Foto/Julia Gavarrete
Tras el paso de Amanda y Cristóbal, tuvieron que evacuar sus viviendas. Habitantes de la comunidad el Bambú II, dentro del cementerio La Bermeja, claman con urgencia a las autoridades una inspección al terreno para saber si sus casas son habitables o no. Algunos se arriesgan en volver al no encontrar un lugar donde vivir.
🗓️ 9 de junio de 2020
Un grupo de tres hombres hacen de centinelas en una esquina, en la angosta entrada de la comunidad. Son los encargados de cuidar mientras el resto decidió que lo mejor era autoevacuarse y buscar resguardo en otra parte. Un par de horas de lluvia fueron suficientes para que la comunidad el Bambú II no fuese más que un puñado de casas desoladas, al borde de un barranco propenso a derrumbarse. De las 20 familias que habitan la comunidad, unas cuantas se resisten a salir —o se arriesgan nada más— al no tener un lugar dónde llegar para refugiarse.
Desde hace una semana, el domingo 31 de mayo, cuando la tormenta Amanda tocó territorio salvadoreño, permanecen en albergues o en casas de familiares. A excepción de María Eulogia Guardado, de 60 años, que pasa sus noches dentro de su casa al borde del barranco. Hasta el 3 de junio, prefería seguir ahí para no perder de vista a la docena de patos que ha criado.
El Bambú II es una comunidad que fue levantada dentro del cementerio La Bermeja, en San Salvador. La gente de la comunidad tiene de un lado el río Acelhuate y del otro, a unos cuantos pasos, el área destinada para enterrar a fallecidos por COVID-19. Desde la entrada principal a El Bambú II se cuenta a diario los pick-ups de las funerarias que ingresan para enterrar más cuerpos. Solo ese día, los habitantes dicen haber contado diez. Hasta el 2 de junio, según confirmó el mismo alcalde Ernesto Muyshondt, hubo 104 inhumaciones de casos confirmados y sospechosos.
Los pequeños cubos de lámina, que han levantado para vivir, se distribuyen a lo largo del cerro sobre el río y son vulnerables desde tiempo atrás. Pero, ahora, Amanda terminó por debilitar los cimientos de sus viviendas.
Bethzabé Luna, madre de cinco hijos, es una de las personas que permanece resguardada en el albergue de la escuela Honduras junto a una cinco familias más. Cuenta que la madrugada de ese 31 de mayo, tuvieron miedo en quedar soterrados o que sus viviendas se fueran en la correntada al ver que los muros de tierra se desprendían por pedazos.
Las autoridades no dieron la señal de alerta a la comunidad El Bambú II. Las familias se quedaron en sus casas a pesar de la megatormenta que estaba por caer. Como no lo sabían, los que pudieron y que estaban más propensos a deslizamientos, salieron a las 3 de la madrugada en medio de la lluvia a resguardarse a un paso a desnivel que está a pocos metros. Bethzabé fue una, además de Daniela Aparicio, una joven que hace un par de meses se convirtió en madre. Daniela dice que no prefirió volver a su casa que, como la de María Eulogia y la de Bethzabé, está propensa a derrumbarse.
“Fuimos llevados a un albergue donde no había colchonetas y que no cumplía con las condiciones para que pudiéramos estar con nuestros hijos. Decidimos regresar al cementerio”, dijo Daniela sobre el traslado al centro escolar Santiago Barberena.
Algunas familias permanecen en casas de parientes, por miedo al virus, y unas cuantas están en una galera dentro del cementerio. Sin embargo, ese tampoco es lugar que reúne las condiciones para evitar contagiarse de COVID-19, dice Bethzabé.
Las autoridades de Protección Civil aún no hacen una evaluación del terreno. Bethzabé dice que lo único que piden como comunidad es que les digan si es habitable o no, como para que también les ayuden a buscar salida. Mientras permanece en el albergue de la escuela Honduras, dice haber tenido la visita de la ministra de Educación, Carla Hananía. A ella le expuso el problema que viven. “Ella (Hananía) se comprometió que le diría a Protección Civil que hagan la inspección”, relata Bethzabé.
Ahora que las lluvias han cesado, los habitantes comienzan a volver a sus casas. Es un riesgo, lo saben, pero mientras nadie les diga lo contrario seguirán en sus casas, como María Eulogia, quien decidió nunca abandonar la suya pese al riesgo.
Con reportes de Emerson Flores