Economista, actual directora General de TECHO en El Salvador, con experiencia de trabajo en organizaciones no gubernamentales en la implementación de programas y coordinación de evaluaciones asociadas al desarrollo comunitario con enfoque educativo y económico a través del trabajo con niñez y juventud.
El voluntariado tiene la capacidad de incluir a todos los niveles de participación en las decisiones; además, cuenta con la capacidad de obligar a los gobiernos a asumir más responsabilidades, así como conquistar nuevos espacios de rendición de cuentas.
Por Verónica Montes*
Pocas cosas dan tanta satisfacción en la vida, como ayudar a otros; nos conecta con lo más esencial del ser y desarrollarse humanamente. Y es que diariamente vemos la capacidad transformadora de la generosidad, en diferentes ámbitos de la vida. El voluntariado es una manera de expresarlo.
En ese sentido, podemos hablar del voluntariado oficial y del no oficial. En casi 20 años de trabajo en TECHO hemos conocido ambos. Aquellos quienes siendo líderes de su comunidad empatizan con las necesidades de sus vecinos y a través de su participación y organización deciden llevar a cabo acciones para mejorar su comunidad, que pueden ir desde gestionar proyectos de electrificación, gestionar charlas, talleres, proyectos educativos, organizar celebraciones y actividades de esparcimiento que permitan fortalecer el tejido social comunitario, entre otros.
Por otro lado, tras más de 50 mil voluntades movilizadas, hemos visto cómo el poder transformador del voluntariado nos ha permitido construir más de 3,095 viviendas y desarrollar muchos otros proyectos. Nada es más transformador como el encuentro humano, el trabajo hombro a hombro en donde coinciden los anhelos de mejorar las condiciones de vida.
Cada 5 de diciembre se conmemora y celebra a todas las voluntades que deciden sumarse a una nueva forma de realizar el ejercicio democrático, «El voluntariado se refiere a una amplia gama de actividades que se realizan en beneficio de la sociedad en su conjunto y sin que la retribución económica sea el principal factor de motivación» (Fuente: AG 2002). En un primer momento, este acto de generosidad y empatía propicia un encuentro humano igualmente transformador para ambas partes. Este efecto, aunque fundamental para la transformación de la sociedad, de gran importancia y relevancia, es solo el principio.
El voluntariado además constituye un canal de participación ciudadana, en donde permite llevar a cabo acciones e iniciativas sobre los problemas que más nos aquejan. “El voluntariado es una forma poderosa de involucrar a los ciudadanos para hacer frente a los desafíos en materia de desarrollo y capaz de transformar el ritmo y la naturaleza del mismo (…) beneficia tanto al conjunto de la sociedad como a los voluntarios, fortaleciendo la confianza, la solidaridad y la reciprocidad entre las personas y creando oportunidades de participación apropiadas” (ONU, 2015).
La mayor parte de las iniciativas de voluntariado suscitan cambios mediante acciones colectivas. Pero con gran frecuencia, los espacios donde el voluntariado podría participar y expresar sus opiniones están restringidos o no son incentivados con suficiente relevancia. (ONU, 2015).
¿Cómo puede aportar el voluntariado a una gobernanza mejor? «[La gobernanza es] el ejercicio de la autoridad económica, política y administrativa en la gestión de los asuntos de un país a todos los niveles. Abarca los mecanismos, los procesos y las instituciones que sirven a los ciudadanos y las agrupaciones para expresar sus intereses, ejercer sus derechos, cumplir sus obligaciones y resolver sus diferencias» (Fuente: PNUD, 1997).
El voluntariado tiene la capacidad de incluir a todos los niveles de participación en las decisiones, vinculando a los líderes y organizaciones de la comunidad como las ADESCOS y Junta Directiva en el ejercicio democrático. Además, cuenta con la capacidad de obligar a los gobiernos a asumir más responsabilidades, así como conquistar nuevos espacios de rendición de cuentas.
Las acciones de voluntariado, que bien podrían ser incentivadas como parte de las políticas públicas promovidas por los gobiernos, tienen un gran potencial para poner en marcha un modelo de desarrollo verdaderamente centrado en las personas, abierto, democrático e integral.
Economista, actual directora General de TECHO en El Salvador, con experiencia de trabajo en organizaciones no gubernamentales en la implementación de programas y coordinación de evaluaciones asociadas al desarrollo comunitario con enfoque educativo y económico a través del trabajo con niñez y juventud.