
Economista, actual directora General de TECHO en El Salvador, con experiencia de trabajo en organizaciones no gubernamentales en la implementación de programas y coordinación de evaluaciones asociadas al desarrollo comunitario con enfoque educativo y económico a través del trabajo con niñez y juventud.
El reto es grande, sin embargo, la experiencia en TECHO nos dice que la atención integral de los asentamientos y las comunidades en situación de pobreza es posible. Es indispensable promover que la comunidad, los vecinos, la sociedad civil y los gobiernos locales generen capacidades y sean protagonistas.
Por Verónica Montes*
Cada 17 de Octubre se conmemora el Día Mundial por la Erradicación de la Pobreza y este año coincidió con la primera construcción de viviendas de interés social que TECHO realiza, aliándose con FUNDASAL, el voluntariado de TECHO y las familias de la comunidad Villa Venecia, en Soyapango. Estas familias tienen una historia llena de esfuerzo y constancia. Desde que fueron desalojadas, en 2017, y reubicadas, el trabajo para mejorar sus condiciones de vida ha sido constante. La construcción de 13 viviendas de interés social y actividades de mejoramientos comunitarios, en apoyo con la cooperación internacional, dignifican la vida de las familias de Villa Venecia, quienes trabajan los proyectos a través del modelo de ayuda mutua.
La tan anhelada vivienda, que para muchos es un bien que damos por sentado, no lo es para muchas familias que viven bajo el umbral de la pobreza. La vivienda es solo la punta del iceberg, un catalizador de muchos otros derechos fundamentales como el acceso al agua, al saneamiento, al descanso y a la recreación. La vivienda es solo el principio de muchas otras oportunidades que suponen una base mínima para garantizar una vida digna, al margen de la precariedad.
Según la CEPAL, el 33.7 % de la población vivía en situación de pobreza para 2019. La Ley de Desarrollo y Protección Social define la pobreza en el Artículo 5 como “la privación de los recursos, capacidades y acceso efectivo de las personas para gozar de sus derechos y tener una mejora continua de su nivel de vida”.
La medición multidimensional reconoce que la pobreza afecta diversas dimensiones de la vida de las personas, restringe el potencial de desarrollo de sus capacidades y, en consecuencia, limita sus perspectivas para vivir de manera digna. Considera un total de veinte indicadores en torno a cinco dimensiones esenciales del bienestar: educación; condiciones de la vivienda; trabajo y seguridad social; salud, servicios básicos y seguridad alimentaria; y calidad del hábitat. Los hogares se sitúan en situación de pobreza multidimensional si tienen privaciones en un mínimo de siete de los 20 indicadores establecidos.
En El Salvador, los hogares en situación de pobreza multidimensional tienen altos niveles de privación en la baja educación de adultos (97.7 %), falta de acceso a la seguridad social (90.8 %), subempleo e inestabilidad del trabajo (84.4 %), falta de acceso a saneamiento (83.7 %) y hacinamiento (79.6 %), según la medición realizada en el 2015.
En julio de 2020, la CEPAL anunció una caída del producto interno bruto del -8.6 %, teniendo un impacto principalmente en los niveles de ingreso, empleo y en consecuencia en los niveles de pobreza. Se proyecta que a finales de 2020, 4 de cada 10 salvadoreños vivirán en situación de pobreza.
Pero desde 2015, los niveles de hacinamiento y de precariedad en las condiciones de habitabilidad estaban ya cercanos al 80 % en la población que vive en situación de pobreza.
Es importante considerar que atender los retos post covid requiere atender temas estructurales preexistentes, que ahora son más evidentes y requieren amplias capacidades del Estado, así como la articulación efectiva con los diferentes sectores que apuntan hacia la mejora de las condiciones de vida en la población.
Entonces, el fortalecimiento de las capacidades institucionales y locales, así como una adecuada planificación urbana, el ordenamiento territorial, la gestión del suelo y los instrumentos de financiamiento serán de suma importancia, no solamente para la atención del empleo y la recuperación económica, sino también para una atención profunda e integral en la superación de la pobreza en el país y la generación de oportunidades para el desarrollo humano.
El reto es grande, sin embargo, la experiencia en TECHO nos dice que la atención integral de los asentamientos y las comunidades en situación de pobreza es posible si incorporamos experiencias exitosas creadas sobre la base del componente territorial, fundamentado en la promoción de los derechos, la atención a las condiciones de precariedad, la incorporación tecnológica y la disposición para la generación de diálogos y la promoción de capacidades multinivel, sobre todo, de la municipalidad.
Es indispensable promover que la comunidad, los vecinos, la sociedad civil y los gobiernos locales generen capacidades y sean protagonistas. La participación y la corresponsabilidad son indispensables en cualquier proceso de desarrollo comunitario eficaz que se desee impulsar.
Economista, actual directora General de TECHO en El Salvador, con experiencia de trabajo en organizaciones no gubernamentales en la implementación de programas y coordinación de evaluaciones asociadas al desarrollo comunitario con enfoque educativo y económico a través del trabajo con niñez y juventud.