Foto/Drone GatoEncerrado
El caso por el que el asesino de Chalchuapa fue descubierto aún no está cerrado. Las autoridades descubrieron los cuerpos de Mirna y Jaqueline Lima, junto a una fosa clandestina con una pila de cadáveres, en la casa del expolicía y asesino confeso Hugo Osorio. Pero Alexis Lima sigue desaparecido. José Cruz pudo enterrar a su hija Mirna y nieta Jaqueline, pero sigue en la búsqueda de su nieto Alexis, a quien las autoridades aún no han logrado confirmar que fue encontrado en la fosa. Como José, decenas de familiares de desaparecidos han llegado a la escena con la esperanza de que si sus desaparecidos no regresan vivos, al menos puedan encontrarlos para enterrarlos.
José Cruz se levantó agitado de la cama, el 8 de mayo, a las 6:00 de la mañana. Un vendedor de ataúdes de la Funeraria Chacón de Santa Ana lo despertó con los incesantes golpes que daba contra la puerta de su vivienda. Cuando finalmente abrió, el hombre soltó el asunto de una vez y le dijo sin delicadezas que el cuerpo de su hija Mirna y su nieta Jaqueline Cristina Lima habían sido encontrados por la Policía en una fosa clandestina, ubicada en el traspatio de una vivienda del callejón Estévez, en Chalchuapa. José quedó desconcertado, tomó su viejo celular de teclas, su mascarilla azul y de inmediato se subió al vehículo de la funeraria para ir a la escena del crimen. En el camino, buscó los números de Mirna y Jacqueline y las llamó, pero nadie contestó.
La noche anterior, su hija Mirna le había llevado la cena a su casa, como solía hacerlo todas las noches. Su nieta Jaqueline también había llegado para desearle buenas noches: “Recuerdo que (Jaqueline) me dijo que me quería, que me cuidara y que cuidara a mi señora. Ahora pienso que, tal vez en su corazón, ya lo sentía”, relató a GatoEncerrado.
Al llegar a la escena, los policías y fiscales le explicaron a José que la casa acordonada con cinta policial en el callejón Estévez era de Hugo Ernesto Osorio Chávez, un expolicía que confesó haber asesinado y enterrado en su traspatio a varias mujeres —la cifra exacta y detalles del caso aún son tratados con hermetismo por las autoridades—.
José conocía a Hugo Osorio, pero no como un feminicida en serie, sino como un hombre que dos meses atrás comenzó a llegar frecuentemente a la tienda de comestibles que su hija Mirna tenía en el centro de Santa Ana. Vecinos y otros familiares dijeron a GatoEncerrado que Osorio se ganó la confianza de Mirna y sus hijos Jaqueline y Alexis, a tal punto que en algunas ocasiones el que atendía la pequeña tienda era Osorio.
Por la confianza que había, Mirna le contó a Osorio que su hijo Alexis ya no podía seguir estudiando el cuarto año de medicina en la Universidad de El Salvador por la situación económica en la que quedó la familia Lima tras la cuarentena y el impacto de la pandemia por COVID-19 en su negocio. Fue entonces cuando Osorio le aseguró que su hermano era “coyote” y que podía llevarlo a Estados Unidos, por $7,000, para buscar trabajo. Aunque José no estaba del todo de acuerdo, ayudó a su hija Mirna a conseguir el dinero a través de préstamos y venta de pertenencias. No fue una tarea fácil juntar el dinero, ya que la familia se sostenía únicamente de las pocas ganancias que dejaba la tienda de Mirna y del salario que Jaqueline ganaba en una gasolinera de la zona.
Tras reunir el dinero, Alexis se despidió de su abuelo José el 7 de mayo, a las 9:00 de la mañana, y luego se marchó, supuestamente hacia Estados Unidos, con el hermano de Osorio. Ese hermano de Osorio también fue encontrado por las autoridades entre la pila de cadáveres enterrados en una de las siete fosas del interior de la vivienda del callejón Estévez.
“En la noche, según supe, a Mirna le llamaron con el engaño de que Alexis había sido secuestrado. Y ella, como mamá, fue a ver a la casa de ese señor (Osorio)”, contó José a esta revista.
Es incierto lo que sucedió desde que Mirna y Jaqueline salieron de su vivienda en Santa Ana y llegaron hasta el interior de la casa de Osorio en el callejón Estévez. Lo que sí ha sido explicado a GatoEncerrado, por los vecinos de Osorio, es que pasadas las 10:00 de la noche del 7 de mayo fueron escuchados los gritos de una mujer joven que pedía auxilio, entre la vivienda de Osorio y el cañal que está a un lado del callejón. Esa mujer era Jaqueline, según la escueta explicación oficial del caso. Detrás salió Osorio con un tubo de hierro en las manos, quien la alcanzó fácilmente porque Jaqueline tenía una pierna lastimada y no logró huir. Cuando la tuvo cerca, la golpeó muy fuerte en la cabeza con el tubo y luego la arrastró hacia la casa.
Los vecinos, horrorizados, llamaron al número de emergencias de la Policía de inmediato. Pero los primeros policías que llegaron al lugar tardaron más de 60 minutos. Una publicación de El Faro afirma que la razón de la tardanza es que el teléfono de la sede policial más cercana —menos de un kilómetro de distancia y a cinco minutos, como corroboró esta revista— estaba descompuesto. El Faro también explica que los policías notaron un rastro de sangre en la entrada de la vivienda y forzaron la puerta para ingresar. En la casa encontraron los cuerpos de Mirna y Jaqueline y a Osorio haciéndose pasar por muerto entre los cadáveres.
En la escena, José no pudo ver los cuerpos de su hija Mirna y nieta Jaqueline. Tuvo que esperar hasta la tarde para ir a reconocerlos al Instituto de Medicina Legal de Santa Ana, donde comprobó que eran ellas, a pesar de que estaban irreconocibles y sus rostros deshechos.
“Mi hija (Mirna) tenía quebrado el cráneo. Se le veía el golpe del tubo aquí (señala la parte izquierda de la cara) y mi nieta, la que tuvo el valor de huir y gritar, tenía la cara irreconocible y las piernas heridas”, explicó.
El paradero de su nieto Alexis aún sigue siendo una insoportable incógnita para José. Las autoridades aún no le han dado respuestas ni explicaciones, a pesar de que ya le hicieron pruebas de ADN para determinar si alguno de los cadáveres encontrados en la casa de Osorio es de Alexis. Un empleado de la Fiscalía le aseguró que, en un plazo de 15 días, sería el mismo fiscal general Rodolfo Delgado quien se encargaría de darle noticias sobre lo que ocurrió con Alexis.
Es viernes 21 de mayo y el sol de medio día es asfixiante en el callejón Estévez. Las calles de polvo, alrededor del callejón suelen estar solitarias, pero hoy es inusual. Están inundadas de policías, fiscales, forenses, privados de libertad que apoyan en la extracción de cadáveres del traspatio de Osorio, periodistas de televisión que están terminando de grabar frente a las cámaras y guardaespaldas que suben a las camionetas para acompañar en el viaje de regreso a San Salvador al fiscal general, Rodolfo Delgado, impuesto el 1 de mayo por los diputados oficialistas de Nuevas Ideas; al ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro; y al director de la Policía, Mauricio Arriaza Chicas, quienes acaban de ofrecer una escueta conferencia de prensa sobre el caso, que dejó más preguntas y confusión de lo que había antes.
Tras el movimiento de toda esa gente, un niño curioso pedalea en su bicicleta, de arriba para abajo y viceversa, en el callejón con la expectativa de que, en medio de toda la algarabía, aparezca el presidente Nayib Bukele. Para esa fecha, el mandatario había guardado silencio sobre el caso y fue hasta ese día cuando dedicó un par de tuits para hacer eco de lo que sus funcionarios dijeron en la confusa conferencia de prensa, en la que no precisaron cuántos asesinatos han comprobado que Osorio ha cometido, ni lograron darse a entender por qué razón otorgaron criterio de oportunidad a un asesino confeso —es decir, le dieron beneficios en su proceso judicial por feminicidio agravado a cambio de delatar a otras nueve personas que han sido capturadas en el caso, pero que aún no ha sido explicado públicamente su involucramiento. El fiscal Max Muñoz dijo, sin detalles, que hay asesinatos en los que Osorio solo participó como encargado de enterrar los cuerpos—.
Los vecinos, los que llegan a comprar tortillas a la esquina, los profesores que atraviesan el cañal en bicicleta hacia la escuela que está al fondo del callejón Estévez y todos los que pasaron por el lugar después de la conferencia de prensa coincidieron, ante GatoEncerrado, que nunca escucharon gritos ni vieron nada sospechoso alrededor de Osorio, excepto la noche del 7 de mayo.
En el callejón Estévez, que rodea el sitio arqueológico El Tazumal, todos dicen que Osorio era un vecino amable, que había crecido en la zona y que les ha tomado por sorpresa enterarse de que tenía tantos cuerpos enterrados en su casa. Pero también dicen que ahora desconfían de todo mundo, que esta situación los ha llevado a encerrarse en sus casas más temprano de lo normal y a estar más alertas.
Atrás de esa amabilidad que los vecinos dijeron recordar sobre Osorio, se escondía una persona violenta y que incluso estuvo en prisión por cinco años, después de ser destituido de la Policía, en 2005, cuando se comprobó que cometió el delito de estupro y violación en contra de una menor incapaz. En la Policía inició su carrera en 1997 y durante los años que estuvo de servicio no hubo reportes de alerta sobre su perfil psicológico. El director de la Policía, incluso, admitió que en esos años hubo una “falla” al detectar quién era Osorio: “Pero, bueno, acá no se trata de echarle la culpa a nadie”, dijo Arriaza Chicas en la conferencia de prensa.
La casa donde Osorio enterraba a sus víctimas es pequeña, como la mayoría de las casas del callejón Estévez. El criminalista Israel Ticas detalló, en declaraciones que dio a medios el 17 de mayo, que es un espacio que no excede los 12 metros de largo y los cuatro de ancho. Mencionó que en el interior encontró siete fosas en la superficie. Hasta el 20 de mayo, en esas fosas habían sido hallados 6 cráneos y 4 partes de cuerpos que no pertenecen a los cráneos, cada uno en diferente etapa de descomposición. Entre esos estaban los restos del hermano de Osorio, Mirna y su hija Jaqueline Lima. Hasta el 28 de mayo, la cifra de víctimas que había trascendido y que estaban confirmadas por las autoridades eran 18.
Ticas también detalló que en el interior de la casa fueron encontradas máscaras como la del personaje de la película de terror “Viernes 13” y su protagonista Jason Voorhes, máscaras de la muerte, candelas negras, cuchillos y rituales de la Santa Muerte.
“Antes de hacer la excavación tuve que hablar con él para que me explicara lo que iba a encontrar, porque como criminalista necesito saber dónde, por qué, cuándo. Y tuve la oportunidad de preguntarle y me dijo que traía jovencitas engañadas de San Salvador a través de las redes sociales. Entonces, no es solamente gente de acá del sector”, comentó Ticas. Incluso para él, que es el único criminalista en El Salvador con más de 30 años de experiencia, el caso ha sido peculiar por el perfil de Osorio.
Aunque es consciente de que su labor no es la de un psicólogo y que no tiene la autoridad para diagnosticar, Ticas describió que la experiencia le ha mostrado que el perfil de Osorio encaja en el de personas con desequilibrio mental: “Yo tengo tiempos de estar hablando con personas que son asesinas, por mi trabajo, y él es un psicópata. El tipo es una persona completamente diferente, se ve centrado, callado (…) Frente a mí no se presentó arrepentido, solo con una sonrisa me respondía cuando yo le preguntaba por qué lo hacía”.
Durante la conferencia de prensa, el fiscal Delgado mencionó que abriría un expediente disciplinario en contra del criminalista Israel Ticas por las declaraciones dadas a periodistas sobre el caso. Ticas siempre ha sido una voz con experiencia y autorizada para hablar con la prensa sobre los casos en los que trabaja, pero con el nuevo fiscal general esa dinámica ha cambiado. “Lo que sí censuro es que un empleado de la Fiscalía esté faltando a los deberes que le impone la Ley Orgánica de la Fiscalía y fue por eso que se ordenó que se instruya el proceso disciplinario correspondiente”, dijo Delgado en la conferencia.
En la noche de ese 21 de mayo, tras el largo silencio sobre el caso, el presidente Bukele escribió un hilo en twitter confirmando que Osorio había tenido participación en al menos 15 asesinatos y aseguró que tendrá una condena de más de 100 años de cárcel. Agregó que para esa fecha, Osorio se encontraba colaborando para la condena de nueve cómplices. Sobre esos supuestos cómplices, las autoridades han explicado muy poco o casi nada.
“Ahora también está dando información para condenar a 9 de sus cómplices. Con esos otros delitos su pena se incrementará arriba de los 100 años, aunque evidentemente no vivirá para ver la libertad jamás”, tuiteó Bukele.
Para el abogado Denis Muñoz, cuando el presidente Bukele rompió el silencio en el caso se tomó atribuciones que no le corresponden: “Quien puede determinar la pena es un juez, dentro del juicio, porque para bien o para mal la persona tiene una presunción de inocencia”, explicó.
A pesar de la promesa de que sería el mismo fiscal general el que llamaría a José Cruz, en un plazo de 15 días, para dar noticias sobre el paradero de su nieto Alexis, aún no hay llamadas ni novedades sobre el caso.
Los cuerpos de su hija Mirna y su nieta Jaqueline Lima ya están en el cementerio de Santa Ana. José las enterró el lunes 10 de mayo, pero aún está en la búsqueda de su nieto Alexis. Fueron enterradas una cerca de la otra, dentro de la misma parcela, para que pudieran descansar unidas. José también pidió al cementerio que le dejaran un espacio cerca de las tumbas para que si Alexis aparece entre los cadáveres pueda quedar cerca de su madre y hermana. Pero los días han pasado sin noticias sobre el paradero de Alexis, así que el cementerio no pudo esperar y el espacio ahora lo ocupan otras personas que fallecieron.
José, en realidad, tiene la esperanza de no encontrar el cadáver. Se niega a eso. Dice que si no encontraron su cuerpo junto con el de su hija y nieta, tal vez pudo haber escapado. Pero a la vez lo asalta la pregunta de por qué no ha llamado ni se ha presentado si está vivo.
“Decían que Alexis estaba en la fosa, pero a mí no me han dado el cuerpo, yo sigo buscándolo. Ya nos hicieron el ADN, yo pido al señor Jesucristo que salga negativo el ADN, porque él era un varón muy activo y espero que se haya salvado, pero si así hubiera sido ya me hubiera llamado a este celular que manejo”, dijo a GatoEncerrado mientras revisaba su pequeño teléfono de teclas para comprobar si no le ha caído una llamada sin darse cuenta.
En un pedazo de cartón, José tiene todos los números de teléfono que necesita. Lo lleva a todos lados. Tiene anotado el teléfono de su casa, el de su esposa, el de Mirna, Jaqueline y Alexis. También tiene el contacto de la persona que le aseguró que no se preocupara por buscar a Alexis y que sería el fiscal general quien le llamaría para darle noticias sobre el caso.
Alexis no es el único desaparecido en el que podría estar involucrado el asesino de Chalchuapa. Desde que la fosa clandestina de Osorio fue descubierta, todos los días llegan al callejón Estévez hasta una docena de personas buscando a sus familiares desaparecidos. Así como José Cruz, todos llenan una ficha con sus datos y los datos de la persona desaparecida.
Las madres, padres e hijos llegan con la esperanza de que su peregrinaje termine y encuentren entre la pila de cadáveres a sus familiares. Llegan, con foto en mano de sus seres queridos, resignados a que si sus familiares ya no van a regresar vivos, al menos puedan encontrarlos para enterrarlos. Algunos se han dedicado a tiempo completo a buscarlos, han abandonado hasta sus empleos para dedicarse a buscar en las morgues, hospitales y fosas clandestinas.
Algunos, como Orlando Vásquez, llevan hasta 14 años buscando, solos y sin apoyo, a sus familiares. Otros tienen menos tiempo, pero comparten la misma incertidumbre de José Cruz en búsqueda de su desaparecido y la misma sospecha de que las autoridades no los están ayudando.
José encuentra un poco de paz y consuelo, si es que puede haberlo después del crimen, en que al menos su hija Mirna y su nieta Jaqueline Lima fueron encontradas, enterradas y que por su caso fue descubierto el asesino de Chalchuapa. Pero su nieto Alexis sigue desaparecido.