
Derechos Humanos
Derechos humanos
Foto/Bladimir Nolasco
El Gobierno de Nayib Bukele ha admitido que entre las capturas del régimen de excepción hay "un margen de error" y su vicepresidente Félix Ulloa lo ha minimizado afirmando que "en toda guerra hay daños colaterales". El caso de Génesis, una bebé de nueve meses, es tan solo la muestra de cómo "el margen de error" y los "daños colaterales" afectan la calidad de vida de los hijos de las madres detenidas injustamente y de cómo el régimen es un obstáculo más en el acceso a la salud de la niñez. Encima, las autoridades niegan su responsabilidad en los casos de las niñas y niños que fallecen en medio del régimen, luego de enfermar en los centros penales. Nadie investiga sus muertes. Sus casos quedan impunes.
Edición: Ezequiel Barrera | Junio 13, 2024
Génesis tenía nueve meses de haber nacido cuando la Policía le arrebató a su madre en un operativo del régimen de excepción. Su abuela, Reyna Aguilar, recuerda que esa noche del 24 de agosto de 2022 estaba lloviendo y que los agentes tocaron con brusquedad la puerta de la pequeña vivienda, de lámina y madera, que alquila en un caserío empobrecido de Ahuachapán, al occidente de El Salvador. Con dificultad, por haber enfermado en esos días, se levantó de la cama y abrió.
—¿A quién buscan? —preguntó, desconcertada por tener a los policías afuera de su casa.
—En una llamada anónima nos informaron que Marbely Medina es pandillera y que se está quedando aquí. Será acusada de cometer el delito de agrupaciones ilícitas —explicaron.
—Ella es mi hija, pero no es cierto que sea pandillera. Les mintieron. No pueden llevársela, además ella está amamantando a una bebé de nueve meses que no puede quedarse sin ser alimentada y también cuida a su otro hijo de seis años.
Pero los policías no escucharon a Reyna.
Como si tuvieran prisa, exigieron que Marbely saliera de la vivienda inmediatamente, justificados simplemente por la información que habían recibido en una llamada anónima que no corroboraron. Una vez afuera, la capturaron y la llevaron a una estación policial de Ahuachapán. Génesis, su bebé de nueve meses, quedó en casa, inquieta por la lluvia y por el ruido de los policías.
Como en cientos de casos documentados por el periodismo y las organizaciones sociales durante el régimen de excepción, la Policía actuó siguiendo un patrón de capturas sin previa investigación y amparada en la simple denuncia anónima.
Para esa fecha, el régimen de excepción ya tenía cinco meses de estar vigente y la cacería policial ya había dejado más de 50 mil personas detenidas. Algunas de esas personas no pertenecían a pandillas ni estaban vinculadas con grupos delincuenciales. Los expedientes de los casos revelan que la Policía las capturó por denuncias anónimas sin corroborar, por su aspecto físico y vestimenta, y hasta por mostrar “nerviosismo” ante los policías y soldados. El Gobierno de Nayib Bukele ha insistido en que el régimen de excepción fue una medida necesaria para “combatir a las pandillas”, pero ante las críticas por la captura de inocentes tuvo que admitir que existe “un margen de error”. El vicepresidente Félix Ulloa trató de minimizar ese “margen de error” diciendo que “en toda guerra hay víctimas inocentes”.
Como muestra de ese “margen de error”, Marbely fue capturada aquella noche de agosto de 2022, sin antecedentes, sin una investigación y sin una tan sola evidencia en su contra. Como daño colateral, Génesis se quedó sin su madre y sin alimento.
Y eso no fue todo lo que el régimen de excepción le quitó a Génesis.
***
Un mes antes, Marbely había tomado la decisión de abandonar a su pareja. El hombre era violento y había pasado de maltratarla verbalmente a golpearla. Y también había comenzado a descargar su ira y violencia en contra del niño de seis años. Así que Marbely recogió las cosas de sus hijos, buscó refugio en la casa de su madre Reyna y denunció todo lo ocurrido ante la Procuraduría General de la República (PGR).
Como pudo, Marbely se acomodó con sus dos niños en la pequeña casa alquilada de Reyna y luego, para conseguir algo de comida, ayudó con la venta familiar de tortas de elote, pastelitos, enchiladas y otros antojitos típicos salvadoreños.
***
A la mañana siguiente de la captura, Reyna seguía sintiéndose impotente y no sabía qué hacer ni a quién acudir para que le ayudaran a demostrar la inocencia de Marbely. Solo rezaba por un milagro, para que las autoridades le permitieran volver con sus dos hijos.
Cuando Génesis se desesperó por el hambre y estalló en llanto, Reyna también se angustió. Para resolverlo, encargó el niño de seis años con otros familiares y se fue con la bebé en sus brazos hasta la estación policial. En el lugar, rogó que dejaran salir a Marbely para amamantar a la bebé. Pero los policías, en cambio, le dijeron que lo único que podían conceder era llevar la bebé hasta la celda de Marbely para ser alimentada. Y así fue. Al cabo de un rato, los policías devolvieron la bebé a Reyna para que se la llevara de regreso a casa.
Eso se convirtió en una rutina diaria. Por las mañanas, Reyna dejaba al niño de seis años en manos de unos familiares y luego se iba a las bartolinas para que Génesis pudiera ser amamantada. Pero al quinto día, unos policías le explicaron que Marbely ya había enfrentado su audiencia inicial, que la decisión del juez fue mantenerla en prisión y que sería trasladada a un centro penal. Así que tenía que tomar una decisión sobre la bebé. Sus opciones eran: entregarla para ser enviada a prisión junto a Marbely o quedarse con la niña e intentar resolver cómo alimentarla sin contar con los recursos económicos para hacerlo. En ambos escenarios, el régimen de excepción agravaría la situación de la niña. Pero Reyna tenía claro que la prisión no es un lugar para bebés y no estaba dispuesta a entregar su nieta.
—Usted tiene un problema bien grave con la muchacha —dijo un policía.
—¿Cuál es ese problema? —preguntó Reyna.
—Su hija sigue amamantando a la niña y ella se la quiere llevar al centro penal a donde será trasladada. Tiene que dársela.
—Bueno, pero yo no puedo entregarle a la niña. Porque ella es muy chiquita para andar pateando esos lugares. Tiene un futuro por delante.
—Lo que usted tiene que hacer es firmar este documento, en el que se le obliga a entregar la niña y que además dice que la custodia es de Marbely, quien sería su responsable al interior del recinto penitenciario.
—No, cómo va a creer, no puedo firmar eso.
—Es que tiene que hacerlo.
—No, déjenme pensarlo.
Reyna tomó a la bebé en sus brazos, luego de ser amamantada en las bartolinas policiales y salió del lugar. Al día siguiente, la volvió a llevar para ser alimentada. Cuando llegó, otros tres policías la llamaron para convencerla —en un tono que parecía más una orden a cumplir— de que debía entregar a la niña para que fuera trasladada a un centro penal junto a Marbely.
“Ya no eran los mismos policías los que me llamaron para que yo llegara a donde depositaba la comida para mi hija y donde me quedaba esperando a la niña mientras era amamantaba. Y estos policías me dijeron que preparara la ropa de la niña, pañales y todo lo necesario para la niña, porque mi hija se la iba a llevar, por el bien de la niña y por el bien de mi hija”, recuerda Reyna.
Los policías también le advirtieron que, de no entregar a la niña, Marbely sería enviada al Centro Penal de Ilopango —que hasta esa fecha aún funcionaba como “cárcel de mujeres”—. Pero si la bebé era entregada, ambas serían trasladadas al penal de Apanteos. Esto último significaba que Reyna no tendría que viajar hasta San Salvador para entregar paquetes a Marbely, sino que le quedaría más cerca.
Pero una vez más, Reyna se rehusó a entregar la niña y se fue a la casa, después de ser amamantada. Llegó a pensar que mientras su hija Marbely no fuera trasladada a un centro penal, podría seguir llegando con la niña y traerla de regreso a casa. Mientras pensaba en la situación y cuidaba a Génesis en la casa, unos policías le llamaron a su teléfono celular. Le dijeron que Marbely sería trasladada el día siguiente, por lo que debía llevar un nuevo paquete con artículos de aseo personal y que incluyera tres paquetes de pañales desechables, pacha, leche y ropa para la bebé.
La llamada preocupó a Reyna, pero pensó que tal vez solo estaban tratando de convencerla para que dejara a la niña en prisión. Así que, con la confianza de los otros días, fue hasta las bartolinas policiales para que Marbely amamantara por última vez a Génesis, antes de ser trasladada hacia un penal.
Al llegar, un policía tomó a la niña, como ya era la rutina, para que fuera amamantada. Pero esta vez, le dijo que no se la regresarían. Así que Reyna intentó forcejear con el policía para que se la devolviera, pero no pudo tomarla de nuevo en sus brazos.
“Me vi obligada a entregarles a la niña. Yo, cuando ya no pude hacer nada, comencé a llorar y solo les pregunté que si a la niña le pasaba algo, qué me iban a responder. Me dijeron que yo estaba en la responsabilidad de ir a la granja penitenciaria a llenar una hoja que me permitiría estar con la niña una semana y otra semana con la mamá. Pero cuando yo fui a que me entregaran el DUI y para hacer las vueltas de ese papeleo, otra persona que también tenía a su familiar detenido me dijo que esa era una mentira que me dijeron para que yo entregara a la niña”, relata Reyna, mientras se limpia unas lágrimas y aclara la garganta al recordar ese momento.
Desde aquel día, Génesis también perdió la libertad y quedó prisionera con su mamá, en las hacinadas cárceles salvadoreñas. Reyna no pudo recuperarla y tuvo que resignarse, impotente.
Y eso no fue todo lo que el régimen le quitó a Génesis.
***
Tres meses después de que Génesis ingresó al penal de Apanteos en Santa Ana, para permanecer en prisión sin deberle nada a la justicia, Reyna seguía sin tener información sobre su estado de salud y el de su hija Marbely.
Durante ese tiempo, cada vez que pudo, Reyna viajó al penal para entregar el paquete con artículos de higiene personal para su hija y su nieta. A veces, ese paquete llegaba incompleto al penal, porque el dinero escaseaba y no alcanzaba para comprar comida para su hogar al mismo tiempo que pagar todos los productos que debía incluir el paquete.
Cada vez que iba al penal, pedía información sobre el estado de salud de su hija y nieta, pero los custodios siempre le repetían: “No puedo darle esa información”. Y eso, la falta de información, la sumergía en una inquietante incertidumbre.
En una ocasión, gracias a otras mujeres que llegaban con frecuencia al penal para entregar paquetes o esperar que las autoridades penitenciarias cumplieran las órdenes judiciales de dejar en libertad a sus familiares, Reyna se enteró de que una mujer joven, que cumplía con los rasgos y características de Marbely, fue trasladada a un hospital por el personal del centro penitenciario.
Sin dinero en los bolsillos, pidió prestado y se fue de inmediato hasta el hospital San Juan de Dios en Santa Ana, rezando durante todo el camino para que su hija estuviera bien y que la enfermedad no fuera grave. Cuando llegó, no la dejaron ingresar. Así que se le ocurrió decir que iba a visitar a otra persona. Una vez adentro del hospital, comenzó a caminar y a buscar a su hija, hasta que de pronto, en una sala, vio que su nieta Génesis estaba inmóvil, con sus ojos cerrados y conectada a unas máquinas que le medían el pulso y también a otras cosas que no sabe cómo describir ni para qué servían.
Al verla, sintió un vacío en el estómago, una presión en el pecho y comenzó a llorar. Luego, preguntó a los doctores y enfermeras que pasaban por el lugar si sabían lo que había ocurrido con la bebé, pero nadie sabía. O al menos eso le dijeron.
Al escuchar el alboroto, el personal del centro penal que andaba en el hospital se acercó de inmediato y la amenazó con capturarla por haberse metido sin autorización hasta donde estaba la niña: “Los custodios no me dejaban verla, y me dijeron que yo estaba cometiendo un delito por meterme a buscarla”, cuenta Reyna.
Para no hacer más grande el problema, se disculpó y salió del hospital lo más rápido que pudo, a pesar de que no consiguió ver a su hija Marbely y tampoco logró saber qué le había pasado a la niña.
Los siguientes días, desvelada tras no poder conciliar el sueño por la incertidumbre, se levantaba temprano y se iba con su esposo hasta el hospital. Consideró que la única manera de obtener información acerca de su hija y nieta era llegando hasta allí, ya que las autoridades penitenciarias le negaban su derecho a tener información.
Afuera del hospital, por varios días, se quedó ubicada en un lugar desde donde podía mirar a los custodios, con la esperanza de ver a su hija y a su nieta. “Cada vez que íbamos al hospital, nos pasábamos todo el día con hambre. Porque lo único que teníamos nos alcanzaba para los pasajes del bus”, relata Reyna.
Uno de esos días, los custodios se movieron del lugar. En ese momento y sin pensarlo, Reyna dijo a su esposo: “Voy a entrar, aprovechando que se fueron”.
Cuando entró en la sala, vio a su hija en una camilla. Durante 25 minutos, pudo hablar con Marbely, hasta que fue alertada por otros pacientes de que los custodios se acercaban de nuevo al puesto. Su hija le contó que la bebé seguía gravemente enferma, pero que no sabía exactamente lo que le había pasado, porque los doctores tampoco le habían explicado con detalles.
Al siguiente día, Reyna regresó con su esposo al hospital, con la misión de colarse de nuevo en un descuido de los custodios. Pero cuando llegó, notó que los custodios no estaban. Así que se acercó para saber si habían movido de sala a su hija o qué es lo que había pasado. Una enfermera le explicó que unas horas antes, ambas habían sido trasladadas hacia el centro penal, debido a que les habían dado el alta.
Eso le extrañó a Reyna, ya que lo poco que su hija le había dicho es que Génesis seguía grave. De todas formas, resignada, volvió a su casa con la esperanza de que la enfermera tuviera razón y que la bebé estuviera mejor, como para ser trasladada de nuevo a la cárcel.
Trece días después, Reyna estaba revisando las redes sociales de las organizaciones que defienden derechos humanos y las páginas en Facebook de los familiares de personas inocentes capturadas en el régimen de excepción, cuando observó que en una foto aparecía Génesis, ingresada en el Hospital Nacional Jorge Mazzini de Sonsonate. La leyenda que acompañaba a la fotografía era escueta, pero tenía información de contacto. De inmediato, Reyna llamó al número telefónico que aparecía.
Del otro lado de la línea, una mujer contestó. Explicó que no podía dar su nombre ni más información, por temor a las represalias del gobierno. Solo le dijo que mientras estuvo en el hospital, conoció a Marbely y a la bebé. Y que Marbely le pidió de favor que publicara en redes sociales la fotografía para que su mamá pudiera saber que Génesis estaba hospitalizada nuevamente, pero esta vez en Sonsonate, y que así pudiera llegar a verlas.
Luego de la llamada, Reyna comprendió que Génesis seguía gravemente enferma y lamentó que desde la Dirección General de Centros Penales nunca le daban información para saber cómo se encontraban. De alguna manera, el régimen de excepción seguía empeorando la vida de una bebé que no le debía nada a la justicia. Inicialmente le arrebató a su madre cuando fue capturada arbitrariamente. Luego las reunió en la cárcel, pero le quitó su libertad. Estando en prisión, el régimen le había quitado la salud.
Y eso no fue todo lo que el régimen le quitó a Génesis.
***
Con la poca información que Reyna obtuvo en la llamada, se alistó para ir al hospital de Sonsonate. Antes de siquiera salir de casa, su celular sonó. Del otro lado, estaba la voz de Marbely, con un tono de angustia. Le dijo que había hecho amistad con otra paciente en el hospital y que esa paciente le había prestado el celular. Por suerte, le dijo, recordaba de memoria su número telefónico.
Le explicó que no tenía mucho tiempo para hablar y que era urgente que preparara una carta dirigida al Consejo Nacional de la Primera Infancia, Niñez y Adolescencia (Conapina) con el objetivo de evitar que las autoridades le quitaran a la bebé y se la llevaran a un centro infantil al cuidado del Estado. Le indicó que la carta tenía que decir que ella (Reyna) pedía la custodia, para que al salir del hospital la bebé no regresara a la cárcel, sino a casa de los abuelos.
De inmediato, Reyna se fue con su esposo a las oficinas del Conapina a explicar el caso. Pero desde un primer momento le dijeron que Reyna no calificaba para quedarse con la custodia de la bebé. Y le negaron la solicitud.
Mientras tanto, los días pasaron y la niña otra vez fue dada de alta y enviada de nuevo a la prisión. A esas alturas, Reyna sabía que, si la bebé era dada de alta en el hospital, no significaba necesariamente que había recuperado su salud.
Para resolver el impasse en el Conapina, otra de sus hijas firmó el documento para hacerse responsable de la custodia y que la niña fuera entregada a la familia. Superado el incidente, el Conapina coordinó con la Dirección General de Centros Penales para que Génesis fuera devuelta el 13 de abril de 2023.
Llegada esa fecha, Reyna y su hija se fueron al penal de Apanteos con la esperanza de traer consigo a Génesis, pero al llegar les dijeron que no podían atenderlas porque el personal penitenciario estaba coordinando el traslado de personas privadas de libertad hacia el recién inaugurado Centro del Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la cárcel de la que el mandatario Nayib Bukele se siente orgulloso de haber construido por ser la más grande de Latinoamérica y por ser un símbolo de su estrategia punitivista (centrada en el castigo) para combatir a las pandillas.
Así como llegaron, Reyna y su hija se regresaron con las manos vacías y con la incertidumbre de si Centros Penales iba a cumplir lo solicitado por Conapina. El personal penitenciario simplemente se limitó a decir que estuvieran pendientes del teléfono, para saber cuándo podían regresar por la bebé.
Los días siguientes pasaron pendientes del teléfono. Hasta que, por fin, el 19 de abril sonó. Quien llamaba era una persona de Centros Penales, quien indicó que si querían recibir a la bebé tenían que acudir lo más pronto posible al penal de Apanteos.
“Yo no tenía ni un cinco para moverme y retirar a la niña. Solo con la ayuda de Dios nos fuimos a traerla. Pero desde que la vimos, notamos que la niña ya venía mal de salud. Una mujer del penal, que no sé si es abogada o algo, nos dijo que teníamos que llevarnos a la niña, porque si no la sacábamos, ella no respondía por si se ponía más grave de salud”, relata Reyna.
Desde que la cargaron en brazos, notaron que el peso de la niña era inferior al que debía tener para su edad. La llevaron a casa, le prepararon algunos alimentos, pero Génesis comía poco.
“Le tomé una foto en un sillón, donde la teníamos abrigada, junto al abuelo. Yo pensé que se iba a poner mejor, pero no. No mejoró. Me la entregaron casi muerta. Así que la llevamos al hospital de Santa Ana, donde tampoco mejoró ni con los tratamientos que le daban”, cuenta Reyna.
Angustiada por lo grave que se notaba la bebé, viajó hasta el Hospital Especializado de Niños “Benjamín Bloom” en San Salvador, donde le hicieron una terapia respiratoria y la niña mejoró un poco. Así que regresaron a casa.
Un par de noches después, Reyna observó que uno de los ojos de Génesis “tenía como el párpado caído” y notó que estaba empeorando. Así que dejó al niño de seis años al cuidado de otros familiares y salió con la niña hacia el Hospital Nacional de Ahuachapán, donde fue ingresada de inmediato y donde pasó siete días.
—Le vamos a dar el alta —le dijo el pediatra que le dio seguimiento.
—¿Por qué? ¿Cómo así? La niña todavía se ve mal, yo la veo grave —cuestionó Reyna.
—Sí, pero ya no podemos hacer nada. Como ve, todos los que están aquí, todos se van a ir, porque aunque no estén bien los niños, tienen salida a los 7 días de tratamiento. Y el tratamiento ya acabó.
Indignada, reclamó la documentación de ingreso y de salida de la niña y se dirigió a su casa. Cuando llegó, su esposo andaba trabajando en San Salvador, por lo que tuvo que lidiar en soledad ese momento de impotencia.
Como no quería quedarse de brazos cruzados, comenzó a buscar pediatras particulares y a prestar dinero para poder pagar. Finalmente, encontró un pediatra que comenzó a atenderla.
“La niña estuvo cinco días ingresada con un pediatra que le estaba dando un tratamiento completo. Yo salía de la casa a las 7:00 de la mañana y llegaba hasta las 4:00 de la tarde, solo para hacer limpieza en la casa y dormía un rato”, narra, mientras se limpia las lágrimas.
El 17 de mayo de 2023, el pediatra le dijo que el estado de salud de la niña era crítico. Así que Reyna la tomó de una manita, rezó por un milagro y lloró en silencio. Pero el milagro no ocurrió. A las 10:40 de la mañana, Génesis dejó de tener signos vitales y falleció. El documento que le entregaron detalla que murió de neumonía.
En cierta forma, según concluye Reyna, Génesis encontró la muerte mientras estuvo en prisión siendo una bebé, por causa del régimen de excepción. Al haber enfermado gravemente y al no haber sido atendida adecuada y oportunamente, era cuestión de tiempo su fallecimiento. Al final, el régimen no sólo le arrebató a su madre de forma injusta, después le quitó su libertad y en la cárcel también perdió su salud que fue el último golpe para luego perder la vida.
Y eso no es todo lo que el régimen le quitó a Génesis.
***
Tras la muerte de la bebé, Reyna llamó al penal de Apanteos para que le permitieran hablar con su hija Marbely. Les dijo que lo único que quería contarle era que su bebé Génesis había fallecido y que al menos lo supiera. Pero el personal penitenciario le dijo que no podían ponerla al teléfono ni permitirle cualquier tipo de contacto.
Frustrada, Reyna se dirigió al Conapina para que pudiera interceder ante Centros Penales y que así Marbely pudiera salir, custodiada, al menos para el funeral de su hija Génesis. Pero la respuesta del Conapina la entristeció más.
“Mi esperanza era que tan siquiera ella se pudiera despedir de la niña, pero me dijeron que no hay salida para nadie ahorita. Me dijeron que ellos no tenían nada que ver con eso. Me dijeron: ‘Ustedes que están ahí denle su eterna sepultura, pero nosotros no podemos hacer nada’. Esa fue la respuesta que me dieron”, lamenta.
Y así, el régimen le quitó todo, absolutamente todo, a Génesis. Incluso después de perder la vida, ni siquiera pudo ser sepultada en presencia de su madre Marbely.
#JusticiaParaGénesis
El 14 de julio de 2023, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizó una audiencia sobre derechos humanos y estado de excepción en El Salvador. Representantes de diferentes organizaciones de sociedad civil describieron, en esa audiencia, una serie de graves violaciones a los derechos humanos que las autoridades han cometido durante el régimen de excepción. Entre la multitud de casos que han documentado, mencionaron el de Génesis y el de otro bebé que también falleció luego de haber enfermado en prisión.
Zaira Navas, de la organización Cristosal, mencionó que las hacinadas cárceles de El Salvador son un foco de infecciones y enfermedades que las autoridades no están tratando debidamente.
“Es común la desnutrición severa, las enfermedades estomacales, renales, enfermedades respiratorias como tuberculosis, de las vías urinarias y de la piel producidas por parásitos y virus por el consumo de agua y alimentos contaminados. Tampoco hay atención médica y medicamentos para enfermedades en condiciones crónicas de salud o por enfermedades adquiridas en los centros penales. Son los familiares de las personas detenidas, las que tienen que conseguir medicamentos”, mencionó Navas.
Además de las enfermedades, Navas señaló que los fallecimientos en los centros penales no son investigados por la Fiscalía General de la República, a pesar de que las organizaciones de sociedad civil han documentado casos en los que se demostró que la muerte fue la consecuencia de torturas.
“En algunos casos, la correlación de la causa de muerte consignada por el Instituto de Medicina Legal no corresponde a la condición que presentaba el cadáver. De acuerdo con fotografías tomadas a los cuerpos y testimonios de familiares y empleados de funerarias, se demuestra que los cadáveres presentaban clara evidencia de golpes, heridas con objetos cortopunzantes, estrangulación, ahorcamiento, choques eléctricos y otros signos de torturas”, indicó Navas en la audiencia.
En respuesta, los representantes del Gobierno de Nayib Bukele negaron todo. El comisionado presidencial para los Derechos Humanos y Libertad de Expresión, Andrés Guzmán Caballero, de hecho, justificó el régimen de excepción diciendo que le llamaba la atención que las organizaciones de sociedad civil no dijeran nada para defender a las víctimas de las pandillas. Es decir, el funcionario trató de llevar la conversación sobre un tema que no era el que se estaba discutiendo en la audiencia. Además de que tampoco es cierto que las organizaciones defienden a pandilleros, sino a personas inocentes que han sido capturadas sin pruebas y acusadas de colaborar con pandillas.
La directora del Conapina, Linda Amaya de Morán, aseguró que las organizaciones y los medios de comunicación han tergiversado la información sobre los casos de los dos bebés que han fallecido, tras pasar una temporada en prisión durante el régimen de excepción. Afirmó que ambos bebés murieron fuera de la cárcel por enfermedades con las que ya habían nacido, como si eso fuera una exoneración de responsabilidad del Estado. En el caso de Génesis, dijo, había nacido con asma y que por eso las autoridades estaban libres de culpa.
La directora del Socorro Jurídico Humanitario, Ingrid Escobar, explicó a GatoEncerrado que la directora del Conapina faltó a la verdad durante la audiencia ante la CIDH, ya que el expediente de Génesis no registra en ninguna parte que nació con asma.
“Génesis no traía nada congénito ni complicaciones en el embarazo. Cuando nació, gozaba de buena salud. Estando en el centro penal fue que le dio gripe, luego neumonía, luego se le complicó la neumonía. Ya casi agonizando la han sacado del penal y se la entregaron a su tía, quien no podía hacerse cargo de la menor y entonces la bebé pasó a manos de su abuela y posteriormente la niña fallece”, corrigió Escobar.
La directora de Socorro Jurídico agregó que, en ambos casos, el de Génesis y el del otro bebé que falleció en similares circunstancias, el Estado salvadoreño ha vulnerado los derechos de las madres también. Ya que ambas fueron detenidas de forma arbitraria, sin evidencias ni pruebas de nada. Además, las dos han tenido que convivir con sus hijos en celdas que no tienen las condiciones adecuadas.
Sobre este punto, Zaira Navas también mencionó en la audiencia ante la CIDH que cuando Reyna solicitó la custodia de la niña, el Conapina debió garantizar lo que era mejor para Génesis, pero no lo hizo.
“Las niñas y niños requieren lactancia materna, pero a veces es importante la ponderación del interés superior. En este caso de la niña, porque recibía lactancia materna, el apego con la madre es importante. Pero si la madre está sometida a un alto nivel de estrés y si las condiciones de privación de libertad no son las idóneas, en lugar de beneficiar puede perjudicar, como fue el caso de la niña”, detalló Navas.
La representante de Cristosal también lamentó que públicamente se desconoce si existen más casos como el de Génesis, debido a que el Gobierno de Bukele no brinda información de cuántas mujeres embarazadas se encuentran privadas de libertad, cuántos niños y niñas viven con sus madres dentro del centro penal, las edades, ni sus condiciones de salud.
Al final, el caso de Génesis ha quedado en la impunidad. De momento, ninguna institución del Estado está dedicando, ni dedicará recursos o personal para investigar responsabilidades de empleados públicos en la muerte de la bebé. Mientras tanto, Marbely sigue en prisión, a pesar de que un tribunal ordenó su liberación el 19 de mayo de 2023, y tampoco sabe que su hija falleció.