Hay jueces que pasan a la historia por sus aportes a un mejor mundo. Por ejemplo, Thurgood Marshall fue un juez afroamericano que terminó con la segregación racial en las escuelas de Estados Unidos, garantizando la igualdad de educación para blancos y negros. Una jueza que marcó historia también, especialmente en los derechos de la mujer, fue Ruth Ginsburg, quien como abogada luchó porque se reconociera que tratar a una mujer diferente a un hombre violaba la Constitución. Fue elegida por Clinton al Tribunal Supremo de los Estados Unidos desde donde votó en contra de la pena de muerte. A punta de ética, moral y gran habilidad jurídica transformaron sociedades occidentales. 

Pero también hay jueces que han quedado del lado de la infamia en la historia mundial. Uno de los máximos ejemplos de cómo utilizar la ley para generar resoluciones o fallos fundamentados en el el odio, el asesinato y el exterminio de toda una nación, lo encontramos en el juez alemán Roland Freisler, presidente de la “Corte de el Pueblo”, quien condenó a muerte a más de 2,000 personas en dos años y cambió la legislación alemana para ejecutar adolescentes y ordenaba ejecutar a disidentes del nazismo en ganchos carniceros frente en las plazas de Berlín. Fue parte de la configuración de la “solución final”, es decir, del plan de exterminio contra los judíos en el continente europeo. 

En El Salvador hemos obtenido nuestros propios Freisler, magistrados espurios que han violado la Constitución de la República como si del papel de retrete se tratara. Hablamos de los magistrados ilegítimos Elsy Dueñas, Javier Peréz, Luis Suárez y Héctor Martínez y Óscar López. Estos seudo abogados, pasan el día 3 de septiembre de 2021 a la historia por abrir la puerta a que un solo partido, el de las Nuevas Ideas, se perpetúe en el poder. Con sus firmas han asesinado a la frágil democracia salvadoreña y muy probablemente han abierto la puerta para que también en los próximos años debatamos nuevamente frente al Estado con nuestra propia sangre a fin de recuperar un país democrático. Con sus plumas están condenando a quienes piensan diferente a la persecución y aniquilación. 

Y es que la lógica de Bukele es la misma que profesaba Carl Schmitt, la del amigo-enemigo y en donde cualquiera que piense diferente, debe ser aniquilado, incluso por la vía de las armas. Los magistrados impuestos en los próximos días, junto con la Asamblea Legislativa, impondrán una nueva Constitución, en la cual existe el espacio para los grupos armados, entre estos los paramilitares que han de defender al oficialismo. Todo bajo la diabólica mirada y aprobación de los magistrados de la Sala de lo Constitucional. Ese es el futuro que nos depara, con una población adormecida por el populismo que piensa que aún tienen algún poder sobre la situación. 

Pero ante ello no podemos obviar las palabras de Jean-Jacques Rousseau: El pueblo (…) cree ser libre, y se engaña mucho; no lo es sino durante la elección de los miembros del parlamento; desde el momento en que estos son elegidos, el pueblo ya es esclavo, no es nada.” 

Hemos sido reducidos a nada a esta hora y día, no queda nadie más a quien acudir, más que a nosotros mismos y la valentía de levantarnos y pelear por país que no le pertenezca a un grupo corrupto y reducido de poder, como históricamente lo ha sido desde los anales de nuestra independencia.

¿Hemos de entregar el país a esta Sala de lo Constitucional traidora y a un presidente de la República capaz de aniquilar a todo el que piense diferente?