Foto/Carolina Amaya

Caserío en Juayúa al borde de la hambruna por la cuarentena

Las 36 familias que conforman el caserío El Portezuelo, en el cantón Ojo de Agua de Juayúa, están sobreviviendo gracias al altruismo de terceros. Solo cinco familias han recibido el subsidio de $300 que el Gobierno entrega a los más afectados por la pandemia de coronavirus.

Imelda de Jesús Cardona tiene 65 años. En un El Salvador con justicia social y económica, estaría jubilada desde hace 10 años, pero su realidad es otra: se dedica a la venta de flores y hierbas que encuentra en las fincas aledañas al caserío El Portezuelo, donde vive. Mejor dicho, donde intenta sobrevivir en medio de la pobreza extrema. 

Para subir al caserío El Portezuelo, donde vive Imelda, hay que viajar en un vehículo de doble tracción por 17 kilómetros desde el casco urbano de Juayúa. El caserío es el último rincón con un asentamiento humano ubicado en un valle entre el cerro el Águila y la laguna de las Ranas de Sonsonate. 

Las 36 familias que conforman la comunidad, incluida la de Imelda, tienen una lucha cotidiana contra la miseria para sobrevivir. En un día cualquiera, la escasez de comida y dinero los deja un poco de hambrientos. Y por si aún era posible tocar más abajo del fondo, su situación empeoró desde que el Gobierno impuso, con el respaldo de la Asamblea Legislativa, la cuarentena domiciliar y el régimen de excepción para evitar la propagación del COVID-19.

Solo cinco, de las 36 familias, fueron beneficiadas con el subsidio de $300 que entregó el Gobierno, como parte de su plan de alivio económico para las familias afectadas por el régimen de excepción y las medidas restrictivas del estado de emergencia. Si han sobrevivido es gracias a las personas altruistas que han llevado víveres.

En un día cualquiera, sin emergencia, Imelda tiene que caminar dos horas y media hasta llegar a la carretera que la lleva a Juayúa, en donde dos veces por semana vende sus flores para sobrevivir. Hasta el caserío no suben buses. No podrían por lo complicado del terreno. Así que Imelda es de las que caminan. Pero también porque no tiene $35 o $40 para pagar el viaje a un vehículo doble tracción que la saque desde su vivienda hacia Juayúa para vender. Pero ahora, en tiempos de cuarentena, ni bajar a pie hasta la carretera ha podido.

Imelda de Jesús Cardona, de 65 años, sobrevive de vender flores en el mercado de Juayúa. Desde la entrada en vigencia de la cuarentena ya no ha podido ir.

Su realidad no es única. Según los líderes comunitarios, el 30% de la población de esa comunidad son adultos mayores y el 40% menores de edad, quienes deben trabajar en las fincas o vendiendo hierbas, flores y hortalizas en el mercado de Juayúa. No importa la edad, la mayoría de las personas de la comunidad deben trabajar para comer.

Desde el 21 de marzo, cuando el presidente anunció la cuarentena domiciliar, ninguno ha podido bajar de la montaña o trabajar en las fincas para buscar el sustento diario.

Este 12 de abril, Imelda recibió una bolsa modesta de víveres que un grupo de activistas ambientales gestionó. “Gracias a Dios y a las buenas personas que nos están ayudando, nos vamos sosteniendo, no a la gran cantidad sino con poco, porque no fuimos favorecidos con lo que habían dado (el subsidio de $300)”, agradece Imelda.

La semana anterior, Imelda y las demás familias recibieron una ayuda de la alcaldía: era una bolsa con cuatro libras de maíz, una de azúcar, tres de frijoles y una de arroz. Con eso, Imelda, su esposo y un nieto, han comido. Pero les da temor que poco a poco todo se está acabando.

“Somos víctimas, quizás, de hasta enfermarnos de hambre”

Juan Francisco Mendoza, de 61 años, corre la misma suerte de Imelda. Tiene un mes y medio sin trabajo. No solo por la cuarentena, sino porque ya no tiene la fuerza de un joven para trabajar en las fincas. Pero mantiene la responsabilidad de buscar el sustento para su esposa y un nieto. 

La teoría de Juan es que Portezuelo queda aislado y por eso no llega la ayuda. “Nos sentimos afligidos, por momentos que se nos terminan los alimentos. Somos víctimas, quizás, de hasta enfermarnos de hambre”, lamenta Juan, mientras sigue sentado en la entrada de su casa, para ver si llega alguna ayuda.

Juan Francisco Mendoza, de 61 años, tiene a cargo a su esposa y un nieto. Asegura que están en riesgo de enfermarse de hambre. Por su edad, a don Juan se le dificulta conseguir trabajo en las fincas. Foto/Carolina Amaya

Las fincas que contratan a la mayor parte de población de El Portezuelo, han cerrado sin darles ningún apoyo económico, ni alimenticio para sobrevivir a la cuarentena.

Maribel Rivera, de 49 años, quien quedó fuera del subsidio del gobierno, lleva trabajando cinco años para la misma finca y ahora no ha recibido ningún tipo de ayuda. “Una quincena nos dieron y dijeron que ya no íbamos a trabajar así”, explica.

Maribel tiene a su cargo a seis hijos y tres nietos. Es la jefa del hogar. Cuando no tiene trabajo en la finca recolecta limones, hierba mora y otros frutos del bosque. “Estamos acabados porque no podemos salir a pedir. Es bien complicada la situación que se ha dado”, reclama.

Su hijo, Giovanni Mendoza, es uno de los que ayuda en casa proveyendo para el sustento, pero también se ha quedado sin trabajo por la emergencia sanitaria. “Los jardines se han secado y no hay nada qué vender. Por eso pedimos ayuda para los ancianos de este caserío”, dice.

En la comunidad de 36 familias solo 5 salieron beneficiadas con el subsidio de $300 que otorga el gobierno. Elba Ventura, que no obtuvo el bono, cree que es por el caserío queda aislado. Foto/Carolina Amaya

El Portezuelo es una de las comunidades afectadas por la tala masiva en el cerro El Águila. Según el activista ambiental, Juan Pablo López, la depredación en la montaña provocó un cambio de clima en la zona y ahora es más difícil para la comunidad producir sus hortalizas.

El agua también es escasa en este caserío que está rodeado de un bosque nebuloso. Por la pandemia, la junta de agua está dando dos cántaros de agua por persona, pero en tiempos normales reciben solo uno.

Si usted quiere colaborar con las familias de El Portezuelo puede comunicarse con Juan Pablo López al número 7687-4966.

Imágenes de drone: Crack Ródríguez

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