Noviembre 20, 2024
Director administrativo y cofundador de GatoEncerrado El Salvador.
“¡Fuera Dóniga!”, “ya retirate, Cerén”, o “no vayan a meter a Bonilla”, más otra larga lista de palabras que no es prudente incluir en este texto, son las que varios salvadoreños, atumultuados en la entrada del camerino del Estadio Cuscatlán asignado para la selección de fútbol de El Salvador, gritaban a voz en cuello el domingo 17 de noviembre por la tarde, sin que nadie se perturbara por cada palabra. Darwin Cerén y el resto de jugadores solo sonreían; el técnico, David Dóniga, murmuraba entre sonrisas nerviosas unas palabras indescifrables que solo confirmaban que escuchó el recado de la afición, mientras se acomodaba su impecable traje negro.
Es domingo 17 de noviembre a las cinco de la tarde, y en El Salvador llueve persistentemente debido a la tormenta tropical Sara. Sobre los jugadores y cuerpo técnico de la selecta también llueven puteadas y rechiflas de salvadoreños con camisas azul y blanco, con la bandera y colores de El Salvador, quienes pagaron un boleto para entrar al Estadio Cuscatlán, no sin antes pasar a gritar improperios a los jugadores de su selección que bajan del autobús con su ropa deportiva, sus chanclas finas y sus audífonos de superestrella europea.
La Selección mayor de fútbol de El Salvador ganó 1-0 a la modesta selección de Monserrat, clasificó a la Copa Oro —como habitualmente lo ha venido haciendo— y ascendió a la Liga A de la Concacaf, luego que en octubre de 2023 descendiera a la Liga B, marcando su peor fracaso, tras más de una veintena de partidos sin ganar. El ascenso implica dejar de jugar con selecciones caribeñas de menor trayectoria, y enfrentarse a potencias del área como México, Estados Unidos, Panamá, entre otros.
La cosa está así: el 11 de septiembre de 2023, Hugo Pérez, uno de los seleccionadores en quien más se confiaba, dejó a la Selecta con 23 derrotas. Pérez, quien tenía la confianza de la afición para clasificar a El Salvador al Mundial 2026 —el más accesible en más de 30 años— dejó al equipo al borde del descenso a Liga B de Concacaf.
Ocho días después, la Federación Salvadoreña de Fútbol presentó a Rubén de la Barrera como nuevo seleccionador nacional. Un español que dirigió al Albacete y al Deportivo La Coruña de la segunda división de España. Estuvo tres meses en el puesto luego que sorpresivamente buscara rescindir su contrato debido a que le salió una mejor oportunidad con un equipo portugués. De la Barrera dirigió cuatro juegos con tres empates y una derrota que costó el descenso.
El 1 de enero de 2024, el español David Dóniga, tomó las riendas de la Selecta prometiendo resultados, triunfos y mejoras. Sin embargo, a casi un año de su llegada, aunque El Salvador volvió a ganar, su estilo de juego no ha sido del deleite de una afición exigente que pide cambios y retiros de algunos jugadores como el delantero Nelson Bonilla y el mediocampista Darwin Cerén, históricos de la selección a quienes, según la afición, la edad ya les pesa. Bonilla y Cerén tienen 34 años.
“Jocotes, piña, guayaba”; “café, sodas, agua”; chicharras, yuca, palomitas”, gritaban los vendedores mientras equilibraban en sus manos las canastas de productos entre los estrechos pasillos de la tribuna del Estadio Cuscatlán. No paraba de llover, las capas de plástico sencillo ya se vendían a tres dólares igual que el agua embotellada. Una fortuna.
El juego estaba por comenzar. El Salvador enfrentaba a Monserrat con la obligación de ganar para ascender a Liga A y para clasificar a Copa Oro. Los jugadores salvadoreños salen a calentar, y los aplausos empiezan, pero se van disolviendo en una rechifla y abucheos cuando salta al deteriorado engramillado el futbolista Nelson Bonilla. Vuelven las frases: “fuera, Bonilla”, “andá dormite, Bonilla”.
La afición parece tener un momento de catarsis. Por fin otro ser humano contra quien liberar todo el odio y estrés de un país agotado por el alto costo de la vida, políticas represivas y dictatoriales, y un tráfico inhumano de todos los días. Ahí, contra el delantero de selección nacional que no ha marcado goles en los últimos partidos, salió todo el estrés de un país sin que nadie se inmutara.
El árbitro guatemalteco, Sergio Reyna, da el pitido inicial a las siete de la noche. El balón rueda sobre el masticado césped del Cuscatlán, dañado por las lluvias. El Salvador jugó un primer tiempo vibrante, lleno de llegadas, tiros a marco y destellos de fútbol lujoso de Nathan Ordaz. Al minuto 9 de juego, el portero caribeño rechazó mal un tiro y la pelota le quedó al delantero salvadoreño Rafael Tejada, quien con calma acomodó y disparó al borde del área chica para el único gol del partido.
En el segundo tiempo, ya con la lluvia más empecinada, las puteadas a voz en cuello volvieron. Desde las graderías se escuchaban gritos, palabras soeces, abucheos y adjetivos altisonantes contra los jugadores que no podían generar mayor fútbol por el estado de la cancha. A estas alturas del partido, Darwin Cerén, capitán de la Selecta, se notaba cansado y no lograba hilar dos pases seguidos, perdiendo la pelota en varias ocasiones. La afición empezaba a hartarse.
Sin embargo, el culmen de las puteadas y de la catarsis de la afición llegó al minuto 83 de juego cuando David Dóniga anunció el cambio: sale del juego el goleador del partido, Rafael Tejada, y en su lugar entra nada más y nada menos que Nelson Bonilla. Fue ensordecedor el abucheo y la rechifla contra Dóniga y Bonilla. En un segundo cambio, el técnico sacó a Darwin Cerén, y esto fue del agrado de la afición, al ver marcharse, por fin, a un jugador que, según los expertos de las graderías y las guayabas, ha estado aportando poco.
Al cierre del catártico partido, la prensa salvadoreña abordó a Nelson Bonilla, quien, entre otras cosas, dijo que los abucheos y la “atmósfera” del Cuscatlán le ha afectado mucho a él, a su familia y al equipo, pero subrayó que es “el cuarto goleador histórico de la Selecta”, lo cual es cierto, pues está a un gol de superar los 21 goles marcados por Jorge “el mágico” González, quien es tercero en una tabla liderada por Raúl Díaz Arce con 39 goles, seguido de Rodolfo Zelaya con 23 goles.
Por su parte, David Dóniga, insistió que el triunfo es bueno, se mostró alegre por la clasificación a Copa Oro y Liga A, y afirmó que trabajarán para que “los silbidos a Darwin y a Nelson se transformen en aplausos”.
La afición silba, putea y exige resultados a su selección, que no se ve bien jugando ante un grupo de islas caribeñas que al mencionarlas en conjunto parece el itinerario de viaje de un crucero turístico.
Si la afición reacciona así en Liga B, ¿cómo reaccionará en Liga A cuando se enfrente a Pulisic y Estados Unidos, a Alphonso Davies de Canadá, o la Honduras de Luis Palma, o el México dirigido por Javier Aguirre y Rafa Márquez?