Noviembre 06, 2024
Licenciado en Teología. Autor del libro El fraude de Bukele: Cuando "dios" sirve para todo.
Suena el despertador. Apenas son las 5 de la mañana. Aunque siga con sueño, debo desperezarme y levantarme. Anoche, lunes, me olvidé de sacar la bolsa de basura; ahora me toca hacerlo porque recogen la basura sobre las 6 de la mañana, solo los martes y los jueves. Así que, si quiero no tener basura en la casa, he de salir a dejarla.
Me aseo en la pila, con el agua acumulada del día de ayer, porque acá el agua del día no llega hasta las 8 de la mañana. Llega el agua nueva durante una hora y fracción y no hay más hasta el día siguiente. Llega durante 13 días seguidos, porque cada dos domingos el señor que abre las válvulas descansa, ¡y con razón!
Salgo a dejar la bolsa. No hay contenedores de basura. Cuelgo literalmente la bolsa de basura de la rama de un árbol porque, si la dejo al pie de la carretera, los chuchos hambrientos y macilentos la destrozarán en busca de comida. Regreso a casa. Mi pareja, mi amiga, sigue durmiendo. En medio de este cantón, en medio de esta colonia, es, sin duda, lo más hermoso que existe.
¿Qué planes hay para hoy? Mi amigo ya se fue a trabajar en su moto bici, que supongo que así se llama. Como es pobre, no tiene carro. Tampoco lo quiere. Muchas veces, me explica él y su señora que, de tantas amistades que tienen, muchas veces sus amigos le recogen en la carretera que va desde el cantón hasta Ahuachapán Centro para traerle o llevarle. Eso pasa cuando su vehículo se le estropea o cuando llueve a mares. Mis amigos, ambos de 55 años, llevan muchos años viviendo en este cantón. Él trabaja como guardia de seguridad en una entidad bancaria; ella tiene su venta que abre por las tardes. Gane más o gane menos, ahorra ese dinero para enviar un paquete a su hijo que está en “Mariona”. Su hermana, otra preciosa dama que tiene la afición de hacer sudokus y que casi siempre está cantando alabanzas a Dios, vive contigua a su hermana y cuñado. También trabaja en su venta, donde, además de vender un poco de todo, tiene la plancha para hacer tortillas para las pupusas. Con lo que gana también aparta el dinero para el paquete que lleva a su hija, presa en Apanteos, Santa Ana. Los cipotes fueron arrestados el 4 de mayo de 2022 cuando tenían 18 años. Todavía están encarcelados, sin pruebas, sin relación alguna con pandillas delictivas, sin antecedentes penales, sin siquiera llevar tatuajes sobre sus cuerpos, prácticamente de niños. Entre las casas y los puestos de venta de las dos hermanas, sufridas mujeres, amigas mías de corazón, está el molino de otra mujer, madre de dos criaturas menores de edad, con quienes pasé muchos buenos ratos. Incluso, y a modo de broma, en mi muro de Facebook, cuando anduve por allá, publiqué la creación de “El club de los chismosos del Llano de Doña María” en Ahuachapán, pues así se llama ese cantón. Creo que por allá nunca ha ido Nayib Bukele. De hecho, a través de dicha red, invité al licenciado Carlos Milla, alcalde de Ahuachapán Centro, Apaneca, Concepción de Ataco y Tacuba, a visitar dicho cantón para que viera las carencias y necesidades que él mismo sufría. Cuando me fui al Perú, la noche del 14 de junio del presente año, él no había puesto un pie allá, y eso que era el alcalde desde el 1 de mayo, o sea que tiempo tuvo, pero mientras yo estuve, no fue.
Ya se ha hecho de día, ya he llenado la pila con agua nueva, ya pude ducharme. Desayuno un café con leche y me bebo uno de esos yogures que compré en el Súper Selectos. Iré a coger el bus y me iré a Ahuachapán Centro. Mis amigos, los artesanos y vendedores que se rebuscan, quieren platicar conmigo. “Las cosas están cambiando”, me dicen. “Nos echan del Parque Concordia. Ya no podremos vender allá. Nos reubican, dicen, y solo podremos poner los canopys los sábados y domingos. Nos han convocado en la alcaldía a una reunión. Ya sabemos, de todos modos, lo que van a hacer: van a priorizar los espacios públicos sobre las personas. Ya ve usted cómo están vaciando de ventas el Centro Histórico de San Salvador. Como Bukele quiere que esto sea así en todo el país, nosotros nos quedaremos sin ventas”. Efectivamente, lo sé; lo sé de sobra. Hablo con ellos y un amigo me facilita copia de su DUI para que le represente. Deposita toda su confianza en mí. Gustoso acepto representarle. En el libro que empecé a escribir en Piura, Perú, y finalicé en Catalunya, España, hablo de las dos reuniones en las que le representé. El libro, ya muchos lo saben, se titula: “El fraude de Bukele. Cuando ‘dios’ sirve para todo”. Está a la venta en Amazon. Ahora estamos en la fase de traducirlo al inglés y de publicarlo fuera de las fronteras de Internet, es decir, en tiendas físicas. Primero Dios, ambas cosas verán la luz. He platicado con amigos, he comido algo con ellos, aunque a mí, sin despreciarlas (¡la comida nunca se desprecia!), las pupusas no me acaban de convencer del todo. Regreso a “El Llano de Doña María”.
Esta tarde, como tantísimas otras, iremos mi pareja y yo a visitar a nuestros amigos en la venta. Por la mañana, y de forma totalmente gratuita, ella, la peruana hermosa, ayudó a los niños de la señora del molino con sus deberes. ¡Los niños la adoran! Me produce satisfacción y orgullo por partes iguales.
Ya de noche, a eso de las 8 de la tarde, nos dice nuestra amiga: “¡Hoy la venta estuvo magnífica, don Enrique!”. “¿Cuánto hiciste?”, le pregunto. “18 dólares más tres que dejé fiados”. “¡Excelente!”. Fue el fruto del trabajo de cinco horas. Su esposo ya regresó de trabajar: “¡Hola, Enri!”. Hablamos de fútbol. Él es merengue, yo culé. De su hijo siguen sin saber nada. Hablo con ellos. La madre vuelve a llorar; ya no sabe si quienes llevan el caso de su hijo le mienten o le dicen la verdad. Se plantea salir con los que van a protestar, los del MOVIR: Movimiento de las Víctimas del Régimen, El Salvador, pero algunos familiares se lo desaconsejan. ¡Es peligroso! A Nayib y compañía no les gusta que les toquen las narices. Además, todas esas manifestaciones le desmontan su chiringuito bien montado en el sentido de que El Salvador es el país más seguro de todo el hemisferio occidental y de que ahora todo el mundo mundial gira sus ojos sobre el Pulgarcito porque es un referente internacional. Mis amigos, junto a miles y miles de salvadoreños, dicen que eso no es cierto, que todo son “pajas”. De hecho, hablan abiertamente conmigo diciéndome que todo eso es “la propaganda barata del régimen de Bukele”. Propaganda gubernamental y política que se sustenta sobre millones de dólares en publicitar mentiras, mentiras cochinas, y que un español como yo, que no conoce la Zona Rosa, que nunca ha estado en la colonia El Escalón ni en Surf City, ni en las zonas de ricachones de El Salvador, que son los menos, incluida la diáspora, pero que ha vivido y convivido en zonas pobres del país, allá donde el gobierno no invierte, no visita y esconde a la Comunidad Internacional, incluidas las “focas” de la diáspora; allá donde detuvieron para llenar el cupo de detenciones a los hijos de mis amigos, tiene el detalle de poner por escrito todos esos atropellos a los Derechos Humanos que, como en mi libro digo, “se fueron de mojado del país porque aquí los gobernantes no nos quieren, les molestamos, les fastidiamos la jodienda”, solo para solidarizarme con las víctimas -que son multitudes- y usarlo como megáfono para avisar a la Comunidad Internacional que de lo que publique Bukele en su cuenta X no se crean ni la mitad. Le llamo “el flautista de Hamelín” y su flauta es X, y un montón de ratas le siguen porque no piensan, no analizan, porque no conocen el verdadero y abrumador El Salvador, porque les interesa estar del lado de la oligarquía y de los opresores, de quienes obtienen dinero y lujos. Nada novedoso si tomamos en cuenta que los anteriores gobiernos, Arena y el FMLN, hicieron tres cuartos de lo mismo, pero es que Nuevas Ideas les ha superado con creces, tan solo por el hecho de decir que ellos serían diferentes, que ellos no traicionarían al pueblo, que ellos, Nuevas Ideas, se debían al pueblo, pero ya ven ustedes, amigas y amigos: siete años de reserva de información. Y si no es gracias a CiberInteligencia SV, las planillas de las fracciones políticas ni aparecen, y cuando fueron hackeadas ya vimos el nepotismo y clientelismo directo y cruzado.
El día declina. Regresamos a casa mi pareja y yo. Dormiré en un colchón que compramos en “Muebles la Bendición” en Ahuachapán. Nuevo a estrenar. Pienso, mientras los ojos van cerrándose, cómo dormirán, cómo estarán los hijos de mis amigos y tantos miles de presos inocentes, arrestados bajo el Régimen de Excepción al que yo llamo “Régimen de Exterminación”. Ignoro quién de los dos habrá hablado hoy más con Dios: si Nayib o yo. Ignoro si hemos hablado con el mismo. Si me dieran a elegir entre que mi libro se convirtiera en un bestseller o la liberación de los cipotes, tengo clarísimo que escogería la segunda opción. Una vida, cualquier vida, incluso la del más feroz marero, vale más que cualquier éxito literario. Si desean saber más, adquieran y promocionen mi libro. En él está todo contado: mis motivaciones, mis vivencias, mis pláticas, mi visita a Mariona, las lágrimas de los familiares; los odios y divisiones que la política de Bukele ha creado, todo está allá.
Mi pareja ya se durmió, y en medio de las miserias ocultas de El Salvador, su cuerpo y su respirar son lo más bello que vi hoy aquí. Visitan mi mente las palabras de Jesús Nazareno: “¿Qué gana el hombre si acumula los bienes materiales y pierde su alma?” (Evangelio según San Marcos 8.36-37).