Opinión

Un gobierno basado en la ideologización y el populismo

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Héctor López

@hct_lopez
Lic. en Teología por la UCA. Catedrático de la Universidad Don Bosco (UDB) de El
Salvador. Miembro del Centro de Investigación Bíblico y Teológico (CADIBT).
Actualmente se está maestrando en Teología Latinoamericana en la UCA.

La ideologización busca deformar la realidad, a través de la propaganda y en eso son expertos los personeros del oficialismo, el mejor ejemplo de eso es el nacimiento de Diario El Salvador.

Por Héctor López*

Si bien es cierto que en nuestro país desapareció el bipartidismo tradicional en el cual estuvieron en contienda –durante los últimos 27 años ARENA y FMLN–, hoy nos encontramos nuevamente en un escenario polarizado y con discursos frenéticos por parte de algunos apologetas del oficialismo.  No es cierto que el bukelismo sea una tercera fuerza social entre las dos viejas fuerzas políticas, ahora ya debilitadas. Ya en 1985, Ellacuría nos advertía de no confundir una tercera fuerza social con “una fuerza democrática que estuviera entre el extremismo de la derecha y el extremismo de la izquierda y que aspirara a construirse en un poder político que disputara la dirección del Estado a los otros dos poderes”.

El oficialismo se jacta de ser una especie de nuevos políticos, enarbolando la bandera de la honestidad y descalificando a la vieja clase política. Más allá de una nueva forma del quehacer político, son un nuevo grupo de poder político y económico. Sus prácticas siguen siendo las mismas de siempre: las de encubrir un sistema económico históricamente perverso y degenerado. El Gobierno actual y en voz del Presidente muestra actitudes propias e inequívocas del populismo, utilizando un discurso populista y que es principio de ideologización.

Como bien lo define el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti: “Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”. Es decir, este populismo como proyecto personalista busca la ideologización de las masas. 

La ideologización busca deformar la realidad, a través de la propaganda y en eso son expertos los personeros del oficialismo, el mejor ejemplo de eso es el nacimiento de Diario El Salvador. Para Ellacuría, “este fenómeno de la ideologización es realmente peligroso, porque está en estrecha conexión con realidades sociales muy configuradores de las conciencias tanto colectivas como individuales”. Y es que se presenta una realidad deformada. El Presidente en sus discursos ha dividido la sociedad entre los que están con él y los que no están con él. Un discurso maniqueo polarizante, al punto que durante la cuarentena se hizo una contraposición entre la vida y la economía, ocultando las violaciones a los derechos humanos, tal como nos lo dice el reciente informe de la OUDH.

En la figura del Presidente, sus seguidores ven una cierta divinización, acompañada de infalibilidad, y sobre todo promulgada por sus apologetas, entre ellos Walter Araujo y Giovani Galeas. Estos son parte de la ideologización, manipulando el concepto de pueblo. En esta línea el Papa señala que “los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra pueblo”, son solamente pueblo, quienes siguen ciegamente al Gobierno de Bukele, sin tener un carácter de criticidad. Todo aquel que haga uso de la crítica desde la razón, es objeto de insultos y descalificaciones (el mayor ejemplo lo tenemos en las redes sociales), encasillándolos en el trillado y reduccionista slogan “Los mismos de siempre”.

Bukele y sus acólitos son predicadores de un nacionalismo exacerbado; vienen vociferando que tendremos el mejor hospital de Latinoamérica y que somos ejemplo para otros países en la manera de afrontar la pandemia. Eso no es más que crear una conciencia colectiva ideologizada, con un nacionalismo ingenuo. Necesitamos una tercera fuerza social, para desenmascarar toda ideologización, como diría Ellacuría, “se trata de que esa tercera fuerza social haga valer su poder social de modo que incida sobre el poder político, de modo que ella determine, en última instancia, a este y no sea éste el que la determine a ella, en última instancia”.

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Héctor López

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Lic. en Teología por la UCA. Catedrático de la Universidad Don Bosco (UDB) de El
Salvador. Miembro del Centro de Investigación Bíblico y Teológico (CADIBT).
Actualmente se está maestrando en Teología Latinoamericana en la UCA.

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