La línea entre lo racional y lo arbitrario
Luis, de 29 años, vive con su madre y dos hermanas. Es el mayor y el encargado de aportar más a la casa. Como él, también Antonio* fue detenido casi a la misma hora, alrededor de las 12:30 p. m. Antonio, de 41 años, había salido a comprar al mercado en Soyapango. Es el encargado en su familia. “No te vayás a correr”, le dijeron los policías cuando le detuvieron. No lo esposaron, pero sí suplicó porque le dejaran ir: explicó que en su casa vive con su pareja, de 24 años, y su hija, de cuatro años, pero aún así fue llevado a las bartolinas de Soyapango. A las 6 de la tarde estaba subiéndose a un microbús que lo llevaría a Ciudad Delgado.
A las 11:30 a. m. fue detenido Marlon* en la residencial Altavista. Cuando salió a buscar almuerzo, policías le llevaron en un carro patrulla a la delegación policial. No hubo resistencia de su parte por miedo a que lo golpearan. En la bartolina firmó unos papeles sin saber exactamente de qué se trataban. De Altavista lo trasladaron a la delegación policial de Ilopango luego de seis horas de espera. No comió nada hasta el día siguiente que ya había sido ingresado en el centro de contención.
El abogado Dennis Muñoz es quien está a cargo de los habeas corpus de estos casos. Son siete los que ha interpuesto ante la Corte Suprema de Justicia (CSJ) sobre personas, de escasos recursos y zonas marginales, que fueron detenidas, llevadas a bartolinas y, finalmente, a centros de contención en procedimientos con un indiscutible abuso de parte de las autoridades y de exposición mediática, dice.
“Ha habido abuso de poder: ellos andaban comprando comida para abastecerse, porque eran las personas encargadas”, comentó Muñoz a esta revista. “Todas las capturas las hizo la Policía y la Fuerza Armada. No es cierto de que fueron llevados a un centro de contención. Los ficharon en la delegación policial en San Bartolo, a partir de la 1:00 p.m., para exponer a estos jóvenes”.
El abogado dejó por escrito en los recursos que, además de que los hechos ocurrieron un mismo día y en horas similares, “hay algo más complicado: todos decían que cada agente se peleaba por detenerlos. Les habían llevado metas de cinco personas”.
En su fundamento añadió que los decretos del Ejecutivo no son ley formal, que hayan pasado por formación en la Asamblea Legislativa, sino medidas de emergencia. Además, sostuvo que en los decretos “sí se les va a detener, pero con prueba respectiva. Ya transcurrieron diez días, pero nunca les han practicado una”.
El artículo que Muñoz cita es el 1, literal b del decreto n° 19. En este, el Ejecutivo ha establecido que “toda persona que incumpla el resguardo domiciliar sin justificación y que luego de haber sido evaluada por el personal médico se catalogue como sospechoso deberá guardar cuarentena controlada por 30 días, en tanto no se confirme o descarte la presencia del COVID-19 a través de la prueba PCR respectiva”.
El abogado también emitió una denuncia ante la PDDH por el derecho humano vulnerado, como el derecho a la libertad, a la integridad física, a la salud y al debido proceso. “Este no es un tema de seguridad pública, es de emergencia sanitaria. Me parece nefasto todo este cúmulo de detenciones ilegales”, señaló.
El 15 de abril, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) emitió la resolución HC 148-2020 en la que ordenaba al Ejecutivo abstenerse de “detener o retener a las personas por el mero incumplimiento de la cuarentena domiciliaria”. El presidente de la República dijo, minutos después, que no acataría dicho fallo.
Estas detenciones no han sido las únicas: el 21 de marzo, a las 9:30 p. m., dos horas después de que Bukele anunciara la cuarentena domiciliaria obligatoria, Fernando Zuniga fue detenido por un retén militar al salir de trabajar en la Central Geotérmica en Berlín, Usulután. Con Fernando también fueron detenidos cinco compañeros de trabajo.
Cuando fueron detenidos, Fernando y sus compañeros llevaban sus uniformes e identificación del trabajo. Pero los policías consideraron que esa no era una justificación para estar en la calle. Así que Fernando y sus compañeros fueron llevados a la delegación policial de Lourdes, Colón, donde estuvieron retenidos por dos días. Fernando contó a GatoEncerrado que durante ese tiempo solo se les permitió un cambió de ropa y la comida tuvo que correr por su cuenta. Fueron obligados a firmar documentos, que hasta la fecha no se les ha permitido leer.
El 24 de marzo, fueron trasladados a las instalaciones de Ciudad Mujer de Lourdes. Eran las primeras ocho personas en entrar al centro de contención. “Todavía el policía dijo que nosotros éramos los que íbamos a estrenar. Ahora somos casi 50 acá”, dijo Fernando.
Manuel Escalante aseguró que en estos casos si el Ejecutivo no garantiza condiciones de distanciamiento social, con insumos de protección personal, ni buena alimentación en los centros de contención, “sería completamente arbitrario, porque ahí estaría un incumplimiento claro” con respecto a la protección de la salud de las personas. “Es contrasentido”, dijo.
Desde el 21 de marzo, cuando Bukele decretó cuarentena domiciliaria obligatoria, hasta el 18 de abril, 2,220 personas habían sido “retenidas” por desobedecer al encierro, según la página web que el Gobierno ha habilitado para publicar datos sobre todo lo relacionado con el COVID-19 en el país.
La fundación Cristosal ha registrado en línea los casos de vulneraciones a los derechos humanos en el triángulo Norte. Rina Monti, subdirectora de monitoreo de derechos humanos, explicó a GatoEncerrado que en el sistema de alerta de vulneración de derechos han registrado más de 15 denuncias, la mayoría de El Salvador, en relación a las privaciones de libertad durante la emergencia por COVID-19. Esas denuncias están enfocadas en jóvenes que han sido delegados por su familia para realizar las compras. El 60 % de las denuncias de detenciones son hombres. También, registran que en el 47 % de los casos son agentes policiales quienes han vulnerados derechos, mientras que un 41 % ha sido personal del Ministerio de Salud.
El 8 de abril, en su cuenta de Twitter, el presidente Bukele recordó que de violar la cuarentena, las autoridades y el Ministerio de Salud ordenarán su ingreso a un centro de cuarentena “por ser potencial foco de infección”.
“Ahí pasará 30 días, o hasta que las autoridades de salud puedan comprobar que usted no porta el virus. Esto último podría tardar mucho tiempo, ya que usted no será prioridad en los tests”, dijo.
Bukele también mencionó que dentro de la cadena de prioridades, primero, estará el personal médico, soldados, policías; luego, están las personas con síntomas y, tercero, con nexos epidemiológicos. Lo que se traduce en que las personas que han sido capturadas están en una cuarta categoría.
¿Qué significa estar en el cuarto grupo? ¿Un grupo de cuarta categoría? Escalante cuestiona el tuit de Bukele y, al interpretarlo, recalca que el factor determinante para que este grupo termine su cuarentena no es el tiempo, sino la prueba y en el decreto no dice nada sobre realizar esa prueba dentro de los 30 días. Dado que no son catalogados como prioridad, su salida podría tardar más del tiempo estipulado. Si bien considera que los procedimientos deben estar claros y que deben existir, aunque tal vez no de la mejor manera, espera que ninguna prueba de la gente capturada se detenga de manera indeterminada.
¿La medida como tal es racional? ¿O razonable? Para Escalante lo es. Después de todo, hacer una prueba y tener certeza de que no se es portador del virus, “muchas personas quieren eso”. El tema en cuestión debe ser, según dice, hasta dónde llega lo racional y comienza lo arbitrario.
*Con reportes de Carmen Valeria Escobar
*Nombres fueron cambiados por protección de identidad