Opinión

Identificar los derechos humanos como nuestro recurso más preciado

Mateo Arévalo

Mateo Arévalo

Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas e integrante del Círculo Académico de Análisis Político (CAAP).

En la vulnerabilidad en que nos encontramos, debemos ser conscientes de nuestros derechos, de los límites legales de las fuerzas del Estado, e identificar a los derechos humanos como nuestro recurso más preciado, contrario a quienes pretenden desacreditarlos para luego arrebatárnoslos. 

Por Mateo Arévalo* 

Comúnmente, en los primeros días del primer año de Universidad, los catedráticos suelen preguntar a sus nuevos alumnos, entre otras cosas, las razones por las cuales han escogido tal carrera. En Ciencias Jurídicas, lo más común es escuchar motivos como contribuir al país, ayudar a la gente o el clásico hacer justicia. La ilusión inunda los salones de clase. Ilusión que, en algunos estudiantes, y luego profesionales del Derecho, perdura más que en otros, como tristemente quedó retratado en los fatídicos hechos del primero de mayo de 2021, en que un grupo de abogados, traicionando su juramento y la ilusión con la que algún día se formaron, se prestó a la mayor burla a la Constitución en la historia democrática salvadoreña. 

Eso fue lo que presenciamos el 1M: una burla a la Constitución, un ataque al Estado de Derecho y el inicio del desmantelamiento del sistema de pesos y contrapesos del poder político. Lo que los conocedores de la materia han denominado como un “golpe técnico a la justicia”. 

En la turbulenta noche del primero de mayo de 2021, se violó toda una serie de principios y garantías constitucionales, tales como la inamovilidad de los jueces y magistrados, el derecho de defensa y el debido proceso en la elección de funcionarios. Se pasó por alto completamente la inexistencia de causas de remoción reguladas en la ley, así como el proceso mediante el cual son electos los magistrados y magistradas que integran la CSJ. Todo ello, a su vez, con los votos de un grupo de diputados entre los cuales hay abogados de la República. 

Como estudiantes de la carrera de Ciencias Jurídicas, resultaba confuso y desesperante ver por televisión y redes sociales cómo todo aquello que se ha estudiado e impartido en clases, estaba siendo pisoteado, manipulado de la forma más descarada sin precedentes. Resultaba imposible no cuestionarse cuál era el sentido de estudiar Derecho en El Salvador si se estaba desmantelando lo más alto del poder judicial, pasando por encima de toda legalidad y, hasta ahora, en la total impunidad. 

Finalmente, habiendo ido tras el Fiscal General también, el golpe se consumaba mediante el uso de la fuerza policial, tomando la sede de la Corte Suprema de Justicia para instalar a los funcionarios usurpadores. No bastando, meses más tarde los diputados del oficialismo y sus aliados parlamentarios aprobaban el Decreto 144, mediante el que cesaban de sus cargos a un tercio de los jueces y juezas en todo el país, únicamente en razón de su edad (mayores de 60 años). Y casi en los mismos días, la Sala de lo Constitucional ilegítima, en un absurdo jurídico, habilitaba al Presidente de la República a presentarse a la reelección inmediata. Para servirle, señor Presidente. 

Ciertamente, el panorama pinta desolador con todo el poder del Estado al servicio de una sola persona. Con jueces disidentes que valientemente han protestado contra el quebrantamiento del orden constitucional, siendo removidos de sus cargos o trasladados hacia otras sedes judiciales en represalia. Pero es en ellos, en jueces valientes, en abogados con ética profesional, en docentes universitarios que transmiten pasión a sus alumnos, en defensores de derechos humanos que no detienen su labor a pesar del acoso y los ataques; es en todos ellos que los estudiantes del Derecho encuentran la inspiración y el sentido en medio del caos y el absurdo. 

Sin embargo, la grave situación en la que nos encontramos, en donde nuestros recursos de protección constitucional se han vuelto relativos viviendo bajo un régimen autoritario, trasciende más allá de qué papel ha de jugar el gremio de abogados y estudiantes de Derecho; se trata del papel que cada ciudadano pretenda tomar ante la ilegalidad, la mentira, el robo y los delirios de poder político. En la vulnerabilidad en que nos encontramos, debemos ser conscientes de nuestros derechos, de los límites legales de las fuerzas del Estado, e identificar a los derechos humanos como nuestro recurso más preciado, contrario a quienes pretenden desacreditarlos para luego arrebatárnoslos. 

Y finalmente, cuando la traición y la mentira caigan por su propio peso, porque lo harán, el Estado de Derecho y la razón prevalecerán.

Mateo Arévalo

Mateo Arévalo

Estudiante de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas e integrante del Círculo Académico de Análisis Político (CAAP).

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