María Ángela López vive con su familia en el cantón Olla Honda, en el municipio de Santa Clara, San Vicente. Vivir en esta zona del Corredor Seco centroamericano implica que cada verano la familia tiene que separarse para sobrevivir. Cuando el invierno acaba, no se puede trabajar la tierra, así que el esposo de Ángela tiene que marcharse hacia Honduras en busca de trabajo, mientras ella se queda a cargo de sus hijos y de su parcela.
“Cuando entra el verano, uno ya sacó su maicito, su maicillo, sus tres granos de frijol. Entonces, él se va a trabajar allá (Honduras). Aquí ya media vez pasa todo ese movimiento de la milpa, la gente se queda sin trabajo, ya no hay de dónde sacar dinero”, contó Ángela a GatoEncerrado.
La historia de Ángela y su familia no es excepcional, se repite en distintos lugares impactados directamente por el Corredor Seco en El Salvador, como en Intipucá, La Unión, donde viven agricultoras como Doris Saraí Blanco. Aunque todo el país es considerado como parte del Corredor, hay lugares donde el impacto es más grande. Pero en todos, las más afectadas siempre son las mujeres.
Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), existen tres grados de sequía dentro del Corredor Seco centroamericano: baja, alta y severa. El 4 % (25 municipios) del área total de esta región que se ve afectada por sequía severa está dentro del territorio salvadoreño. Un 62.3 % (193 municipios de la región) se ven afectados por sequía alta y un 33.7 % del área es ocupada por 150 municipios que sufren sequía baja.
Santa Clara, donde Ángela vive, es uno de los 193 municipios de la región centroamericana que se ven afectados por la sequía alta del Corredor Seco. Las olas de calor son tan fuertes en este lugar que provocan enfermedades y plagas en los cultivos. Según datos de la organización CESTA, se observó entre marzo y abril de 2020 un incremento en la población de pulgones. El ingeniero agrónomo y técnico de CESTA , Walter Gómez, mencionó que la biología del pulgón está relacionada con la temperatura del ambiente y que estos pueden vivir dos semanas en altas temperaturas y producir hasta 10 huevos por día. En Santa Clara, según el agrónomo Gómez, se han registrado hasta 35 °C, lo que provoca que los pulgones se puedan reproducir a mayor rapidez y se vuelven más difíciles de controlar.
“Estos insectos se alimentan de savia y son importantes vectores de virus, provocando pérdidas considerables en los cultivos de hortalizas como tomate, chile y árboles frutales. También dañan sus hojas más jóvenes. Tenemos reportes de pérdidas de árboles, muerte de aves y ganado bovino debido al estrés calórico”, expuso el agrónomo Gómez.
La situación de sequía ha empeorado tanto en los últimos tres años que la familia de Ángela tomó la decisión de dejar de cultivar frijol y maíz. Para no comprometer más su seguridad alimentaria, Ángela diversificó su parcela: “Hoy cultivo árboles frutales y, mientras eso produce, sembramos hortalizas para comer. Sembramos solo para nosotros el pipián, ayote; tengo unos palos de achiote y ahorita he hecho unos almácigos de tomate, chile y berenjena para tener comida durante el verano”.
Ángela es madre de seis hijos, pero actualmente solo viven con ella los más pequeños: una adolescente de 14 años y otro de 13. Hace tres años se incorporó a un proyecto de CESTA para revitalizar parcelas y diversificar cultivos por medio del riego por goteo. Desde entonces se dedica a sembrar diferentes tipos de semillas en su terreno.
“Me gusta andar sembrando palitos, cuando una ya tiene la cosecha se miran bien bonitos los tomates. Una se siente bien. El hecho de que una sea mujer no quiere decir que no va a poder hacer un abono o un foliar para echarles”, dijo Ángela.
Según datos del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), de los 1.9 millones de pequeños productores de granos básicos que hay en Centroamérica, la mitad vive en el Corredor Seco.
“Estas familias son agricultores de subsistencia, lo que significa que cosechan y consumen los alimentos que siembran, principalmente maíz y frijoles, y apenas cuentan con recursos para hacer frente a los riesgos. Si una cosecha falla, no tienen reservas suficientes para comer o vender ni para sobrevivir hasta la próxima cosecha”, afirma el estudio del WFP.
Datos de la FAO y el WFP, sostienen que “solo a través de la revitalización de los territorios del Corredor Seco se podrán garantizar condiciones para que las comunidades mejoren sus medios de vida, sin que tengan que irse de sus países y emprender viajes riesgosos para buscar mejores oportunidades.
Gómez explicó a GatoEncerrado que las afectaciones sufridas por causa del cambio climático en el Corredor Seco provocan pérdidas de rendimiento en la tierra: “Tal vez sí van a cosechar, pero si generalmente cosechaban 40 quintales, hoy solo van a cosechar 20 o menos, el problema diríamos es la baja producción”.
La FAO ha registrado 10 eventos “Niños” (sequías) en los últimos 60 años en el territorio del Corredor Seco, que se extienden entre 12 y 36 meses. Esto ha provocado un déficit hídrico importante, dañando la producción de granos básicos y los cultivos de subsistencia de frijol, maíz y maicillo. Los más afectados ante esta situación son los agricultores de subsistencia, quienes no tienen las condiciones para hacer frente a estos fenómenos.
“Por sus características, la sequía afecta en mayor grado a la agricultura y ganadería (en ese orden) que al sistema de recarga de las fuentes de agua. La recarga de los acuíferos de montañas, con menor volumen de almacenamiento, es la que resulta afectada. Lo antes expuesto indica que, en el fenómeno centroamericano, la sequía meteorológica es suficientemente acentuada para transformarse en una sequía agrícola con asomo a agropecuaria (porque también hay efectos en la ganadería)”, explica el mismo estudio de la FAO.
Este es el recuento de la FAO sobre lo ocurrido en la franja del Corredor Seco de Guatemala, El Salvador y Honduras desde 2009.
La parcela de Ángela es un terreno accidentado y pedregoso, pero es donde ella ha vivido toda su vida y su deseo es permanecer en este lugar que le pertenece. Aunque quisiera irse, no tiene a dónde llegar ni los fondos para instalarse e iniciar de nuevo. Con esfuerzo y el conocimiento que ha adquirido a través de talleres y capacitaciones, ha logrado revitalizar su parcela y diversificar sus cultivos.
CESTA le proporcionó un sistema de riego por goteo, para poder cultivar su tierra. Una vez al día recibe agua potable gracias a un derecho de agua que le dio un vecino a cambio de $1,200. Con estas herramientas y su ingenio, ha desarrollado estrategias para afrontar las estaciones del Corredor Seco: “Uno aquí aprende a no rendirse, porque mire el pedrero. Ya una dice, ahí qué voy a cosechar, qué va a hacer una ahí. No, una tiene que hacer el esfuerzo para poder tener algo el día de mañana y mire los palitos bien bonitos están en medio de ese pedrero”, expresó.
Tras su trabajo en la parcela, y en medio de las piedras y el calor del Corredor Seco, tiene la esperanza de que la situación mejore.
“Yo sueño en grande. Les digo a mis hijos que no me voy a morir sin antes comer aguacates y naranjas. El año pasado intentamos, pero los palitos no cuajaron bien. Pero este año sí. Yo me quedo aquí. Imagínese, con tanto esfuerzo una tiene árboles. Yo sé que el otro año van a dar poquito, pero van a dar y no habrá necesidad de irse, aunque sea un poquito que uno vaya sacando para la familia”, expresó Ángela.
Doris Saraí Blanco tiene 26 años, vive en el caserío Santa Lucía El Aceituno del municipio de Intipucá, La Unión. Es madre de tres niños, trabaja en un comedor y también es agricultora. Doris y otras 19 mujeres de su comunidad han aprendido técnicas agroecológicas para poder cultivar sus propios alimentos en una parcela comunitaria.
Las mujeres trabajan la parcela y se dividen la cosecha. Algunas lo venden y otras lo usan para alimentar a sus familias: “Yo no vendo mi cultivo. Mi familia es grande, tengo varios hermanos, mi papá, mi mamá, así que lo ocupamos solo para consumo, así no tenemos que comprar nada de eso. Cultivamos durante el invierno y durante el verano”, explicó Doris a esta revista.
Durante el invierno pasado, la parcela comunitaria de las mujeres de Santa Lucía se vio afectada por una plaga que las obligó a desechar la mayor parte de lo que habían sembrado.
“Para mí fue bastante duro, porque se le puso mucho empeño para que el cultivo estuviera bien. Fue muy duro arrancar el cultivo lleno de plaga. Habíamos sembrado por gusto, pero le vamos a echar ganas a la siguiente vez, nos vamos a preparar mejor y esa es la idea que llevamos ahorita con los plantines, vamos a cultivar de nuevo”, expresó Doris.
La parcela, en la que trabajan las mujeres de Santa Lucía El Aceituno, está compuesta por barro que tiene que pasar por todo un proceso para ser cultivada.
“Se tiene que descomponer. Si se escarba hoy y caen unas tormentitas, la tierra vuelve a endurecerse y así no funciona. Lo que hacemos nosotras es picar la tierra en tres ocasiones, revolver con abono orgánico y bocashi para hacer los surcos. La tierra tiene que quedar sueltecita para cultivar tomate y chile”, explicó Doris.
Ante la necesidad de organización y soluciones para enfrentar la crisis climática, las mujeres han formado un Comité Agroecológico. Este grupo no solo ha servido para generar estrategias para seguir produciendo alimentos, también se han convertido en un grupo de apoyo para las mujeres que se encuentran involucradas en el proyecto, incluida Doris quien durante siete meses se convirtió en la única fuente de sustento y cuidado de su familia, debido a que su esposo tuvo que emigrar hacia Estados Unidos.
Sus actividades diarias comienzan temprano cuando acompaña a sus hijos hacia el transporte que los lleva a la escuela. Es un pick up por el que paga $10 mensuales para que sus hijos puedan ser trasladados hasta una escuela ubicada en la Playa El Icacal. Después reparte su tiempo entre su trabajo en un comedor y la labor que realiza en el huerto comunitario.
“Yo era bastante tímida, pero viniendo acá, al huerto, he ganado confianza. Siempre vengo haciendo bulla: ‘ey, cómo están, qué vamos a hacer hoy’. Esa parte me ha ayudado bastante. También las compañeras son bastante animadoras, de todo hacemos un chistecito aunque estemos trabajando, pero no sentimos pesado el trabajo porque nosotras tenemos esa comunicación, donde podemos relajarnos, podemos hablar de nuestras cosas y también tener esa comunión entre todas las del grupo”, relató.
Ángela y Doris no se conocen, pero sus historias son tan similares como las de otras mujeres que viven en el Corredor Seco. Tienen en común que sus parejas optaron por salir del país para poder darle una vida mejor a sus familias. Ambas han tenido que asumir las tareas de cuidado de sus familias y han generado estrategias para cultivar su propio alimento. Estas técnicas las han aprendido, junto a otras mujeres, a través de proyectos impulsados por diferentes organizaciones que buscan mejorar la calidad de vida de quienes viven en el Corredor Seco.
“La diversificación representa una forma efectiva para enfrentar los fenómenos climáticos extremos, ya que genera estabilidad en la parcela ante las lluvias fuertes y la sequía. Hay efectos negativos, pero es menor debido a la diversidad de alimentos, no se depende de un cultivo, se da un mejoramiento en los suelos y hay menor presencia de plagas y enfermedades. Es un reto, pero es algo que se va superando”, mencionó el agrónomo del CESTA, Walter Gómez.
Estas mujeres no tienen otra opción que experimentar la separación familiar para sobrevivir en verano e implementar técnicas agroecológicas para cultivar en medio de las piedras y que sus familias no perezcan.
Para conocer qué es lo que está haciendo el Estado salvadoreño por estas familias, GatoEncerrado solicitó una entrevista al Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal “Enrique Álvarez Córdova” (CENTA), pero hasta el cierre de esta nota no hubo respuesta. También se solicitó una entrevista con representantes de la FAO, que ha desarrollado proyectos en esta zona en conjunto con instituciones salvadoreñas, pero por complicaciones en agenda de los representantes de la FAO no fue posible.