Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.
Si la democracia salvadoreña fuera Ebenezer Scrooge, Marley, el exsocio que le invita a recapacitar y le anuncia la visita del resto de fantasmas, no sería precisamente un espectro, sino que organismos de derechos humanos, prensa internacional y prensa nacional incómoda, académicos y tanques de pensamiento que, al menos desde el 9-F, identifican de manera unánime que la democracia salvadoreña lleva una trayectoria sombría, como la vida de Scrooge.
Por Carlos Iván Orellana*
A mediados del siglo XIX, el escritor británico Charles Dickens escribió uno de los relatos clásicos de la época navideña: “Cuento de Navidad” (A Christmas Carol). Este describe la historia de Ebenezer Scrooge, un anciano trabajólico, codicioso, usurero y frío que aborrece tanto la navidad como la compasión humana. Precisamente durante la nochebuena recibe la visita del espíritu de su socio fallecido, Jacob Marley, quien luego de hacerle saber que está condenado a penar encadenado por haber explotado a otros en vida, le avisa a Scrooge que recibirá la visita de tres fantasmas a quienes deberá escuchar si quiere reconducir su vida y evitar la misma triste y espectral suerte.
Como es sabido, los espíritus que visitan a Scrooge son los de las navidades pasadas, presentes y futuras. Gracias a ellos, Scrooge pasa revista a aspectos que explican su misantropía y aborrecimiento de una festividad caracterizada por el amor y la caridad: en el pasado, episodios de una infancia dura y solitaria, el enfrascamiento en el trabajo y el alejamiento de los demás; en el presente, el descuido de las necesidades de sus empleados, así como la miseria y la ignorancia (bajo la figura de unos niños harapientos); y, finalmente, en el futuro, la muerte en soledad ante la alegría de los otros que no extrañarán su detestable presencia. El repaso de su amargada existencia impulsa a Scrooge a enmendar su vida, mientras puede, en el mismo día de navidad.
La entrañable historia de Dickens ilustra su alta sensibilidad social ante las miserias y las reivindicaciones humanas –también ocurre en Oliver Twist– y su crítica al mundo desigual victoriano. Asimismo, el cuento de Navidad admite interpretaciones múltiples: la posibilidad de aprender de los errores, el papel de la compasión y el amor a los otros como base para ser amado y ser feliz, etc. De hecho, en el cuento, la Navidad puede ser entendida como un pretexto para visibilizar la articulación del pasado y el presente y como las circunstancias nos advierten de las desgracias futuras si persiste un curso ciego de acción.
Si la democracia salvadoreña fuera Ebenezer Scrooge, Marley, el exsocio que le invita a recapacitar y le anuncia la visita del resto de fantasmas, no sería precisamente un espectro, sino que organismos de derechos humanos, prensa internacional y prensa nacional incómoda, académicos y tanques de pensamiento que, al menos desde el 9-F, identifican de manera unánime que la democracia salvadoreña lleva una trayectoria sombría, como la vida de Scrooge.
El fantasma del pasado, al menos, nos recordaría esa Navidad de 1991, con una democracia aún en su envoltorio, con la expectativa alegre de unos Acuerdos de Paz que pondrían un fin formal al conflicto armado el año siguiente. El país entonces fue partícipe de una (tercera) ola democrática y antes había una guerra fratricida declarada, nada menos.
El fantasma del presente señalaría que la actual demolición controlada que sufre el país parece inscribirse en una tercera ola autocrática mundial. Es decir, se equivoca quien identifica en Bukele una especie de elegido cuando en buena parte del mundo, gracias a la confluencia volátil de desencanto popular, política sometida a la economía, partidos sectarios y políticos incultos o el desinterés por la suerte de las grandes mayorías, varias democracias se ven corroídas desde dentro de la mano de populistas megalómanos (Trump, Bolsonaro, Salvini, Erdogan…). Cómo no afirmar que los Acuerdos de Paz son una farsa cuando se piensa que la historia comienza con uno mismo.
Pese a todo, así como el fantasma del presente muestra a Scrooge la resistencia alegre de los pobres, el fantasma del futuro le ofrece esperanza y la posibilidad de rectificar, porque aún es Navidad, porque aún está a tiempo. Este nos recordaría que la democracia constituye una realidad histórica perfectible, una conquista perpetua ante fuerzas regresivas. Esperemos que el 2021 inocule a la población contra el coronavirus y la credulidad, y a las fuerzas progresistas y democráticas del país contra el desaliento.
Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Centroamérica. Investigador y profesor de la Universidad Don Bosco (UDB) de El Salvador. Co-Director del programa de Doctorado y Maestría en Ciencias Sociales, cotitulado UCA-UDB. Cuenta con diversas publicaciones en temas como violencia e inseguridad, migración irregular hacia los Estados Unidos, autoritarismo, anomia, prejuicio y la psicología de los crímenes de odio.