensaje” de las pandillas. 

“Existe un alto grado de discrecionalidad en el actual estado de cooptación de la justicia que vuelve sumamente riesgoso comunicar noticias y análisis sobre la situación referida a los temas de seguridad pública que se relacionan con el tema de maras o pandillas”, comentó. 

El investigador Picardo agregó que esas reformas ya están afectando a los periodistas, pero más allá de ellos: a los ciudadanos que tienen derechos a tener información veraz, incluso de negociaciones que los políticos hacen con las pandillas.

“Hemos visto en los últimos meses muchos periodistas de medios dedicados a la investigación exiliarse, irse, por temor a las reformas legales. Los periodistas y otros actores no se sienten seguros”, señaló Picardo.

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