Verónica, Brígida, María y Jocelyn son cuatro mujeres guatemaltecas que caminaban, en la oscuridad de la noche de este viernes 26 de marzo, con sus bebés amarrados a la espalda. Una de ellas, además, llevaba a un niño de 13 años. Se conocieron en el camino, por México, y acordaron que lo mejor era llegar hasta Roma, un pequeño pueblo de Texas, en Estados Unidos, y entregarse a la patrulla fronteriza para intentar conseguir asilo, como escucharon que lo harían otros migrantes que encontraron en la travesía.
“Casi no hablamos español, hablamos mam”, dijo una de ellas, mientras buscaba explicar a GatoEncerrado por qué decidió migrar con su bebé: “Fue la economía; no tenemos donde, no tenemos trabajo, somos madres solteras. Tuvimos que salir por la extrema pobreza”, dijo.
Las cuatro mujeres y sus hijos son parte de los más de 400 centroamericanos que cruzaron por el Río Bravo desde México hacia Estados Unidos por el punto fronterizo de la ciudad de Roma, solo en la noche del 26 de marzo. La mayoría de esos eran hondureños, luego guatemaltecos y en menor cantidad salvadoreños. Ese punto fronterizo, de hecho, se ha convertido en el “epicentro” de los cruces de migrantes con niños, desde la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. En febrero, las autoridades estadounidenses reportaron más de 100,000 mil cruces ilegales de migrantes, según la agencia de noticias AP. Esa agencia también reportó que a pesar de que el gobierno de Biden expulsa a los migrantes adultos sin que tengan la posibilidad de pedir asilo, seis de cada diez familias de migrantes permanecen en Estados Unidos y tienen la posibilidad de pedir asilo.
La escena en el pueblo de Roma dista de lo que antes ocurría con los migrantes, cuando se escondían y corrían para evitar ser detenidos por la patrulla fronteriza. Ahora, los migrantes y sus niños buscan encontrarse con la patrulla fronteriza para entregarse. Luego de ser detenidos, los agentes de migración les hacen una entrevista donde les toman declaración, les piden sus nombres, el destino al que se dirigen, les entregan bolsas de plástico para colocar sus pertenencias y luego se los llevan a centros de detención.
Debido al aumento de migrantes, que Estados Unidos comenzó a recibir desde enero, el secretario del Interior de ese país, Alejandro N. Mayorkas, ordenó a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias recibir, albergar y transferir de manera segura a los niños no acompañados que hacen el peligroso viaje a la frontera suroeste.
Diferentes medios de comunicación han documentado que familias centroamericanas se agolpan en la frontera estadounidense en medio de la pandemia por COVID-19 y también han circulado fotografías en las que se observa que los centros de detención sobrepasan su capacidad.
Por esta situación, los republicanos culpan a la política migratoria del presidente Biden y lo acusan de generar una crisis en la frontera. En la administración del expresidente Donald Trump, los países del triángulo norte centroamericano se plegaron a su política migratoria y firmaron un acuerdo para declararse “países seguros”, aceptar solicitudes de asilo de migrantes que intentaban quedarse en Estados Unidos y reforzar la vigilancia de las fronteras con patrullas.
En El Salvador, el presidente Nayib Bukele, cambió de discurso después de la salida de Trump de la Casa Blanca. Antes estaba plegado a la política antimigrantes, pero este 26 de marzo mutó en su discurso y anunció que vetaría la “Ley Especial contra el Tráfico Ilegal de Personas”, aprobada por la Asamblea Legislativa: “Soy la última persona que quiere que nuestra gente se vaya. Pero no podemos seguir criminalizando la migración. Alguien que secuestra y trafica a su víctima es MUY DIFERENTE de alguien que ayuda a un grupo de gente desesperada a cruzar una frontera”, tuiteó. Esto, a pesar de que el encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en El Salvador y el fiscal general celebraron la aprobación de esa ley.
Aunque la realidad en la frontera muestra una gran cantidad de migrantes, entre ellos salvadoreños, el presidente Bukele y la embajadora de El Salvador en Estados Unidos, Milena Mayorga, insisten en su discurso de que hay menos salvadoreños que se van del país.