Justo sobre este tema del acceso a la justicia, en este año de Régimen de Excepción, ¿han podido corroborar un verdadero acceso a la justicia para las víctimas de las pandillas, incluyendo de los casos que ocurrieron durante la ola de homicidios que culminó con la implementación del régimen?
Nosotros no tenemos ninguna indicación de que aquí haya un acceso genuino a la justicia de las víctimas de las pandillas. La última información que conocíamos sobre la ola de violencia en marzo del año pasado, que desencadenó la declaración de Régimen de Excepción, es que no había habido condenas en relación de los responsables de esos homicidios, había habido unas pocas judicializaciones. No tenemos información más reciente porque como tú sabes en paralelo a la consolidación de este proyecto autoritario en El Salvador hay una restricción enorme a la información pública, hemos solicitado información pública a distintas entidades, incluyendo a la Fiscalía, y nos las han negado, pero también, como te decía, este hecho de usar tipos penales como el de agrupaciones ilícitas o de organizaciones terroristas en lugar de imputar delitos violentos hace que el acceso de las víctimas a la justicia sea muy limitado.
Entre los casos que Human Rights Watch ha visto durante este año, ¿cuál es la situación de estos y cuál es el tipo de apoyo que más buscan los afectados por el Régimen de Excepción?
En general, las personas que han sido detenidas de forma arbitraria en El Salvador y sus familiares, lo primero es que tienen mucho miedo, hay un temor muy grande de hablar en muchos casos, porque temen que pueden ser judicializados nuevamente o perseguidos. En segundo lugar, creo que hay una necesidad de muchos casos de asesoramiento jurídico, que no es nuestra tarea como Human Rights Watch, pero sí de muchas organizaciones que trabajan en El Salvador, y también lo que ha ocurrido es que muchas familias, en las que la persona que trabajaba ha sido detenida de forma arbitraria, hoy tienen dificultades grandes para tener un mínimo de dinero para cubrir sus necesidades básicas debido a las detenciones arbitrarias que han ocurrido en sus hogares.
Usted también habla un poco de cómo comprender la popularidad del presidente y, un poco en esa misma línea, hay distintas encuestas realizadas en el país que muestran cómo la población aprueba mucho el Régimen de Excepción y sus resultados, pero al señalar cuál es cada derecho que se suspende baja la aprobación, ¿cómo ven ustedes esta discordancia y que ha hecho falta para ampliar este mensaje de la importancia del respeto a los derechos humanos para toda la sociedad?
Yo creo que el gobierno es salvadoreño ha vendido la idea de que la democracia, que el Estado de Derecho y la seguridad son valores en conflicto, en tensión, y que para lograr la seguridad es necesario que el presidente tenga poder absoluto, es necesario que los tribunales no sean un estorbo y es necesario que haya suspensión de derechos constitucionales. Entiendo que, debido a debilidades históricas de la democracia salvadoreña, muchos salvadoreños se compensan con esta tesis. Lo que tenemos que demostrarles es que este dilema en el cual, el presidente Bukele los mete donde ellos tienen que elegir entre Estado de Derecho y seguridad es un dilema falso. En realidad, lo que muestran todos los estudios es que precisamente para combatir el crimen organizado, para lograr la seguridad, lo que hace falta es separación de poderes, lo que hace falta es capacidades de investigación técnica, lo que hace falta unas fuerzas de seguridad profesionales y nada de eso es lo que está ofreciendo Bukele. Bukele está ofreciendo un modelo de populismo punitivo, que puede traer una baja en los homicidios en el corto plazo, pero que es probable que no resuelva de forma sostenible la violencia en el país.
¿Por qué el Régimen de Excepción no es una estrategia sostenible a largo plazo?
Porque las políticas de seguridad de Bukele hacen muy poco para enfrentar las causas estructurales de la violencia en el país; hacen muy poco para enfrentar la situación de falta de oportunidades que explican en parte, no completamente, pero en parte el desarrollo y la violencia de las pandillas; hacen muy poco para fortalecer las capacidades técnicas investigativas de la Fiscalía y de los jueces para poder llevar a cabo investigaciones que desmantelen a los grupos criminales; hacen muy poco para enfrentar las economías ilícitas, que hacen que estos grupos armados prosperen en el país, por lo tanto no evita que estos grupos se reciclen o se regeneren. Por el contrario, hay políticas que crean ambientes propicios para que estos grupos se reciclen, por ejemplo, detener a una cantidad tan grande de personas, muchas de ellas detenidas de forma arbitraria, en cárceles hacinadas donde no hay capacidad suficiente para controlar esas cárceles. Bueno, eso es el escenario perfecto para que los grupos criminales recluten a personas que antes no estaban involucradas con estos grupos, pero ahora debido a estas políticas populistas están expuestas al reclutamiento. Aquí exactamente puede terminar ocurriendo algo similar a lo que ocurrió con gobiernos anteriores con los planes de mano dura y súper mano dura.
En uno de sus informes, Human Rights Watch señaló que estos abusos realizados durante el régimen han sido posibles gracias al desmantelamiento de las instituciones democráticas, ¿qué le podría deparar al país en materia de derechos humanos ante la posibilidad de más meses bajo Régimen de Excepción y una posible reelección del presidente Bukele?
Yo creo que hoy en El Salvador estamos en una situación en la cual hay muy pocas garantías para cualquier ciudadano de que no puede ser detenido cualquier día y muy pocas garantías de que tendrá un proceso judicial justo en el que podrá defenderse. Eso ha empezado como parte de una política de seguridad, detener a gente en general humilde y supuestamente vinculada a las maras, pero eso fácilmente se puede extender a otros sectores del país, por ejemplo, a los periodistas, a los líderes sociales que se pongan a políticas del gobierno. Hoy estamos en un país donde no hay independencia judicial, donde no hay separación de poderes y por lo tanto las personas cuyos derechos son violados, no tienen a dónde acudir para que haya protección de sus garantías fundamentales. Ese es el riesgo enorme que corremos en el país al permitir que Bukele lo lleve a lo que cada vez se parece más a un Estado policial.
Ya hablaba de la posibilidad de que jóvenes o niños que no habrían estado tan expuestos previamente al reclutamiento de las pandillas o grupos criminales ahora sí lo estén, además de esto, ¿qué otros impactos podría dejar el Régimen de Excepción en las futuras generaciones?
Yo creo que el impacto en el futuro del país puede ser realmente devastador porque aquí lo que estamos viendo es una destrucción a pasos acelerados de cualquier garantía democrática y esta consolidación de un proyecto autoritario, que si no se le pone freno ahora va a ser muy difícil desandar este camino en el futuro. Es una historia similar a la que vimos, por ejemplo, con Hugo Chávez en Venezuela, un líder que empieza su gobierno siendo muy popular que navega sobre esa popularidad para destruir las instituciones democráticas y que luego con esa destrucción de las instituciones democráticas y los frenos y contrapesos es capaz de ejercer el poder de forma completamente discrecional y abusiva, ese puede terminar siendo el futuro de El Salvador si no logramos poner un freno y permitir reconstruir poco a poco las instituciones democráticas en el país.
En la región ya hay políticos y seguidores del presidente Bukele que hablan de imitar las acciones de seguridad implementadas en El Salvador, ¿cómo ve esta situación de que ya haya países como Honduras siguiendo este guion y cuáles son los riesgos de que se imiten estas “estrategias de seguridad” del presidente Bukele?
Yo creo que hay políticos oportunistas que ven la popularidad de Bukele y piensan que pueden exportar el modelo y beneficiarse de tasas similares de popularidad, creo que también esto es resultado de una campaña de información, digamos una campaña de comunicación y de desinformación por parte del gobierno de Bukele, que es muy talentoso con las comunicaciones, y que ha logrado representar y ofrecer a la región una versión de los hechos que es muy distinta a la realidad. Yo creo que si todos los latinoamericanos entienden que el modelo de Bukele es un modelo en el cual el gobierno negocia a espaldas de la ciudadanía con el crimen organizado y es un modelo, a su vez, en el cual cualquier persona puede ser detenida cualquier día y no va a tener garantías básicas de debido proceso, yo creo que si esos dos factores se entienden entonces la popularidad de este tipo de propuestas va a ser mucho menor. Ahora es importante que aquellos que criticamos estas propuestas, empecemos a ofrecer alternativas en materia de seguridad porque hay un problema de seguridad serio en muchos países de la región y los ciudadanos con mucha razón están cansados de esa situación de inseguridad y quieren respuestas que los protejan y garanticen sus derechos básicos.
A través de la experiencia que Human Rights Watch ha tenido por décadas al dar seguimiento a la situación de El Salvador, ¿cómo ha sido la respuesta de los distintos gobiernos, a lo largo de los años, al tema de la defensa y respeto de los derechos humanos?
Tristemente el récord de la democracia salvadoreña ha sido muy pobre. En particular, en materia de maras y de inseguridad lo que hemos visto es una respuesta que oscila entre dos opciones: por un lado las negociaciones oscuras con grupos criminales y por otra parte políticas de mano dura. Estas dos estrategias han sido fallidas y el presidente Bukele y su gobierno han empleado las dos estrategias, en ese sentido ha sido más de lo mismo, pero la estrategia de mano dura Bukele la ha llevado más allá que sus antecesores, deteniendo una cantidad de personas que no tiene precedente en la historia reciente del país.