Opinión

Vacunación: esperanza e incertidumbre

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Lourdes Molina

@lb_esc

Salvadoreña, economista sénior de Icefi. Posee Licenciatura en Economía en la Universidad de El Salvador y estudios de maestría en Economía Ecológica en el Centro Internacional de Política Económica de la Universidad Nacional de Costa Rica. Se incorporó a Icefi en 2014, como economista investigadora del área de «Política Fiscal, Ambiente Natural y Desarrollo», misma que actualmente coordina. Tiene experiencia en docencia universitaria y ha realizado investigaciones sobre formulación y evaluación de proyectos, desarrollo local, encadenamientos productivos, medidas de mitigación del cambio climático y género. Asimismo ha coordinado proyectos sobre transparencia fiscal de las industrias extractivas y energías renovables.

La administración Bukele tiene en la comunicación propagandística una de sus mayores fortalezas, pero ante problemas tan complejos, como enfrentar una pandemia, resulta insuficiente.

Por Lourdes Molina*

Mi abuelita tiene casi 97 años, que ella se llegase a contagiar ha sido y sigue siendo una de mis preocupaciones más grandes en esta pandemia. La COVID-19 no respeta la edad, pero se empecina más con nuestras adultas y adultos mayores. Cuando a finales del año pasado se conoció la noticia que a nivel internacional ya se contaba con vacunas lo suficientemente seguras y efectivas para aplicarlas a las personas fue una gran noticia. Luego la vacunación inició en los países desarrollados. La verdad, sentí envidia al ver las fotos y videos de las personas adultas mayores de esos países siendo vacunadas, ¡que no hubiera dado porque mi abuelita fuera una de ellas! Pero qué se le va a hacer, al final no nos tocó nacer en un país con un Estado con los suficientes recursos para invertir en el desarrollo de vacunas o una institucionalidad pública que garantiza la universalidad  y gratuidad de los bienes y servicios públicos,  como en este caso, las vacunas. A inicios de este año, cuando se anunció la llegada del primer lote y los cargamentos posteriores de vacunas, sentí alegría y alivio, en primer lugar, por todo el personal sanitario del país, que finalmente contaría con una protección más contra el virus, reduciendo el riesgo de que ejercer su vocación les pudiera costar su vida. Pero con la llegada de la vacuna también me permití empezar a tener esperanza de que mi abuelita, en algún momento, podría ser vacunada, protegida de la enfermedad y que por lo tanto las probabilidades de perderla a manos de la pandemia se reducirían considerablemente. Imagínense el alivio al leer en un tuit que la vacunación de las personas adultas mayores inicia el 7 de abril.

Poco a poco la alegría y el alivio han sido sustituídas por la incertidumbre y hasta un poco de frustración, hay preguntas que no he podido responder a varias personas, incluso a mi abuelita. ¿Cómo vamos a saber cuándo nos toca vacunarnos? ¿Hay que inscribirse? ¿El Ministerio de Salud va a llamar? ¿Adónde hay que ir a vacunarse? ¿Qué pasa si no estoy en los registros de ningún centro de salud público o privado? Buscar responder estas preguntas muy válidas, sobretodo en un tema que genera tanta ansiedad, y no encontrar una respuesta reconfirma que una publicación en redes sociales jamás será el equivalente a un plan de política pública. 

La administración Bukele tiene en la comunicación propagandística una de sus mayores fortalezas, pero ante problemas tan complejos, como enfrentar una pandemia, resulta insuficiente. A la fecha no se conoce el plan de vacunación, y con plan me refiero al listado, la descripción, la logística, los recursos (humanos y financieros) que se seguirán para vacunar a todas las personas. Lo que se conoce son tuits, post, publicaciones en redes sociales con infografías ilustrativas, sí, pero sin información específica que verdaderamente permita solventar dudas. La otra fuente de información son las declaraciones eventuales del Ministro de Salud o de otros funcionarios del gobierno. El problema es que estas tampoco brindan mayores detalles, la mayoría de las veces incluso generan confusión, por ejemplo, una de las preguntas que señalé antes surgió, justamente, ante las declaraciones del Ministro de Salud diciendo que la base para identificar y convocar a  vacunación a las personas adultas mayores o con enfermedades crónicas serían los registros de centros públicos o privados de salud, pero y aquellas personas que no reciben atención en ninguno de ellos, como el caso de mi abuelita que se sacó la lotería de buena salud y por lo tanto no aparece en esos registros, o el caso de quienes se atienden con doctores particulares, o peor aún, quienes ni siquiera tienen acceso a los servicios públicos de salud. Lamentablemente, en un país como el nuestro, no todas las personas existimos para el sistema de salud. 

Luego, también se realizó el anuncio de un mega centro de vacunación, del cual no se había escuchado nada previamente. El Presidente anunció que tendrá una capacidad de atender 10 mil personas al día. Sinceramente, esto me asustó, y recordé las aglomeraciones fuera de los CENADE el año pasado y las fotos de las playas la semana pasada. En una pandemia donde una de las medidas de prevención es la distancia, no sé si lo más pertinente sea convocar a 10 mil personas a un mismo lugar, aunque sea en horarios diferentes, seguramente provocará aglomeraciones; honestamente, pensar que mi abuelita tenga que ir a un lugar con tantas personas me inquieta, la vacuna no la va a proteger instantáneamente. Además, creí que para eso eran las cabinas de vacunación, para desconcentrar y descentralizar el proceso de vacunación, y que eso incluso podría ser justificante ante los cuestionamientos sobre los recursos utilizados para su compra, recursos que, dicho sea de paso, bien pudieron haber sido utilizados para mejorar la infraestructura de nuestras unidades de salud, las cuales desde antes de la pandemia prestan servicios de vacunación. 

Respecto a la vacunación también podría mencionar otras preocupaciones como la transparencia en su adquisición, la disponibilidad de recursos para su financiamiento o el hecho que al final el acceso a la vacuna sigue dependiendo de la “buena voluntad” de “gobiernos amigos”. Ya lo he mencionado en ocasiones anteriores: en contextos de emergencia y de crisis las políticas públicas, entendidas como acciones deliberadas, planificadas y coordinadas del aparato estatal, resultan indispensables para garantizar el bienestar de la población. Desde la ciudadanía lo mínimo que debemos esperar y exigir del gobierno es eso. Y el gobierno debe recordar que electoralmente ya lograron sus objetivos, y no hay ninguna razón por la que cuestionamientos o señalamientos de debilidades en su actuación deba minimizarse como un ataque político, más bien deben tomarse como una oportunidad para hacer mejor las cosas y no terminar siendo como los gobiernos anteriores. De verdad espero que por mi abuelita, por las personas más vulnerables y por toda la población, la vacunación se haga con criterios de política pública y no de mercadeo político.

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Lourdes Molina

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Salvadoreña, economista sénior de Icefi. Posee Licenciatura en Economía en la Universidad de El Salvador y estudios de maestría en Economía Ecológica en el Centro Internacional de Política Económica de la Universidad Nacional de Costa Rica. Se incorporó a Icefi en 2014, como economista investigadora del área de «Política Fiscal, Ambiente Natural y Desarrollo», misma que actualmente coordina. Tiene experiencia en docencia universitaria y ha realizado investigaciones sobre formulación y evaluación de proyectos, desarrollo local, encadenamientos productivos, medidas de mitigación del cambio climático y género. Asimismo ha coordinado proyectos sobre transparencia fiscal de las industrias extractivas y energías renovables.

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