Foto/Emerson Flores/Leonel Pacas

Sisimitepec, la comunidad nahua que lucha por el río Sensunapan y las tierras ancestrales

El cantón Sisimitepec de Nahuizalco ha sido testigo de la lucha que el pueblo Nahua ha hecho para proteger el río Sensunapán y reivindicar el derecho que tienen sobre sus tierras, que reconocen como ancestrales. Sin embargo, viven con la constante amenaza de la construcción de una octava represa en el río, lo que significaría un daño irreversible contra sus sitios que consideran sagrados.

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Por Emerson Flores

El río Sensunapán es mucho más que agua para los 4,000 habitantes de Sisimitepec. En este cantón de Nahuizalco, Sonsonate, algunos consideran al río como un “abuelo” al que se le rinde respeto, mientras que otros lo ven como un “bebé indefenso”. En cualquiera de los casos, la comunidad indígena lo ve como el gran proveedor de vida, que habita entre las familias y que necesita cuidados. 

“El río no se puede defender de la contaminación, no puede decir nada si lo contaminan. El río está vivo. ¿Quiénes lo van a defender si no lo hacemos nosotros?”, explicó a GatoEncerrado el líder indígena José Francisco Pulque.

El caudal del río Sensunapán ha disminuido durante los últimos años, debido a la explotación que sufre por la agricultura, las represas y la contaminación. Foto/Emerson Flores.

El cuido de las tierras de Sisimitepec, heredadas por los ancestros indígenas, y el agua del río Sensunapán depende de la población indígena que habita el lugar. Si no fuera así, nadie más se preocuparía por los bienes naturales de la zona. Los únicos que se fijan en el río, además de los indígenas, son los que están en el negocio de la energía, quienes ya han logrado explotar el agua con siete hidroeléctricas. Pero como suele pasar en el mundo empresarial, nunca están satisfechos con nada y por eso han buscado la forma de instalar la octava hidroeléctrica.

El retraso en la construcción de esa octava hidroeléctrica se debe únicamente a que la comunidad indígena se ha organizado para denunciar los impactos ambientales que deja la producción de energía, aun cuando va disfrazada de la narrativa de “energía limpia”. En junio de 2021, la Cámara Ambiental de Segunda Instancia de Santa Tecla escuchó a los indígenas y emitió medidas cautelares para proteger los derechos culturales y ambientales de las familias indígenas de los cantones Sisimitepec y Pushtan, de Nahuizalco; Loma del Muerto, Sonsonate; El Almendro, de Sonzacate. La Cámara también ordenó al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) que negara el permiso ambiental a la empresa Sensunapán S.A. de C.V., que es específicamente la que busca construir la octava represa en el río y que opera en el lugar desde 1998. 

Dadas las circunstancias, la Cámara también encargó al Ministerio de Salud que hiciera una limpieza en el río junto a las alcaldías de la zona. Sin embargo, la historia que muchas veces es cíclica, se repitió: los únicos que en la práctica realizan jornadas de limpieza de forma permanente en las riberas del río son los indígenas organizados que ya no soportan la contaminación. 

Las medidas emitidas por la Cámara vencieron el 7 de diciembre de 2021, pero fueron prorrogadas por seis meses más, gracias a la insistencia de los líderes indígenas.

El río

El río Sensunapán es el más grande del departamento de Sonsonate, pero la demanda de agua a la que está sometido, por los siete proyectos hidroeléctricos, cultivos y otros usos, supera la cantidad que tiene disponible. 

“Esta cuenca, en el ámbito hidrográfico, refleja una mayor intensidad de uso del agua a nivel nacional, dentro de una dinámica de baja sustentabilidad y de alto impacto sobre la preservación de su disponibilidad. En ese sentido, es considerada como una de las regiones prioritarias en la zona occidental del país, para la pronta implementación de planes de acción”, dice un estudio de Global Water Partnership de 2017 titulado “La situación de los recursos hídricos en Centroamérica: hacia una gestión integrada”. 

En palabras menos enredadas, lo que el estudio dice es que la cuenca —de la que es parte el río Sensunapán— es de las más importantes del país, está entre las más explotadas a escala nacional y al mismo tiempo no hay medidas para preservarla. 

Los únicos que parecen entender la importancia de la cuenca y de los bienes naturales de la zona son los pueblos indígenas.

Uno de ellos es José Francisco Pulque, quien tiene 70 años y ha vivido toda su vida en Sisimitepec, la tierra que le dejaron como legado sus ancestros. Ha luchado durante los últimos 17 años, junto con los miembros de su comunidad, contra la construcción de una octava represa en el territorio. Esta nueva represa, según Pulque, representa la amenaza de reducir el flujo del río en sitios que para los pueblos indígenas son sagrados, como El Jabío, La Yeya y la Cueva de los Pericos y, además, afectaría de manera directa a más de 30,000 personas de diferentes comunidades de Nahuizalco, Sonsonate y Sonzacate que dependen del río. Al tata también le preocupa que la empresa Sensunapán S.A de C.V. quiera construir la octava hidroeléctrica a pocos metros de su propiedad. Pulque dice que esta misma empresa ha intentado comprar sus tierras en distintas ocasiones, pero que siempre se ha negado a vender. 

El agua del río representa vida para Pulque y su familia, porque gracias a este puede abastecerse de agua para el uso doméstico. Pulque cultiva su propia comida desde hace 18 años, el agua del Sensunpan le ayuda a regar y mantener verde su parcela. Foto/Emerson Flores. 

Cuando alguien llega a Sisimitepec para entender por qué las personas indígenas defienden el Sensunapán, Pulque siempre hace una expedición hacia el río. Es una persona que prefiere mostrar, más que solo explicar. Camina por sus tierras, rodeando un altar nahua que ha construido para realizar ceremonias ancestrales. Su parcela conduce hacia el río a través de una vereda. A la izquierda de esa vereda se encuentra la bomba que utiliza la familia para llevar agua hasta su casa y a la derecha se puede escuchar la corriente del Sensunapán. “Aquí es donde quieren construir la represa”, señala Pulque a periodistas de GatoEncerrado, mientras bajaba con un lazo enrollado al hombro.

Pero antes de llegar hasta el río, la caminata tiene que interrumpirse. La lluvia ha dejado de ser una amenaza y poco a poco se vuelve torrencial. Así que en ese punto, Pulque decide no seguir bajando y explica que su intención era llegar hasta “La Periquera”, una de las cuevas donde los abuelos se escondieron para no ser asesinados por los militares que ejecutaron el etnocidio de 1932.  

“Donde estamos es la propiedad de los Pulque. Como a 50 metros, hacia el norte, está la Cueva de Los Pericos donde viven cientos de pericos grandes. Esa es una cueva de pura roca, arriba está el hábitat de los pericos y en esa cueva, que es profunda, ahí se salvaron los abuelos en el año 32. También están las vertientes de agua. Por ejemplo, mi papá ahorita si estuviera vivo tendría 121 años. Esta vertiente le dio vida a mi papá, hoy a nosotros, a mis hijos, a mis nietos. Esa es una de las razones más grandes por la cual cuidamos a la Madre Tierra, respetamos y protegemos a toda costa de lo que sea”, dice Pulque, con un tono nostálgico. 

El tata Pulque ha instalado una bomba para hacer llegar agua hasta su vivienda que se encuentra a unos metros del río Sensunapan. La empresa Sensunapan S.A. de C.V. quiere construir cerca de su terreno. Foto/Emerson Flores.

Organización y defensa del territorio

Línea de tiempo sobre los inicios de la lucha de la comunidad contra la empresa Sensunapan S.A. de C.V. para exigir evitar la construcción de una octava represa en el río. 

2004
En el año 2004 la empresa Sensunapan S.A. de C.V. intentaba construir su segundo proyecto hidroeléctrico en el río nominado “Pequeña Central Hidroeléctrica Nuevo Nahuizalco II”
2005
La comunidad comienza a organizarse para defender sus territorios y lugares sagrados.
2006
Llega a la parroquia de Nahuizalco el párroco José Reynaldo Lira, quien al ver la lucha de las comunidades, empezó a impulsar actividades desde la parroquia como foros, caminatas y la formación de un comité con gente del municipio. En ese momento también se impulsó el modelo de las comunidades eclesiales de base.
2007
Las presiones de la empresa ante la jerarquía de la Iglesia Católica provocaron el traslado del padre Lira, quien se negó a obedecer y fue excomulgado. La comunidad de Sisimitepec también fue marginada por la Iglesia debido a su lucha e ideales de defensa de los bienes comunes.

“Nosotras hemos logrado retomar nuestra identidad gracias a la organización que nació a raíz de la lucha contra la construcción de la octava represa que se pretende hacer aquí en este lugar, en ese caminar es cómo nos hemos dando cuenta de la importancia de nuestro rol como pueblos indígenas aquí en esta zona de Occidente”, mencionó Sofía Morán, una de las lideresas y voceras de la comunidad. El 25 de noviembre Sofía y otras mujeres de Sisimitepec y Pushtan protestaron frente a la Cámara Ambiental de Santa Tecla, para solicitar una prórroga de las medidas cautelares que protegían el río Sensunapan de construir la octava represa.

La ermita que antes era utilizada para realizar actividades religiosas ahora es el lugar donde el pueblo indígena de Sisimitepec se reúne y se organiza para proteger los bienes naturales. Foto/Emerson Flores.

Tras la organización de las personas indígenas para defender los bienes naturales en Sisimitepec, hubo protestas en contra las hidroeléctricas, a quienes califican de “privatizadoras del río” por acaparar su agua y cerrar los espacios públicos que las comunidades utilizaban para abastecerse de agua. La organización y la lucha, según los pobladores, dio inicio a una revitalización de la cosmovisión, espiritualidad y prácticas agroecológicas heredadas. 

Los guardianes del río y la cosmovisión nahua

En cuanto a la cosmovisión, los pobladores de Sisimitepec explicaron a GatoEncerrado que parte de su cultura y creencias son los “parajes” y el “sisimite”. Estos son considerados por la comunidad como guardianes espirituales de la naturaleza y lugares que los pueblos indígenas ven como sagrados y encantados. Son seres que están vinculados con el río Sensunapán y que inspiran la lucha de las personas indígenas para defender los bienes naturales. Según Enrique Carías, líder indígena de la comunidad, los “parajes” toman diferentes formas dependiendo de la persona que los ha visto: Algunos aseguran haber visto un garrobo gigante de muchos colores en las riberas del río; dos niños de la comunidad relataron que se les apareció en forma de un cangrejo grande, pero también pueden aparecer en forma de gallina, chompipe y como una sombra. Esta es una creencia muy arraigada en los miembros de la comunidad.

Sofía Durán menciona que los abuelos y abuelas solían visitar algunas cuevas y fosas, ubicadas en la orilla del río, para ser curados de sus enfermedades. El Ministerio de Cultura ha visitado la zona y ha registrado estos lugares que son sagrados para los pueblos indígenas como bienes culturales, pero no los ha protegido: “El río es un lugar sagrado que le ha dado sustento a nuestros abuelos. Allí se bañaban, allí pescaban. Es una relación de miles de años, porque ha sido refugio y la base de nuestra espiritualidad. Están también los parajes, puede que la gente no crea en ellos, pero nosotros que vivimos aquí los reconocemos y respetamos”, expresó Durán. 

El arqueólogo Hugo Díaz explicó a GatoEncerrado que esto constituye un elemento propio de este lugar: “Todos los etnoconocimientos y cosmovisión de la gente de Sisimitepec están vinculados al río: sus relatos, sus lugares encantados tienen esa relación con el Sensunapan. También hay una conexión con el cerro que está vinculado a una de las principales tradiciones orales que tiene que ver con la presencia de sisimites que son seres encantados. Cuando ellos reconocen todos estos elementos, los toman como suyos y los vinculan con sus antepasados”, explicó.

Altar para ceremonias ancestrales ubicado en la parcela del tata Francisco Pulque. La gente de la comunidad de Sisimitepec lucha por conservar las enseñanzas de sus antepasados y su espiritualidad que está vinculada a los bienes comunes, particularmente, al río Sensunapan. Foto/Emerson Flores.

Los habitantes de Sisimitepec explicaron a esta revista que conectan la creencia de la aparición de estos seres con la construcción de las primeras represas hidroeléctricas en la zona. La interpretación que hacen es que los “parajes” han resurgido para acompañar la lucha por proteger los territorios, ya que el ecosistema está en peligro. 

La gente de Sisimitepec y Pushtan, dos de las comunidades afectadas por la construcción de represas hidroeléctricas en el río Sensunapan, depende del agua del río para su subsistencia. Foto/Emerson Flores.

Estos elementos que forman parte de la cultura y cosmovisión de los pueblos indígenas que habitan Nahuizalco fueron silenciados o invisibilizados en gran parte por el etnocidio de 1932 ordenado por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, pero actualmente han despertado o revitalizado desde que las empresas hidroeléctricas han llegado para explotar el agua del río. Esta cosmovisión los ha llevado a organizarse y ver la vida conectada con el ecosistema bajo una espiritualidad fundamentada en la protección de la tierra y los bienes naturales.