Opinión

El Niño Jesús no tiene dónde nacer en El Salvador

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Marielos Quijano

Directora de Vivienda y Hábitat de TECHO.
Arquitecta con posgrado en Gerencia de Proyectos. Experiencia en gestión y diseño de proyectos sociales, vivienda e infraestructura comunitaria.

La frase más popular durante la cuarentena fue “quédate en casa”, pero muy poco se ha hablado sobre qué sucedía con las familias que no tienen casa o habitan en una que se encuentra en mal estado y, sobre todo, en el cómo la crisis económica afectará a las familias salvadoreñas en el tema de vivienda. 

Por Marielos Quijano*

Con la Navidad tan cerca, es inevitable no pensar en toda la travesía por la que Jesús tuvo que pasar desde antes de nacer. Hace 2020 años, según la Biblia, María y José buscaban un lugar seguro en el cual el hijo de Dios pudiera nacer. Salieron huyendo de Jerusalén por una amenaza de muerte por parte del Rey Herodes. Se llevaron únicamente lo que vestían y María, embarazada, se fue montada en una burra. Llegaron a Belén pidiendo posada casa por casa y nadie les quiso dar una cálida acogida. Hasta que finalmente, Jesús nació en un pesebre cubierto de paja, en un establo, donde solo había una vaca y un buey.

Esto parecería una historia exclusiva de un niño nacido en tierras lejanas, en un lugar inadecuado hace miles de años. Pero esta realidad la vive la niñez salvadoreña a diario, que al igual que Jesús, aún no tienen un lugar seguro y digno en el cual nacer, crecer y desarrollarse.

Según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples de la DIGESTYC del 2018, el 30.9 % de la población salvadoreña se encontraba en situación de pobreza monetaria. Pero, según la investigación realizada por FUSADES sobre el impacto de la COVID-19 en la pobreza en El Salvador, este número se vería incrementado al 51.4 % de la población al cerrar el 2020. 

Con estos datos se puede deducir que las afectaciones también se reflejarán en el resto de las dimensiones de la pobreza. Dos de las más mencionadas durante la pandemia son salud y educación, sin dejar de lado el acceso al agua, que se convirtió en una necesidad urgente debido a que una de las medidas principales para prevenir la COVID-19 es el constante lavado de manos.

La frase más popular durante la cuarentena fue “quédate en casa”, pero muy poco se ha hablado sobre qué sucedía con las familias que no tienen casa o habitan en una que se encuentra en mal estado y, sobre todo, en el cómo la crisis económica afectará a las familias salvadoreñas en el tema de vivienda. El acceso a la vivienda se ha convertido en los últimos años en un problema cada vez más difícil de cuantificar y, por ende, de solucionar a pesar de los múltiples esfuerzos realizados por distintas organizaciones e iniciativas orientadas a solventar el déficit cuantitativo y cualitativo que conlleva este derecho.

La emergencia de este año se centró principalmente en salud, pero cientos de familias en situación de pobreza han seguido enfrentándose a la violación constante de sus derechos, como la falta de servicios básicos, cuarentenas e inviernos en viviendas con materiales inadecuados y exponiéndose a desplazamientos obligados, volviéndolas aún más vulnerables para afrontar la pandemia de la COVID-19. 

Según un informe del Observatorio de Monitoreo sobre Desplazamiento Forzado (IDCM por sus siglas en inglés), se registraron más de 455 mil personas víctimas de desplazamiento forzado interno durante el 2019 en El Salvador. Cristosal complementa que aún con las medidas restrictivas, al menos 18 familias se vieron forzadas a dejar sus hogares durante la cuarentena obligatoria del 2020. Estos desplazamientos traen consigo una problemática habitacional grave, debido a que la mayoría de estas familias no posee un lugar adecuado al cual acudir luego de los desplazamientos y se ven obligados a solventar la situación de emergencia mediante la autoconstrucción con materiales no duraderos. 

Es así como, al igual que María y José, todos los años cientos de personas en El Salvador huyen, ante la falta de oportunidades o incluso amenazas de muerte, de lugares donde han vivido, incluso por tres generaciones consecutivas, llevándose consigo lo único que puedan cargar y buscando mejorar su situación y la de sus familias. En algunas ocasiones, la posada no llega y estas familias son condenadas a una vida carente de posibilidades a pesar de la constante lucha que realizan. 

Para otras familias, esta ansiada posada puede llegar en forma de iniciativas que buscan apoyar a las familias para encontrar una oportunidad de mejorar esa situación por la que han luchado por mucho tiempo. Un caso de esto es la comunidad Villa Venecia, en Soyapango, quienes sufrieron un desalojo forzoso en 2017 y durante los últimos tres años han luchado en equipo para superar el trauma que sufrieron al ser desalojados de un lugar al que llamaron hogar durante muchas generaciones. 

Durante la pandemia, las comunidades de todo el país son las más afectadas con las medidas necesarias, pero desiguales, que se implementaron en el período de cuarentena y que les dificultó llevar el sustento diario a sus hogares. En el caso de Villa Venecia, se esperaba con mucha esperanza la construcción de 13 viviendas, un proyecto que se realizaría en conjunto con TECHO y FUNDASAL. Esto les hubiese permitido afrontar la pandemia de una mejor manera, debido a que sus viviendas en ese momento estaban hechas de láminas en mal estado, piso de tierra y en algunos casos plástico y materiales de desecho. Sin embargo, ante la situación de emergencia, este proyecto debió pausarse para no comprometer la salud de ningún miembro de la comunidad. 

Con la apertura económica, se reanudó el proceso de construcción de viviendas en la comunidad. Así que de esta forma ahora podemos asegurar que, en el 2020, 5 de las 13 familias pueden tener un lugar en el que el Niño Jesús pueda nacer con dignidad y seguridad esta Navidad.

Celebramos con mucha emoción la entrega de estas cinco viviendas en Villa Venecia, sin embargo, somos conscientes de que aún quedan más de 300 mil familias que necesitan una respuesta urgente ante la crisis habitacional que enfrentamos y que, probablemente, se verá incrementada para el próximo año. Es responsabilidad de todos y todas exigir el cumplimiento del derecho al acceso a una vivienda y hábitat adecuado para todas las familias en El Salvador y que el próximo año más familias cuenten con un hogar digno en el cual nuestra niñez y el hijo de Dios puedan nacer.

“No fue culpa nuestra que cuando naciera el hijo de Dios, no tuviera donde nacer… pero sí será nuestra responsabilidad si en su cumpleaños número dos mil -veinte-, aún no tenga una donde nacer”: Felipe Berríos S.J., fundador de TECHO. 

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Marielos Quijano

*Directora de Vivienda y Hábitat de TECHO.
Arquitecta con posgrado en Gerencia de Proyectos. Experiencia en gestión y diseño de proyectos sociales, vivienda e infraestructura comunitaria.

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