Salvadoreña, economista sénior de Icefi. Posee Licenciatura en Economía en la Universidad de El Salvador y estudios de maestría en Economía Ecológica en el Centro Internacional de Política Económica de la Universidad Nacional de Costa Rica. Se incorporó a Icefi en 2014, como economista investigadora del área de «Política Fiscal, Ambiente Natural y Desarrollo», misma que actualmente coordina. Tiene experiencia en docencia universitaria y ha realizado investigaciones sobre formulación y evaluación de proyectos, desarrollo local, encadenamientos productivos, medidas de mitigación del cambio climático y género. Asimismo ha coordinado proyectos sobre transparencia fiscal de las industrias extractivas y energías renovables.
La respuesta a la migración no debería ser su inclusión en estrategias de seguridad nacional de los países, mucho menos la militarización de las fronteras o el silencio cómplice ante las políticas migratorias de los “países amigos”.
Por Lourdes Molina*
Por lo menos 23 personas originarias de Guatemala, El Salvador y Honduras fallecieron asfixiadas en un tráiler abandonado en Texas. 23 historias de vidas diferentes, pero con algo en común: la aleatoriedad de la vida les hizo nacer en países con Estados incapaces de garantizarles derechos y oportunidades para vivir digna y plenamente por lo que se vieron forzadas a buscar ese bienestar en otro país.
Lastimosamente esta no es la única tragedia que tenemos que lamentar, en las últimas décadas hemos visto que personas han muerto al intentar cruzar un río o subir a un tren, cada vez hay más niños, niñas y adolescentes que migran sin la protección y compañía de una persona adulta, miles de personas han emprendido su travesía migratoria en caravanas, cientos de personas desaparecidas en los trayectos y otros miles que han retornado a las mismas condiciones que les obligaron a migrar.
La migración no es un fenómeno nuevo, en cambio, es algo inherente a la historia de la humanidad. Y aunque se suele caracterizar como un problema, en realidad puede ser un elemento fundamental en el desarrollo de los países de origen y de destino, pero para ello debería ser consecuencia de una decisión personal, no de una urgencia o amenaza; y realizarse de manera ordenada, segura y regular. Migrar al fin y al cabo es un derecho de todas las personas. Pero más que un derecho, en las últimas décadas, para quienes habitan en los países del norte de Centroamérica la migración se ha convertido en una necesidad.
¿Pero qué provoca que la migración sea una necesidad? La respuesta no es simple porque la migración es un fenómeno con muchas causas que se relacionan entre sí. Una de las principales razones tiene naturaleza económica, para 6 de cada 10 personas la motivación para migrar depende de la falta de empleo y las condiciones económicas en las que se vive en sus países de origen. Después de todo, casi la mitad de la población del norte de Centroamérica vive en situación de pobreza, es decir que sus ingresos no les permiten cubrir ni siquiera sus necesidades básicas y las de su familia.
Además, 4 de cada 10 personas padece inseguridad alimentaria moderada, se ven forzadas a reducir la calidad y/o cantidad de sus alimentos y no tienen certeza de poder obtenerlos debido a la falta de dinero u otros recursos.
La violencia, es otro factor que influencia la decisión del 41.0% de las personas de migrar y para el 43.0% representa la principal razón para no regresar a su país de origen; no en vano El Salvador, Guatemala y Honduras se mantienen entre los países sin guerra con mayores tasas de homicidio a nivel mundial, para 2019, presentaban una tasa de homicidios promedio de 34.7 por cada 100 mil habitantes, es decir 10,879 víctimas de homicidio al año. Más recientemente, incluso los factores ambientales, como la vulnerabilidad al cambio climático, provocan que las personas se trasladen de su lugar de residencia habitual, incluso dentro de las fronteras nacionales.
En fin, la decisión de migrar nace de la desesperación y la desesperanza de las personas, porque a pesar de lo que digan quienes nos gobiernan, nuestros Estados les fallan una y otra vez, y hasta la fecha han sido incapaces de garantizar los derechos más básicos de las personas y crear las oportunidades que les permitan desarrollarse plena y dignamente en sus lugares de origen. Así como los Estados deben proteger el derecho a migrar deberían garantizar el derecho a no hacerlo.
Por eso la respuesta a la migración no debería ser su inclusión en estrategias de seguridad nacional de los países, mucho menos la militarización de las fronteras o el silencio cómplice ante las políticas migratorias de los “países amigos”. La respuesta de nuestros Estados deberían ser políticas públicas integrales que, en primer lugar, garanticen los derechos de todas las personas migrantes, independientemente de su estatus migratorio; pero también deben ser acciones intencionadas para que el aparato público salde sus deudas históricas con la población garantizando sus derechos y la posibilidad de vivir y realizarse plenamente de manera pacífica, productiva y sostenible en su propio país. Solo así la migración dejará de ser una necesidad.
Salvadoreña, economista sénior de Icefi. Posee Licenciatura en Economía en la Universidad de El Salvador y estudios de maestría en Economía Ecológica en el Centro Internacional de Política Económica de la Universidad Nacional de Costa Rica. Se incorporó a Icefi en 2014, como economista investigadora del área de «Política Fiscal, Ambiente Natural y Desarrollo», misma que actualmente coordina. Tiene experiencia en docencia universitaria y ha realizado investigaciones sobre formulación y evaluación de proyectos, desarrollo local, encadenamientos productivos, medidas de mitigación del cambio climático y género. Asimismo ha coordinado proyectos sobre transparencia fiscal de las industrias extractivas y energías renovables.