Opinión

Me siento orgullosa de llevar sangre nativa, guerrera y valiente

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Sofía Morán

Representante de los pueblos indígenas de Sisimitepec e integrante del Comité indígena para la defensa de los bienes naturales de Nahuizalco.

Por Sofía Morán* 

Recuerdo a mi papá cuando contaba a mis hermanos mayores una historia sobre cómo se encontraron, en un cerro, ciertos objetos de barro de mi abuela paterna. También recuerdo que a veces mi abuela decía unas palabras en nahuat y a mí me parecía gracioso escucharla. Ella era una mujer refajada, igual que mi abuela materna, y yo siempre me pregunté por qué vestían de esa forma. Me preguntaba por qué a mi madre le costaba tanto trabajo conseguir dinero para darnos de comer, por qué la mayoría de nosotros íbamos a la escuela en yinas y algunos de mis compañeros iban descalzos. Pero había como cuatro que siempre iban bien presentables. Tantas preguntas que nunca me atreví a hacerles a mis padres, mucho menos a mis abuelos. Ellos no hablaban de esas cosas, porque era mejor no saber, porque aprendieron que era mejor callar para poder vivir.

Cuando comencé mis estudios en tercer ciclo, tuve que ir a la ciudad y mis inquietudes se hicieron mayores, ya que en ese entonces había una marcada diferencia entre los que íbamos del campo y los que vivían en la ciudad. La verdad es que nos daba pena decir donde vivíamos, porque la historia que se ha contado desde las escuelas nos ha hecho pensar que nuestros orígenes son malos.

Traigo a mi memoria lo que yo viví en la escuela, porque la “educación” de este país siempre ha estado al servicio del sistema, por eso nunca se ha dicho la verdad, sino que ha sido el medio para domesticar a la gente. En la escuela nos  enseñaron que la civilización que trajeron los españoles es lo mejor que pudo pasar. Por eso hemos aprendido a celebrar el 12 de octubre como día de la raza y, últimamente, le llaman día de la hispanidad, porque gracias a ello comenzamos a “civilizarnos” y a conocer la verdadera religión.  En la escuela aprendimos a celebrar con gran fervor el 15 de septiembre y llamar héroes a los que se repartieron las tierras que eran de nuestros antepasados. 

Siempre nos han presentado a los invasores como los buenos de la película y que nuestros abuelos siempre actuaron con maldad. Los indios, como nos llamaron en el principio; luego nos llamaron los comunistas en el 32 y ahora nos llaman opositores al desarrollo, impostores, etcétera. En este tiempo, cuando conocemos la verdad, aún siguen atropellando nuestros derechos. Ningún gobierno se ha tomado en serio el resarcimiento de los daños a nuestra cultura, comenzando por devolver lo que se nos arrebató. Ha habido acciones como la reforma al artículo 63 de nuestra Constitución donde se reconoce a los pueblos indígenas o la ordenanza municipal de Nahuizalco que fue creada en el año 2011. Pero aún hay mucho por hacer.

Como descendientes nahua pipiles hemos demandado desde siempre que se reconozca nuestra existencia y con ello se ratifique el convenio 169  de la OIT. Hemos pedido que se cree una ley de pueblos indígenas y así se protejan los territorios donde habitamos por ser lugares sagrados. Que se promuevan y se respeten las prácticas ancestrales como el trabajo de las parteras,  la medicina natural, el náhuat como lengua materna, las prácticas espirituales, etcétera. 

Ahora que sé las respuestas a las preguntas que me hice en mi niñez y adolescencia, no me avergüenzo de dónde vengo y de dónde soy. Me siento orgullosa de llevar sangre nativa, guerrera y valiente. Me indigna saber cómo fueron tratados mis antepasados y eso me motiva a luchar por nuestros lugares sagrados, pues ellos merecen que las actuales y futuras generaciones dignifiquemos su memoria.

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Sofía

Representante de los pueblos indígenas de Sisimitepec e integrante del Comité indígena para la defensa de los bienes naturales de Nahuizalco.

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