Opinión

Información y desinformación: la vorágine del periodismo

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Atilio Flores

Periodista e investigador social independiente en temas relacionados con la historia y la cultura. Ha realizado análisis de contenido dentro de internet y la producción audiovisual animada. Actualmente, a nivel historiográfico, escribe sobre el devenir histórico del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador en sus 65 años de formar profesionales en el área.
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atiliofloresocp@gmail.com

El periodista se encuentra en ese campo de batalla, en medio de una guerra que ha existido desde siempre, donde la información y la desinformación se abren paso, en la que una consume a la otra en una vorágine interminable, confrontándose hechos reales con pruebas frente a la rumorología.

Por Atilio Flores*

El fenómeno de la comunicación social es un aspecto latente en todos los rincones del mundo. Cada ser humano desde el desarrollo de su conciencia colectiva, siempre ha intentado perdurar en el tiempo mediante la representatividad de los diversos estadios que implican su comunicación lingüística. Es así como surgen la tradición de la oralidad, la escritura y el boom de las artes como reflejo de la humanidad en el espacio-tiempo.

Con la llegada de la revolución industrial, los fenómenos comunicativos aumentan de una manera sin precedentes acompañadas por la difusión de las ideas. La creación y masificación de la imprenta, la propagación del pensamiento se registra de forma exponencial y con viento en popa a ser utilizada en diversas áreas, más allá de la mera referencia académica, y que sería potenciada masivamente gracias al sector mercantilista, que buscaba propiciar la información necesaria para atraer nuevos clientes y expandir sus mercados.

En ese apogeo, El Salvador no se quedó atrás en la incursión dentro de los medios escritos y, para 1824, se crea el primer periódico llamado: “El Semanario Político Mercantil”, dirigido por el presbítero Miguel José de Castro y Lara. Su primera publicación vio la luz un 31 de julio de 1824, hito que marcaría también el establecimiento del día del periodista en El Salvador, celebrado desde 1969, gracias al decreto legislativo número 380.

A partir de ahí, en casi un bicentenario, El Salvador ha visto nacer, morir y renacer a muchos medios de comunicación que buscaban visualizar la ideología de muchos sectores, unos pro gobiernos otros con tendencia popular, pero que, en efecto, su labor esencial era comunicar, contrastar e informar sobre la realidad que envuelven los diversos estratos sociales en el paso de las épocas.

Esta transformación radical de las comunicaciones a lo largo del siglo ha develado muchos puntos de vista que parten de la forma en cómo se relacionan los medios de comunicación con la sociedad y el rol que representan para los individuos que los consumen. Es así como vemos el surgimiento de escuelas teóricas como la Escuela de Birmingham, la Escuela de Frankfurt y la Escuela Latinoamericana de Comunicación, que buscaban darle una explicación académica al fenómeno de los medios y la forma en cómo interactúan los individuos y cómo transmiten la información que llega a sus manos.

Con ello, es de vital importancia analizar el rol que juegan los periodistas frente a la información en el desarrollo de las noticias, aquellos hechos de relevancia que afectan a la comunidad; la invisibilización de unos temas sobre otros; el establecimiento de agendas mediáticas y la imperatividad que marca la exposición de la mayor cantidad de aristas sociales que constituyen la visión colectiva de la realidad.

Pero, ¿estamos conscientes acaso de la tendencia de la información que se transmite en todos los medios? ¿Somos capaces de leer entre líneas el mensaje que nos transmiten? o ¿Somos cuidadosos al observar y comprender la información en que se vierten?

El periodista se encuentra en ese campo de batalla, en medio de una guerra que ha existido desde siempre, donde la información y la desinformación se abren paso, en la que una consume a la otra en una vorágine interminable, confrontándose hechos reales con pruebas frente a la rumorología.

La noticia no se constituye en cómo un medio ve la situación, sino más bien cómo la sociedad lo ve a través de la sinergia que el periodista es capaz de sintetizar y visualizar mediante el registro de esa realidad y que luego será transmitida a la comunidad.

Con esta visión idealista e incluso muchas veces utópica, la realidad se confronta frente aquellos hechos que marcan acontecimientos de trascendencia a nivel local e internacional, más ahora en el siglo XXI con la revolución tecnológica donde, como diría Marshall McLuhan, “habitamos en una aldea global” que nos permite conocer lo que pasa en todo el mundo en breves momentos.

Esa sed por la primicia, por la brevedad y lo efímero marcada por la revolución de las comunicaciones y los multimedios pone en riesgo la veracidad con que las noticias circulan en las redes sociales y que muchas veces caen en los vacíos de la “información en desarrollo”; las que se mezclan con las agendas y con la creación de pseudo portales de información que, en vez de informar, desinforman, colocando en tela de juicio lo que en realidad sucede frente a una sociedad que muchas veces no es capaz de discernir ante lo que se enfrenta.

El periodismo es una fuente vital para la construcción de la democracia. La libertad de prensa y de expresión permiten hacer un ejercicio de contraloría al poder que el Estado tiene en la implementación de sus diversas políticas; como también le facilita la voz a los ciudadanos para criticar y expresar sus ideas frente a estas acciones. Convirtiéndose, incluso, en informantes de primera línea ante las diversas crisis y calamidades que afectan al país.

Es aquí donde también es importante aclarar que la labor periodística es menospreciada en muchos aspectos: desde la búsqueda de las fuentes de información, la censura, las restricciones a la prensa, hasta las rutinas desgastantes en que se tienen horarios de entrada, pero casi nunca de salida, sin mencionar la poca remuneración económica y el eterno “pasantismo” que se hace vivir a los estudiantes recién egresados que buscan aplicar en los medios.

Según datos registrados en la relatoría elaborada por la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), se contabilizaban en los primeros cuatro meses del año 54 vulneraciones al ejercicio periodístico. Asimismo, aclara que de marzo a abril “ha cobrado mayor relevancia por el ambiente antiprensa promovido desde algunas esferas gubernamentales, la ausencia de una política de relacionamiento con la prensa de parte del Ejecutivo, el ocultamiento de información, el menor acceso a las fuentes gubernamentales, la estigmatización de periodistas y medios desde el gobierno”.

Además, durante la emergencia que ha provocado la actual pandemia se ha podido visualizar que a muchos periodistas en el mundo y en El Salvador se les han suspendido sus contratos laborales, reducido sus remuneraciones económicas y no se les ha previsto de los requerimientos básicos para la protección de su salud, como expresó la agencia internacional de noticias Voz de la Diáspora.

Pese a ello, la labor periodística continúa y se mantiene acuciosa por develar aquellos movimientos que se entremezclan con cortinas de humo y que proyectan la lucha constante por la verdad sin importar el costo de ella; y que constituyen también la labor de escribir la historia contemporánea ya que son las voces que marcan la construcción del país en medio de la lucha contra la desinformación.

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Periodista e investigador social independiente en temas relacionados con la historia y la cultura. Ha realizado análisis de contenido dentro de internet y la producción audiovisual animada. Actualmente, a nivel historiográfico, escribe sobre el devenir histórico del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador en sus 65 años de formar profesionales en el área.
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