Opinión

Libertad financiera: ¿hacia la separación de dinero y Estado?

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Rev. Martin Ignacio Díaz Velásquez

Director General del Instituto Europeo de Estudios Multidisciplinarios Sobre Derechos Humanos y Ciencias (Knowmad Institut)
Teólogo y Presbítero especializado en Derechos Humanos, Políticas de Drogas y Tecnologías Emergentes. Ha trabajado con organizaciones eclesiales, supraeclesiales, interreligiosas, ONGs y organizaciones intergubernamentales en las Américas y Europa.
Pionero en la Pastoral de Reducción de Daños y Gestión de Riesgos. Ha coordinado y dirigido múltiples estudios e investigaciones con un enfoque de Derechos Humanos hacia la reforma del actual modelo de fiscalización internacional de drogas. También ha coordinado proyectos de incidencia pública y política a nivel internacional. También ha organizado conferencias y presentaciones sobre teología, políticas de drogas, derechos humanos, tecnologías emergentes, comunicación institucional y gestión del conocimiento.

Actualmente los gobiernos han intensificado el camino de la centralización, donde todas nuestras interacciones son vigiladas, supervisadas y censuradas, sin embargo, tenemos la oportunidad de vivir en una sociedad descentralizada, donde aún conservemos ciertas libertades hoy amenazadas.

Por Martin Ignacio Díaz Velásquez*

Antes de la crisis sociosanitaria provocada por la COVID-19, las medidas restrictivas con el dinero en efectivo, los planes de desmonetización y experimentos de bancos centrales con monedas digitales (no confundir con criptomonedas) ya estaban siendo aplicadas de forma aislada (y solo aislada, debido a la insuficiente argumentación para su eliminación total).

Actualmente (2020-2021) la respuesta internacional a la crisis de la pandemia está siendo enfocada en gran medida a través de la política monetaria, con un eje central en la expansión cuantitativa (infinita en algunos casos). 

A medida que nos adentramos a este nuevo paradigma, como salvavidas de los países periféricos en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, la soberanía tecnológica, el desarrollo ético y la adopción conducente de las tecnologías emergentes se hace cada vez más indispensable para la preservación de la dignidad humana. Es aquí donde la tecnología subyacente a Bitcoin entra en juego. Y por ello es importante entender Blockchain o cadena de bloques. 

Contrariamente a la narrativa oficial del sistema financiero tradicional, en bitcóin no existe ningún punto de censura, incautación o control. Por lo tanto, en la búsqueda de la libertad financiera, queda en cada persona separar ambas cosas: el dinero por un lado y las instituciones del Estado por otro,  pues el acceso a bitcóin no puede ser roto o censurado, incluso si un gobierno “apagara Internet”. Para comprender por qué, hay que asumir primeramente que la total digitalización monetaria es inevitable. Cada vez menos personas usan dinero en efectivo y la dependencia de los plásticos, las aplicaciones y las fintechs están en plena expansión. En este escenario el derecho al anonimato y/o privacidad, la igualdad de acceso a los servicios financieros y la soberanía personal son “amenazas potenciales” que surgen de la digitalización del dinero físico. 

En el futuro próximo la custodia de la riqueza corresponderá a cada persona, sin embargo, algunas aún prefieren sacrificar la oportunidad de controlar personalmente sus recursos por conveniencia, y optan por utilizar a un tercero para almacenar su bitcóin. 

Que cualquier persona pueda elegir ser su propio banco es un cambio de juego radical para los miles de millones de personas que no controlan su propio dinero. Y es especialmente relevante fuera de las economías desarrolladas que albergan a la gran mayoría de críticos del bitcóin.

Actualmente los gobiernos han intensificado el camino de la centralización, donde todas nuestras interacciones son vigiladas, supervisadas y censuradas, sin embargo, tenemos la oportunidad de vivir en una sociedad descentralizada, donde aún conservemos ciertas libertades hoy amenazadas. En cuanto a la propuesta de valor de bitcóin como herramienta para la defensa de los derechos humanos.

Hasta ahora, los reguladores se han centrado en la tecnología Blockchain, estableciendo en gran medida una base jurídica para regular las monedas digitales, para evitar el blanqueo de dinero y, en última instancia, para que las autoridades fiscales traten los beneficios de acuerdo con la forma en que se gravan otros activos.

Curioso es que pueden encontrarse similitudes con la situación vivida a finales del siglo XVI donde un puñado de intelectuales y mercaderes impulsaron la libertad de credo, una convulsión social que se vio potenciada y acompañada de grandes avances tecnológicos como la invención de la imprenta, que desembocó en la Reforma Protestante y en separación de la Iglesia y el Estado. Cinco siglos más tarde, cansados y oprimidos, como en aquella época debido a la corrupción y abusos de quienes controlan la riqueza, surge una nueva lucha que busca la separación, ahora, del Dinero y el Estado. 

La aparición, en el siglo XXI, de bitcóin y su tecnología subyacente (la Blockchain) como herramientas democratizadoras, avanza anunciando una ola de cambio que exhibe una dinámica similar a la de la revolución de los siglos XVI y XVII que tuvo lugar en Europa. 

Hace unos meses fue publicado en Alemania, por el Instituto Europeo de Estudios Multidisciplinarios sobre Derechos Humanos y Ciencias, mi libro sobre “Bitcoin y Dignidad Humana”.  Allí pueden encontrar un recorrido rápido desde la crisis financiera de 2008 hasta la crisis civilizatoria actual. Desde los antecedentes de la crisis actual, pasando por el oscurantismo gubernamental  y el movimiento Cypherpunk. Satoshi Nakamoto y el Bloque Génesis. Incluso una lista de Autores relevantes y destacados. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible fueron la brújula.  Pueden descargarlo de forma gratuita aquí (https://bit.ly/BTCyDignidad)

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Rev. Martin Ignacio Díaz Velásquez

Director General del Instituto Europeo de Estudios Multidisciplinarios Sobre Derechos Humanos y Ciencias (Knowmad Institut). Teólogo y Presbítero especializado en Derechos Humanos, Políticas de Drogas y Tecnologías Emergentes. Ha trabajado con organizaciones eclesiales, supraeclesiales, interreligiosas, ONGs y organizaciones intergubernamentales en las Américas y Europa.
Pionero en la Pastoral de Reducción de Daños y Gestión de Riesgos. Ha coordinado y dirigido múltiples estudios e investigaciones con un enfoque de Derechos Humanos hacia la reforma del actual modelo de fiscalización internacional de drogas. También ha coordinado proyectos de incidencia pública y política a nivel internacional. También ha organizado conferencias y presentaciones sobre teología, políticas de drogas, derechos humanos, tecnologías emergentes, comunicación institucional y gestión del conocimiento.

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